Manuel de J. Jiménez analiza el papel de poetas y escritores en el contexto del movimiento estudiantil de 1968 en México. Destaca las distintas posturas de los poetas frente al gobierno y la vigilancia que sufrió Rosario Castellanos. El poema «Memorial de Tlatelolco» se presenta como una forma de mantener viva la memoria y buscar la justicia.
El año 1968 en México representa un hito en la historia cultural, política y social del país. La intervención estatal durante este periodo se manifiesta a través de diversas fuentes: testimonios, expedientes judiciales y antologías poéticas. Uno de los episodios más controvertidos a nivel internacional y en el ámbito intelectual nacional fue la renuncia de Octavio Paz como embajador de la India el 4 de octubre de 1968. A pesar del reconocimiento generalizado que tuvo en el ámbito literario, persisten dudas sobre la autenticidad de su renuncia. Según el artículo “La trama de Octavio Paz. La renuncia que nunca fue”, de Jacinto Rodríguez Munguía, Paz tramitó una solicitud de disponibilidad, lo que no implicaba la extinción de la relación laboral con el Estado mexicano.
En su defensa, Guillermo Sheridan señala que la Ley Orgánica del Servicio Exterior Mexicano de 1968 no contemplaba la “renuncia” como un acto formal de separación del cargo. Por lo tanto, al gestionar la solicitud de disponibilidad, Paz estaba ejerciendo sus derechos laborales. Sin embargo, Rodríguez Munguía sostiene que el poeta continuó recibiendo su salario hasta 1973. Más allá de estas disputas entre intelectuales, lo esencial es destacar el gesto ético de la carta que Octavio Paz envió a los coordinadores del Programa Cultural de la Olimpiada, en la que declinó la invitación a participar y, en su lugar, escribió un poema conmemorativo titulado “México: Olimpiada de 1968”, donde dice expresamente: “(Los empleados/ municipales lavan sangre/ en la Plaza de los Sacrificios)”. Al respecto, vale la pena revisar el ensayo y la crítica genética que hace Sheridan en “Calendario de un poema: ‘México: Olimpiada de 1968’”, publicado en ZONAPAZ.
El movimiento estudiantil de 1968 no fue apoyado unánimemente por los poetas. Mientras algunos, como Salvador Novo, apoyaron al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, otros, como José Emilio Pacheco y José Carlos Becerra, expresaron su solidaridad con los estudiantes e hicieron la denuncia de los acontecimientos a través de sus poemas publicados en el número 30 de La Cultura en México. La poesía desempeñó un papel esencial en la consolidación de la memoria colectiva de 1968, como lo sugerí en la plaquette de distribución gratuita El otro informe. Palabra poética del 68 mexicano (2018). En aquellos años, la Constitución no incorporaba explícitamente la noción de derechos humanos, aunque existía un discurso en contra de la violencia del Estado y de la violación de las garantías individuales. Entre otras cosas, era popular en el pliego petitorio la demanda por la derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal.
Al igual que muchos escritores de la época, Rosario Castellanos vivió en carne propia los sexenios más autoritarios del sistema de partido hegemónico, cuando la censura, los servicios de inteligencia estatales y la cooptación de intelectuales eran un sello del régimen. De acuerdo con el libro Rosario Castellanos, intelectual mexicana, de Claudia Maribel Domínguez Miranda, la poeta estuvo vigilada constantemente por las autoridades. En una ficha del 6 de abril de 1968 la Dirección Federal de Seguridad resumió su actividad política. Como jefa del Departamento de Información y Prensa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), entre otros nombramientos, resultaba peligroso desde la óptica estatal que tuviera “contacto con los líderes universitarios de izquierda, ayudando económicamente a los agitadores de la unam, para efectuar actos de apoyo a la Revolución cubana […] contacto con los miembros del Bloque Revolucionario Estudiantil de América Latina [y ser] una de las firmantes pro libertad de presos políticos”.1 Sin embargo, Castellanos no llegó a comprometerse con el movimiento del 68. Más bien, “adoptó un punto de vista imparcial y señaló, con frecuencia y de múltiples formas, la desmesurada reacción del Estado frente a la irreprimible indignación universitaria […] ¿A qué bando se adhirió? A ninguno: a pesar de que ella, igual que los estudiantes, repudiaba la represión y el autoritarismo, tampoco aceptó comportarse como súbdita en un supuesto régimen democrático del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Aunque su participación en el problema estaba fuera del sitio de la beligerancia, reprobó la represión y decidió combatirla mediante la manifestación de sus ideas”.2
Aunque no asumió una postura militante, Rosario sí manifestó su inconformidad sobre lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas. La poeta rompió con la regla de criticar expresamente una política o un mandato presidencial, particularmente aludiendo los atropellos sufridos por los universitarios. Esto se observa con ironía en su texto periodístico “Carta a los Reyes Magos: el rumor vence a la verdad”.
Luis Echeverría asumió la presidencia de México el 1° de diciembre de 1970. Desde su campaña había emprendido un acercamiento amistoso con ciertos intelectuales. Al principio, varios escritores, como Carlos Fuentes, fueron entusiastas con la nueva política cultural y con el supuesto cambio político echeverrista. En este periodo, como es sabido, Rosario Castellanos fue nombrada embajadora de México en Israel, desde 1971 hasta su muerte, en buena medida gracias a las gestiones del canciller Emilio Rabasa.
Ese año también es fundamental porque se publicó La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska en la editorial Era. El libro se transformó rápidamente en un referente y, con ello, el poema “Memorial de Tlatelolco”, de Rosario Castellano, solicitado ex profeso por la autora del libro. El poema opera como un pórtico o largo epígrafe a la segunda parte de la investigación literario-periodística de Poniatowska. Del mismo modo, los versos condensan el valor de los testimonios reunidos a través de un enlace hipotextual con el libro.
Rumbo al final del poema, sobresale el alejandrino “No hurgues en los archivos pues nada consta en actas”. Se percibe la forma imperativa del derecho —prescriptiva prohibitiva— en ese “No hurgues”. El lector, asegura la poeta, no encontrará nada en archivos inexistentes. Cuando ella usa la fórmula “nada consta en actas”, probablemente realiza un enlace intertextual con el poema “No consta en actas” de Juan Bañuelos, que fue publicado en La Cultura en México, en noviembre de 1968. En resumen: el derecho, en sintonía con el discurso oficialista y represivo, logra que en cualquier hipotética acta no haya registro de lo sucedido.
En los tres versos siguientes la poeta desarrolla el tema de la memoria, aunque hay que advertir que en la versión revisada del poema de Poesía no eres tú (1972), Castellanos agregó una estrofa más. Desdoblándose como una más de las víctimas, la poeta decide tocar la llaga. No obstante, no puede decir que esa llaga sea suya, porque, si así fuera, estaría traicionando a todos los presos, torturados y muertos. El dolor es colectivo y ella asume una tarea de portavoz frente a la catástrofe. El cierre del poema es el siguiente:
Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.3
Al recordar, nos dice la poeta, la colectividad alimenta una memoria que puede transformarse en una justicia anamnética. De esta manera, no se pierden en el olvido los reclamos de justicia de “tantas conciencias mancillas” ni se trastoca el sentido de quienes escribieron un “texto iracundo” o quienes están en Lecumberri esperando en “una reja abierta” su libertad. La poeta acude al tópico de la dama de la justicia, presente en tantísimas iconografías judiciales, para que se sepa que el recuerdo seguirá vivo hasta que esa Justicia “se siente entre nosotros” en un banquete que sea común a los vejados y los desaparecidos.
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Notas: