Desde el exilio de su abuelo hasta la presidencia de la Barra Mexicana, Claudia de Buen narra un legado de lucha y empoderamiento en el ámbito jurídico.
Claudia de Buen, provienes de una dinastía de abogados de renombre. Don Néstor fue un referente en el derecho laboral. Pero muchos olvidan que tu padre fue, además, hijo de otro gran abogado, don Demófilo. Tu familia es de las pocas que puede presumir que tiene dos placas en la Facultad de Derecho de la UNAM: la de tu padre y la de tu abuelo.
De hecho, de don Demófilo hay dos placas: hay una en un salón y otra en el muro del auditorio de Derecho. Así es, mi abuelo fue un gran jurista del exilio.
¿Lo conociste?
No, murió muy joven, a los 55 años de edad. Mi padre todavía no se casaba. Mi abuelo fue presidente de la Sala Civil del Tribunal Supremo en España. Además, un catedrático muy reconocido en Salamanca, en la Universidad de Sevilla y luego en Madrid.
Esa historia la desconocía.
Escribió un importante libro de derecho civil que se publicó a nombre de alguien afín al franquismo. Incluso, a mi abuelo lo expulsaron del Ilustre y Real Colegio de Madrid. Apenas hace poco le hicieron justicia y lo reingresaron.
Para tu familia debe haber sido un golpe muy fuerte salir de España ya con un reconocimiento importante de tu abuelo y llegar a otro país a empezar de cero, si bien con cierto prestigio. ¿Cómo fue el trayecto de su exilio hacia México?
Claudia de Buen – ¡Sí, caray! Mi abuelo siempre fue un hombre muy prudente al que le iba económicamente bien en España y que tuvo que dejar todo por estar su vida y la de su familia amenazadas por la dictadura.
Cuando mis abuelos huyeron de España y se embarcaron hacia México, el trayecto pasaba por la República Dominicana. Antes de partir, mi abuelo tuvo el cuidado de sacar visas para entrar a la isla. Al llegar, el dictador Leónidas Trujillo exigía a todos los pasajeros del barco una buena cantidad de dinero para dejarlos entrar. A pesar de que mi abuelo tenía los documentos, se solidarizó con el resto de los pasajeros que no tenían visa ni el dinero que se les exigía; bajó del barco y negoció la llegada de los pasajeros a México, un país amigo de los migrantes, gobernado entonces por el presidente Cárdena. Así llegaron finalmente a Veracruz.
Al llegar aquí tu abuelo hizo carrera y fue uno de los maestros del exilio español. Era un gran especialista en derecho civil. Y entre sus cuatro hijos tenemos a tu padre, que quizá fue uno de los laboralistas más importantes del siglo XX mexicano. Luego, entre los hijos de don Néstor, la historia se repetiría.
Claudia de Buen – Sí, de los siete hijos de mi papá dos somos abogados: Carlos y yo. Carlos es laboralista y yo civilista. Hay otro nieto de Demófilo que es abogado: mi primo Ricardo de Buen, y dos nietos hasta el momento: mi sobrino Fernando y mi hija Marisol.
¿Entonces fuiste el orgullo de tu padre por ser la mujer que estudió derecho?
Claudia de Buen – Sí, pero no podría afirmar que más que Carlos, mi hermano. Creo que cada uno ocupaba un lugar muy especial. Conmigo tuvo que ser paciente porque yo necesitaba un horario diferente para atender a mis hijas, trabajar y a ratos estudiar. Ya entonces de alguna manera se podía trabajar a distancia; yo me llevaba expedientes y trabajaba en casa, pero a él no le gustaba, quería verme aquí, en el despacho, quería tenerme cerca. Optó por contratar una persona que me apoyara en el despacho, en un espacio que era ideal, con el cuidado de mis hijas cuando eran muy pequeñas. Posteriormente, me tenía que tomar dos tardes para estar presente con ellas y apoyarlas en sus tareas, médicos, clases particulares, eventos sociales, etcétera. Para mí fue un poco complicado porque, claro, él y los demás socios —hombres— no tenían la conciencia de lo que es ser madre, ama de casa, profesionista y estudiante; todos tenían una esposa en casa cuidando de la familia con trabajo de medio tiempo o sin trabajo. Yo vivía constantemente presa de la culpa: no quería estancarme ni académica ni profesionalmente, ni quería ni podía. En un mundo de hombres, la preparación fue fundamental para llegar a donde he logrado llegar; sin embargo, no quería dejar a mis hijas, ni quería faltar al despacho. La culpa es un sentimiento que me ha acompañado muchos años: no estar en ningún lugar de tiempo completo, un asunto muy común e incómodo para las madres de la época.
Sin embargo, la confianza y la autoestima me impulsaron; son claves fundamentales del éxito. Cuando una persona confía en ti, como mi padre confiaba en mí, se te abren muchas puertas. Mi padre fue mi tutor, mi mentor, mi jefe, mi ejemplo a seguir. Mi padre, diciéndome siempre “Tú puedes”, me hizo un gran bien. Su ejemplo me compromete.
En tu camino profesional siempre ha habido un afán de independencia, de valer por ti misma más allá de la carga familiar, de encontrar tu propio camino. Por ejemplo, estudiaste en la UAM y no en la UNAM e hiciste una importante carrera académica y profesional ahí. ¿Hay en ti cierta rebeldía?
Claudia de Buen – Sí, claro. Yo era —o soy— rebelde. No quería estudiar derecho por no ser igual que mi papá, sólo por seguir la tradición de la familia; quería ser yo quien tomara la decisión sin influencias, como si fuera posible. Cuando al fin decidí estudiar derecho, la situación económica de mi casa no era la óptima: siete hermanos, varios estudiaban en universidades privadas y el dinero no alcanzaba. Tomé conciencia de que no podía ni debía ser una carga económica adicional a mis papás y ese momento coincidió con que la apertura de la UAM. Así fue como decidí experimentar en esa nueva universidad —a pesar de que la UNAM estaba a unos pasos de mi casa—, en la que encontré grandes profesores, amigos y gratas experiencias.
Y con una idea de la enseñanza distinta, novedosa, ¿no?
Claudia de Buen – Totalmente distinta. En principio, yo había estudiado en una preparatoria “activa”, donde los alumnos nos hablábamos de tú con los maestros, nos sentábamos alrededor del salón, en círculo, y no en bancas, donde las clases no eran tradicionales y el arte tenía una enorme importancia. Esperaba algo similar en la universidad y me sentí como pez en el agua en la UAM, a pesar de que me quedaba muy lejos, en Azcapotzalco, y yo no tenía coche.
Es evidente que a tu alma mater le tienes cariño. Incluso fuiste su abogada general, un puesto que implica muchos retos.
Claudia de Buen – Cariño y orgullo. Asumí el puesto de abogada general para el periodo 2005-2007, en el contexto de una huelga larguísima por un conflicto intrasindical. Para mí constituyó un enorme aprendizaje ser la abogada general de la UAM. Creo que eso me empoderó y me proporcionó una visión diferente de la vida. Hasta la fecha, ha sido el único cargo público que he ejercido.
Y esta trayectoria personal y profesional te lleva hoy a dirigir la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, que si bien no es el más antiguo, sí es el colegio más prestigiado y el que genera más conversación. El hecho de que una mujer lo dirija era inimaginable hace algunos años…
Claudia de Buen – Qué bueno que tú lo dices, porque yo siempre lo supuse imposible. En 2003 Fabián Aguinaco me invitó a ser miembro de su consejo. De 20 consejeros, sólo dos éramos mujeres: Patricia Kurczyn Villalobos y yo. Entonces Fabián dijo que una de nosotras tendría que ser presidenta. Yo le agradecí, pero le dije que no estaba en mis planes. Pretendía pertenecer a la Barra, trabajar para ella con mis colegas, pero hasta ahí. Entonces sucedió que me empezaron a asignar algunas responsabilidades muy interesantes: coordinar la Comisión de Equidad y Género; ser secretaria de otras comisiones y subcoordinadora de la Comisión de Derecho Procesal y de la de Derecho Familiar. Fue un trabajo arduo abrirme paso en la Barra, ser tomada en cuenta, ser reconocida por mi trabajo, abrir espacios de participación.
Y después del arduo camino abierto con base en tesón y talento, hoy llegas a la presidencia y te toca aportar tu visión e impulsar los cambios por los que has luchado toda tu vida. ¿Cómo ves el panorama?
Claudia de Buen – Llegar no ha sido fácil. He tenido que pasar muchos obstáculos, como los han pasado mujeres a quienes admiro mucho, como las ministras Yasmín Esquivel, Ana Margarita Ríos Farjat, Margarita Luna Ramos, Norma Piña, y las juristas Patricia Kurczyn, Patricia Olamendi y muchas mujeres más, que hemos impulsado cambios muy importantes.
Nos ha costado mucho trabajo llegar a donde estamos. Nos han vapuleado, lastimado, humillado, pero hemos ido rompiendo el famoso techo de cristal. Ha sido un trabajo de muchas mujeres, pero también de muchos hombres convencidos de que nosotras tenemos mucho que aportar a la sociedad. Nuestra llegada a cargos de cierto poder o trascendencia dará lugar a que las siguientes generaciones puedan llegar con menos obstáculos y muchos más apoyos.
Este momento de tu vida profesional implica un enorme mérito. ¿Aquí es donde ves la culminación de tus esfuerzos?
Claudia de Buen – No, desde luego que debemos seguir adelante. Esto es una parte del camino. No tengo planeado parar, tengo planeado seguir hasta donde me canse o me de cuenta de que no aporto más. Entonces quizá descansaré o buscaré otra actividad que me llene el espíritu.
¿Cuáles son tus planes para la Barra? ¿Cómo la ves en dos años?
Claudia de Buen – Muchos: continuar con lo que se ha venido haciendo en favor de la membresía y de la abogacía en general. Seguir siendo la conciencia jurídica del país. La educación continua es uno de los proyectos de mayor calado en los próximos dos años, a través del Instituto Barra Mexicana. Cumplir con el compromiso con ONU Mujeres para abordar los temas de paridad y lenguaje inclusivo. Me gustaría concretar el proyecto de cambio de nombre al propuesto durante el periodo de José Mario de la Garza: Barra Mexicana, Colegio de la Abogacía. Dignificar a la abogacía. Buscar nuevamente que se reforme la Constitución y las leyes secundarias en aras de lograr que la colegiación obligatoria, para que, nuestra profesión, se rija por un código de ética, con las consecuencias inherentes a su violación, como sucede en casi todos los países.
En este tema ha habido mucha resistencia…
Claudia de Buen – Durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto se avanzó muchísimo en el tema; incluso estuvo cerca de concretarse, pero hubo mucha resistencia por parte de despachos influyentes que no quieren la colegiación obligatoria. Se trata de un tema que trabajaremos conjuntamente con los otros colegios de abogados.
Claudia de Buen Unna es socia del Bufete de Buen, S.C. Con una reconocida trayectoria en la práctica privada en las ramas civil, familiar y mercantil, ha sido también abogada general de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). En su desempeño profesional ejerce la mediación certificada ante el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México. Es licenciada en derecho por la UAM, maestra en derecho de familia por el Instituto de Ciencias Jurídicas de Estudios Superiores y cuenta con estudios de posgrado en derecho mercantil, derecho de amparo, derecho financiero y comercio internacional en la Universidad Panamericana. También ha sido profesora de obligaciones civiles y derecho de familia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).