El Día Internacional de la Mujer no es solo una fecha conmemorativa, es un recordatorio de la lucha histórica por la igualdad en todos los ámbitos, incluido el jurídico. Las mujeres en la abogacía han tenido que derribar barreras, desafiar estructuras y demostrar con hechos que el derecho no es un terreno exclusivo de unos cuantos, sino una herramienta de cambio para toda la sociedad.
LAS ABOGADAS, UN CIMIENTO TRASCENDENTE PARA QUE SE SIGAN RESPETANDO LOS DERECHOS DE LAS MUJERES Y SE SIGA RECORDANDO SU LABOR Y APORTACION CADA 8 DE MARZO
La historia de la mujer en el mundo legal ha estado marcada por retos significativos. No hace mucho tiempo, el acceso de las mujeres a la educación jurídica era limitado –una referente es la primera abogada en México, María Asunción Zamdoval, entre 1892 y 1898–, sus voces eran minimizadas en tribunales y su capacidad profesional era constantemente puesta en duda. Sin embargo, a través de generaciones de abogadas, juezas, magistradas y defensoras de derechos humanos, se ha demostrado que la justicia, sin perspectiva de género, no es justicia, y hoy esta profesión esta muy concurrida con brillantes abogadas en el gremio. Las mujeres abogadas han enfrentado dobles estándares en el ejercicio de su profesión. En un sector donde el liderazgo ha sido predominantemente masculino, han tenido que demostrar su capacidad con el doble de esfuerzo, equilibrando muchas veces su desarrollo profesional con exigencias sociales y familiares que rara vez recaen en sus colegas varones.
Además, se han enfrentado a la falta de equidad en oportunidades laborales y ascensos, a brechas salariales injustificadas y, en muchos casos, al acoso y violencia dentro del mismo gremio. A pesar de ello, su tenacidad ha permitido que hoy existan más mujeres liderando firmas, dictando sentencias históricas y redefiniendo el derecho con una mirada más inclusiva.
Ser abogada en la actualidad es más que conocer la ley; es tener la capacidad de transformarla. El acceso a la justicia con perspectiva de género ha sido posible, en gran parte, gracias a mujeres que han luchado por leyes más justas, procesos más equitativos y tribunales más sensibles a la realidad que viven muchas personas, especialmente las mujeres. Las abogadas no solo representan a sus clientes, sino que han sido clave en movimientos de derechos humanos, en reformas que han dado voz a las víctimas y en la consolidación de un sistema legal más transparente y accesible.
El camino aún es largo. La paridad en los espacios de toma de decisiones jurídicas es un desafío vigente. Aún se necesitan más mujeres en los altos tribunales, más liderazgos femeninos en la academia y más espacios libres de violencia y discriminación en el ejercicio de la abogacía.
Este 8 de marzo es una oportunidad para reflexionar sobre lo logrado, pero sobre todo para reafirmar el compromiso de seguir avanzando. Porque cuando una mujer abogada se abre paso, no solo gana ella: gana la justicia, gana la sociedad, ganamos todas.
Las mujeres en la abogacía conocen de primera mano que el camino hacia la equidad no es solo teoría, sino una realidad llena de obstáculos. No basta con la preparación académica, con la entrega o la pasión por el derecho. En la práctica, muchas veces hay que luchar en dos frentes: el profesional y el de las barreras impuestas por el propio sistema y sus actores, incluidos aquellos que, paradójicamente, también son mujeres.
Cada historia de una mujer en la abogacía está marcada por retos que no siempre tienen que ver con la dificultad de los casos o la complejidad de las leyes. Desde el inicio, es común enfrentarse a la envidia o la competencia desleal y ejemplo de ello son las experiencias que se comparten desde la experiencia personal y de terceros:
Anecdóticamente la Lic. Sofia: En una empresa de subcontratación, por ejemplo, una mujer buscó perjudicar a otra (yo), simplemente por temor a su crecimiento. Una simple solicitud de cambio en una ruta de seguimientos la llevó a un lugar peligroso, en un intento por frenar su ascenso. Como si demostrar su valía en menos de mes y medio fuera una ofensa en lugar de un mérito, sin saberlo en aquella experiencia, pretendí incluir a un cliente para la empresa, de esos que dejan dividendos importantes, y como reconocimiento a ello, me tocaba el ascenso más buscado una jefatura de unidad. Ese fue el primer desencuentro con mi propio gremio, pero ese no era el tiempo de mi camino para ese cargo, así pues, pude ver que el sendero no era fácil y tenía muchos más retos, Anecdóticamente para algunas amigas: en el ámbito gubernamental, enfrentó la limitación de su desarrollo profesional. No se le permitía prepararse continuamente, y el rol de la mujer en ese entorno se reducía a una presencia simbólica en eventos proselitistas. No importaba su capacidad, sino su utilidad para otros intereses, el sueldo condicionado a la asistencia incluso en fin de semana a eventos donde se hacía todo menos un análisis jurídico, esto era desaprovechar el talento y anquilosar al profesional en el sector gubernamental, y ello, también era el ápice de conocer que el sistema también buscaba el letargo de los talentos jurídicos.
A la postre, de las experiencias propias y de mis muy cercanas amistades mujeres abogadas, para mi hoy la realidad de la profesión y su ejercicio es muy diferente: no solo por el cúmulo de horas de litigio y atención de clientes, sino porque el reto es seguir renovándose en las áreas de confort y en adentrarse en nuevas ramas del conocimiento litigioso, mi conocimiento se ha acrecentado, y mi visión profesional se ha dotado de mejores panoramas, decidí después de mucho incursionar en el litigio propio, la vida me puso las oportunidades de hacerlo , y pese a las vicisitudes y a las curvas de aprendizaje hoy soy socia de una firma propia , en la cual, la misión mas importante es el respeto mutuo y el reconocimiento de cada uno de los elementos que conformamos dicha firma, nada ha sido regalado, el nombre y la solidez como alternativa legal nos ha costado, años de experiencia y aprendizajes, y si de algo estoy segura es que se sigue apuntando hacia la cima en GH & MY abogados.
El falso feminismo y la falta de sororidad: una realidad incómoda y más en la abogacía
Un caso reciente dejó en evidencia una realidad que se minimiza en los discursos del 8 de marzo: no todas las mujeres son sororas y no todas buscan el bien común. En un recinto de justicia, una trabajadora reaccionó de manera desproporcionada ante una simple solicitud de agilizar un proceso. Su molestia no era profesional, sino personal. La incomodidad de ser cuestionada la llevó a un enfrentamiento que no tenía razón de ser, busco el mínimo recoveco para externar su odio, su envidia y frustración para con una operadora técnica que solo buscaba el eficientar su proceso en pro de su cliente, esta solo buscaba luchar contra el letargo de los tribunales y su personal, denoto el hecho de que si una mujer ve a otra con mejor ropa, con mejor léxico , y mejor capacidad, debe derribarla y hacer que ella baje a su escaso nivel de vida personal y profesional , para no sentirse incomoda. Esto es el pan nuestro de todos los litigios y días de trabajo en los juzgados como mujeres y ante el día en el que “todas, somos una” hechos como este indubitablemente presentan la doble moral del movimiento.
No se diga, en general , que este movimiento y los contingentes que en esa fecha salen a las calles a pugnar por mayor respeto y visibilidad, también manejan ese doble discurso, pues entre estos grupos de igual manera se presentan episodios de conflictos , y el movimiento mismo extremista busca la represión del sexo contrario, como si con ello se saldaran las heridas generacionales por una opresión de las féminas en la sociedad y en la vida de antaño y ello, sanara a esas mujeres que las padecieran y les diera la oportunidad de vivir nuevas experiencias.
En la abogacía, es de reconocerse la labor y la inspiración que dejan grandes juristas, y aquellas mujeres que día a día rompen los paradigmas de la propia profesión siendo propositivas y referentes para las abogadas que van en el camino, mi dupla de mujeres que han sido inspiración y admiro mucho por su labor son: Dra. Laura Alejandra Londoño Jaramillo (q.e.d.) a quien conocí y tuve la oportunidad de seguir en redes y tejer una comunicación continua y amistad a la postre de haber sido su alumna en algunos cursos que tome, gracias a mi servicio social, ella, hoy seguramente estaría orgullosa del avance que he tenido, y tendríamos ese enlace que se quedó en el abismo con su sensible partida, y por otro lado Ángela Frías a quien sigo en redes, y es muy amable, he interactuado con ella y es una gran abogada que demuestra que el derecho penal actual, sigue teniendo espacio para mujeres actuales.
En un 8 de marzo, no solo impera el reconocimiento a los derechos alcanzados el camino no es el reconocimiento social o mediático, sino es el reconocimiento humano de la mujer en la sociedad y en esta noble y retadora profesión.
El 8 de marzo es un día de reflexión que se debe considerar en pros y contras
Pros
- Visibiliza las desigualdades que aún enfrentan las mujeres en el ámbito laboral, profesional y social.
- Da reconocimiento a los avances que han permitido a más mujeres acceder a espacios antes inalcanzables.
- Fomenta la discusión sobre derechos y equidad, impulsando cambios legales y sociales.
- Inspira a nuevas generaciones de mujeres a prepararse, luchar y no conformarse con lo establecido.
Contras
- Se ha mercantilizado, convirtiéndose en una estrategia de marketing para empresas que no aplican políticas reales de equidad.
- Existen feminismos de doble moral, donde algunas mujeres exigen apoyo y respeto, pero no lo practican con sus propias compañeras.
- El enfoque a veces se diluye, dejando de lado problemas estructurales como la violencia laboral, la discriminación salarial y la falta de oportunidades reales.
- No todas las luchas son escuchadas, especialmente aquellas que evidencian la falta de sororidad dentro del mismo gremio.
Más que un día, una transformación constante
El 8 de marzo no debe ser solo un recordatorio simbólico ni una fecha para discursos vacíos. La lucha por la equidad no se limita a exigir derechos hacia afuera, sino a construir una verdadera comunidad desde dentro. Ser mujer y abogada en México sigue siendo un reto, pero también una oportunidad para cambiar las reglas del juego.
Porque el verdadero cambio no viene de quienes solo levantan la voz un día al año, sino de quienes, con su trabajo, ética y determinación, lo hacen todos los días.