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Kafka y la representación de su palabra

Gloria Angélica Robledo Guzmán hace un breve análisis de la obra de Franz Kafka a partir de la vida y el ánimo del autor.


A partir de cierto punto ya no hay vuelta atrás. Ese es el punto que hay que alcanzar.

Franz Kafka

Un triste ambiente de ausencias, muertes y rechazos fue el núcleo en el que Franz Kafka procreó un desasosiego interno constante, que oscilaba entre su miedo a morir y su negativa a vivir, en un contexto que percibía limitante, autoritario, despótico y carente de cariño. 

Tal percepción acrecentó en el escritor los sentimientos de minusvalía y dependencia, haciéndolo sentir incapaz, desatento y culpable. Esto lo orilló al aislamiento, a la autolimitación y a evitar el cumplimiento de compromisos y responsabilidades.

Franz Kafka remite al lector a las puertas del mundo interior oscuro, peligroso y deshumanizado en el que habitaba; sin duda, su profunda percepción de la vida ofrece fortaleza por medio del reconocimiento de valores humanos a veces ignorados.

Esta lucha interna potenciaba su fantasía y hacía a un lado lo que verdaderamente ocurría en el mundo. El escritor muestra el hartazgo que tiene en lo que concierne a la simulación, la cual, en un momento dado, podría habitarlo y convertirlo en un artista ajeno a la realidad.

La imagen de sí detonaba en el escritor diversos miedos que lo orillaban a adoptar una actitud intermitente en cuanto al vínculo con los demás, intercalando el rechazo con la preservación del contacto, tanto con su familia, la sociedad, la mujer, el matrimonio y el trabajo, como con todas las relaciones y los compromisos que lo llevaban a ahondar en su mundo interior.

Para Franz, el rechazo y la desatención estaban impregnados en su pensamiento como elementos que generaban culpa. Para separarse de estos sentimientos, se aislaba y de ese modo favorecía la intensidad de esos sentimientos; así se fortalecía el círculo vicioso en el que estaba atrapado.

Se apoyaba en los otros, material y emocionalmente. Por eso, para poder sentir un poco de seguridad en su trabajo como escritor, tuvo que recurrir a la opinión y a la condescendencia de sus amigos. Su autodesprecio lo limitó y lo aisló; le restó libertad, e inhibió la convivencia con los demás y su acceso a los bienes materiales; le hizo despreciar los logros que en esos aspectos había alcanzado su padre. Por eso el resentimiento que expresa hacia él en Carta al padre es una proyección del enojo que tenía hacia sí mismo por prohijar el autoritarismo que ejerció su papá sobre él. 

Eventualmente, Kafka tuvo que hacer un cambio en su percepción, de manera que si tenía que convertirse en un escarabajo y dejar morir su versión anterior, estaba dispuesto a hacerlo, como lo plantea en su obra La metamorfosis. Admirablemente, Kafka logró la aceptación de ser lo que era en realidad.

En esa conducta, paradójicamente, radica su grandeza, pues con su obra enseña al lector a aceptar sus luchas internas, a respetar las grandes diferencias que habitan en nuestra mente y que, aunque puedan llegar a ser intrínsecamente opuestas, conviven en la cotidianidad.

Franz Kafka, con la aceptación total de su manera de ser, trasciende las limitaciones humanas y hace del discurso mental una representación exacta que inspira al lector a enfrentar la angustia de lo que es cada uno, a renunciar y a dejar ir lo que no es.

El autor de La metamorfosis exploró, con la ayuda de un humor grotesco que no siempre ha sido entendido, la impotencia del individuo juzgado por los dogmas, las normas, la familia y la burocracia. También supo anunciar la monstruosidad del naciente mundo contemporáneo.

A pesar de todo, finalmente logró la aceptación de todo cuanto era, al conciliar las grandes diferencias que habitaban en su mente. Con su obra y su vida Kafka invita al lector a lograr un acuerdo personal para la convivencia diaria con uno mismo.

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