En un mundo globalizado, acercarnos a comprender a otras culturas y a sus sistemas normativos resulta trascendental para el establecimiento de relaciones internacionales. Poco ha sido el interés que se ha prestado a China y al sistema moral que rige a sus habitantes. A través de Arturo Oropeza García, desde México podemos conocer con detalle su cultura y su sistema normativo. Platicamos con él acerca de Confucio y del Estado moral chino.
China posee una historia cuya complejidad y riqueza no es del todo conocida en Occidente. Sabemos que el pensamiento de Confucio permeó fuertemente el ámbito cultural hasta nuestros días, pero también sabemos que China ha sido un punto geográfico en el que han confluido diversas culturas: Roma, Mongolia, Japón, Inglaterra, Alemania, Tíbet, Turbos, entre otros, han estado aquí. ¿Qué es el derecho chino? ¿Existe propiamente un derecho chino?
Arturo Oropeza – Gracias por la invitación para platicar sobre este tema tan interesante: China y sus implicaciones en la realidad global de la tercera década del siglo XXI.
Esta pregunta tiene varias respuestas. Te refieres al confucianismo y su vigencia como la gran respuesta a las innumerables cuestiones que hay sobre China. Una posición que he venido sosteniendo ya desde hace muchos años es que China no ha sido suficientemente explicada ni entendida por Occidente; incluso, esta nación ha sido despreciada durante mucho tiempo, desde el encuentro tardío que tuvo con Occidente.
Recordemos que fue en el siglo XVII cuando por medio de los jesuitas que se establecieron en territorio chino, nos llegaron las primeras versiones traducidas acerca de la visión sobre el pensamiento chino del confucianismo. Entonces en Occidente estaban en auge el Renacimiento, la Ilustración y posteriormente la Revolución industrial.
Desde entonces se ha visto con cierta distancia la realidad china, lo cual ha hecho que nos cueste trabajo entenderla en lo económico, lo político, lo social y lo tecnológico. Pareciera que aún nos encontramos en el siglo XVII cuando queremos explicar al país oriental.
El confucianismo es un concepto clave para analizar las diversas preguntas que suelen surgir en relación con China. Con ese pensamiento filosófico, político y social nació el país asiático en el siglo III a.C. También, con el de los demás pensadores chinos como Mencio, Mozi, Lao Tsé etc, pertenecientes a la corriente de pensamiento de las Cien Escuelas de Filosofía (771-221 a.C.) que durante cerca de 500 años le dieron sustento filosófico a la construcción del Estado moderno chino. Hay que recordar que ese Estado chino como señala Fukuyama, tiene un antecedente de 18 siglos respecto al Estado moderno occidental.
Entre los diferentes campos del conocimiento de ese Estado chino destaca la construcción del pensamiento de una cosmogonía que produjo un Estado moderno que en el año 221 a.C. contaba con un relato y una propuesta política y social.
Existe la idea equivocada de que China llegó tarde al derecho, de que no creó una sistemática jurídica como la que tuvo lugar en Occidente, y que se explica como parte de un subdesarrollo cultural. Pero esto no es así. Por el contrario, junto con ese gran debate sobre la creación del Estado también hubo un debate sobre si su integración debía ser un Estado de Derecho o un Estado Moral.
Sobre cuál era la mejor propuesta para la conformación de un Estado moderno chino, eficiente para la felicidad, el bienestar y el desarrollo de la gente. Ahí es donde se produce desde antes de nuestra era una discusión entre la corriente legalista y los grandes pensadores chinos que debaten a favor de la escuela confuciana.
Es paradójico lo que sucede con la creación del Estado moderno porque la escuela legalista se impuso en el año 221 a.C., con el emperador Qin Shi Huang, quien estableció la fundación del Estado legalista; lo que implicó que ese año se fundara un Estado construido bajo la idea de que las leyes debían regir al poder, a la sociedad, a la economía y a la propiedad.
Ese Estado terminó aproximadamente en el año 210 a.C. de manera caótica y dio lugar a una apertura a la corriente confuciana del ordenamiento social, que no era otra cosa sino el privilegio de la moral sobre el derecho. La dinastía Han, que le siguió a la dinastía Qín durante cerca de 400 años, impuso el confucianismo como filosofía principal del Estado.
En ese sentido, el orden moral de la sociedad rehuyó legislar o regular bajo un esquema jurídico. En ese momento en China se definió el camino del confucianismo como el mensaje y la utopía que debería llevar a cabo el Estado y sus habitantes; y tomó una vía diferente al Estado de derecho por el que optó Occidente, derivado de sus propios pensadores socráticos y postsocráticos, sin olvidar una teocracia que inhibío el desarrollo del propio Estado de Derecho.
En este sentido, el confucianismo viene a ser esa variante que nos ha hecho malinterpretar a China; pues en Occidente queremos medir al otro con base en nuestros propios cánones y nuestros propios paradigmas. Y si los de ese otro no se parecen a los nuestros, afirmamos que que están mal o que son subdesarrollados. Lo cierto es que en algunos casos pudieran ser superiores y en otros equiparables. Finalmente se trata de dos culturas y dos civilizaciones que también tienen sus fortalezas y sus debilidades. Pero en ese encuentro que se produjo finalmente entre una etnicidad occidental y una etnicidad confuciana, el reto hoy es reconocer las diferencias de cada cual y aceptar al otro como es.
En esa medida, creo que este sería un principio para establecer un mejor diálogo, para identificar coincidencias y lograr una mejor convivencia en la sociedad global.
¿Qué son la ley y la justicia en China?
Arturo Oropeza – La ley en China es una imposición que se desprende de una necesidad global. China nunca aceptó la imposición social de la ley, ni en su aspecto normativo, ni en su concepción ético-filosófica. Con Confucio el tema era privilegiar la moral, la creencia en un ser bueno, esto es, en un ser moral que debe estar comprometido con el deber ser.
Esa también constituye una gran diferencia entre el Estado chino y el Estado occidental. La construcción del poder en China se basa en el deber ser, en el compromiso, en la moral de los actores políticos en relación con el pueblo chino.
El contenido, la objetividad y la fuerza de la ley siempre fueron argumentos respecto a la eventual llegada de un emperador no moral.
Los legalistas de aquella época, Shang Yang, Han Feizi y otros, se cuestionaban qué pasaría si gobernara un emperador que no fuera moralmente bueno. Confucio respondía a ese debate afirmando que la moral es como la estrella polar: brilla por sí misma, y un emperador que con sus actos, con su moral y con sus virtudes guía al pueblo, no necesita leyes para que lo sigan. Esta propuesta ganó, y lo que sucedió en China es que la creación de leyes fue mínima, y sólo tuvo lugar en términos punitivos, lo cual generó un tipo de normativas como el Código Tang, u otras codificaciones sobre castigos y reglas de comportamiento, sobre todo en lo referente a una sociedad que transitaba de ese tipo de ordenamiento del deber ser y el compromiso consigo misma.
Recordemos que en China hay un individualismo limitado. El verbo ser no se conjuga; no existe el yo sino el nosotros. Esa concepción es parte de la esencia de la moral del pueblo chino. Si yo pienso en nosotros partiendo de mi familia, de mi padre, de mi abuelo, de mi madre, de mi hermano, de mi esposa, de mi hijo, entonces yo asumo un compromiso, un deber ser y una moral que Confucio lo llamo Piedad Filial, principio moral a través del cual , se organizó el primer núcleo de la estructura social y política de China.
Éste no es un concepto que podríamos estudiar en la Ética nicomaquea de Aristóteles. Hay puntos de coincidencia, desde luego, respecto de la visión aristotélica; la diferencia radica en que, en el caso de China, todos esos conceptos se convirtieron en parte del ordenamiento del Estado. Los Cuatro Libros de Confucio fueron la base de la educación del pueblo chino casi durante 2 000 años. Estos libros hablaban del comportamiento y del compromiso moral. A la gente se le instruyó con base en esa filosofía, aprobada socialmente en muchos periodos de esos dos milenios. Sobraron coyunturas históricas para realizar validaciones sociales sobre ese aprendizaje y se convirtió en un tema genético de la sociedad china, de la sociedad de Asia del este y también de parte de la comunidad de Asia Pacífico. Las sociedades se fueron identificando con ese esquema de organización sustentado en la moral y en la piedad filial que posteriormente se extendió al compromiso que asumieron con el Estado, en una cadena vertical. Ese es el origen del verticalismo chino que nace desde el núcleo del ser familiar y asciende hasta la cabeza del Estado. De ese modo se produjo una moralidad inductiva y deductiva que nació del compromiso del ciudadano chino de respetar al Estado y del Estado de velar por los intereses de la sociedad y de las personas que lo conforman.
A Occidente le cuesta trabajo entender ese vínculo, esa utopía. China no ha tenido como lo tenemos en Occidente, el mismo concepto respecto de la ley, (Fa) , porque desde un principio consideró que era una imposición que denigraba al ciudadano chino. Que era un deber del ciudadano responder al Estado a una sociedad sin que se le impusiera por medio de una ley.
Sin embargo, esta idea que domino por casi dos milenios cambia ante la nueva realidad de china, no como parte de una evolución interna, sino como una necesidad de dialogar y comerciar con Occidente ante su gran éxito económico.
En ese contexto se originó la sistematización jurídica. En 1912 hubo la Constitución de Nanjing, pero ésta nació en pleno declinamiento de las dinastías y su vigencia no prospero. Después Mao estableció dos constituciones de carácter soviético (1954 y 1975) que vinieron a validar a China y al Partido Comunista Chino.
Por ello, la primera constitución moderna de corte occidental en China es de 1982, que no reconocía la inversión extranjera ni la propiedad privada, pues eran elementos que China nunca había tenido la necesidad de manejar. A partir de entonces empezó a producirse una sistematización de leyes especiales sobre comercio, economía, administración, derechos humanos y derecho penal y civil.
China no tuvo un código civil hasta apenas hace un lustro y en el ínter enfrentó la dificultad de regular el concepto de propiedad privada que durante mucho tiempo había sido manejado de manera muy distinta. Les costó mucho trabajo a las áreas encargadas de crear leyes poder armonizar el concepto civil occidental con el concepto de propiedad privada y el marco cultural de la sociedad china.
Para la sociedad china, japonesa y coreana, es más vergonzoso, más denigrante acudir a un tribunal, que para un sujeto occidental. Es más intolerable que la aplicación de una ley exhibirse en un tribunal públicamente como alguien que falló a su sociedad: es anticonfuciano, antimoral, contrario al concepto que ha regido a la sociedad China y Asia del este durante los últimos milenios
La conciliación y la mediación entre las partes son instrumentos muy antiguos, porque siempre fueron parte de la solución de las controversias en China y Asia del este, donde preferían conciliar antes que llevar a cabo un juicio. Esta situación ha ido cambiando en los últimos años, a partir de su contacto con Occidente.
En China se creeía que el infractor fallaba a la sociedad, a la piedad filial, al concepto de compromiso social con la familia; a las personas les avergonzaba que su familia y amigos creyeran que no fueron rectos moralmente. Esto es muy interesante porque esta cadena de comportamiento moral también se dio en el poder de una manera muy eficiente.
Junto con la utopía de la moral, China concibe una administración pública de alto nivel, a partir de una educación comprometida con todo el pueblo chino. Los exámenes para ingresar a la administración pública en este país fueron creados alrededor de 100 años antes de nuestra era, como una oportunidad para que cualquier persona tuviera acceso a los puestos de gobierno, independientemente de su ascendencia.
Este esquema, junto con el sistema de valores, propició un modelo de control de comportamientos que premiaba el esfuerzo, la educación, el conocimiento y el trabajo, y que dejó que fluyera un gobierno meritocrático que aún es vigente. Esta es una de las explicaciones acerca de por qué China ha sido el líder durante cerca de 2,000 años en el índice económico mundial.
Se trata, tal vez, de la civilización más antigua, quizá la única de su tipo, que sigue vigente en el siglo XXI.
¿Son compatibles el derecho chino y el derecho mexicano? ¿Cómo se rigen las relaciones entre ambos países?
Arturo Oropeza – El derecho chino actual, como dijimos, se creó a partir de la Constitución de 1982, la cual ha tenido cinco reformas.
En ese sentido, se ha creado un sistema jurídico de más de 240 leyes nacionales y una gran cantidad de leyes locales y de leyes autonómicas. Recordemos que China se compone, además de provincias, por autonomías. En este sentido, existe una pirámide constitucional y una sistematización jurídica al estilo del derecho romano. México, que también mantiene una naturaleza jurídica semejante, mantiene un diálogo abierto con China en materia legislativa. No hay que olvidar que China es el segundo socio comercial de México y el primer socio comercial de más de 120 países en el mundo y que, desde luego, hay inversiones, y comercio muy fluido que ha necesitado ser regulado para facilitar ese tipo de operaciones.
Las leyes comerciales, fiscales y de propiedad intelectual que China ha estado creando desde 1982 hasta nuestros días han emulando leyes preconcebidas, apelando a los sistemas que le han parecido más adecuados, como el francés, el alemán, etc.La creación de esas leyes ha sido muy eficiente, por lo cual el diálogo jurídico cotidiano es bastante fluido no sólo con México, sino con todos los países con los cuales China tiene intercambios de diversos tipos. No obstante, China no confía en una sistematización jurídica formal, porque no cree en el Estado de Derecho, por más leyes que tenga, dada su categorización como Estado Moral.
Durante el Mundial de Qatar, en 2022, se suscitó una controversia porque la empresa Hysek, en la transmisión de algunos partidos importante, desplegó un mensaje publicitario que, en español, rezaba: “China primero y el mundo después”. ¿Considera usted que esa acción fue una poderosa estrategia de comunicación o sólo fue un simple mecanismo de soft power? ¿El objetivo de ese país es crear una comunidad humana con un toque ideológico chino?
Arturo Oropeza – El ascenso de China ha sido tan exitoso que nos está presentando escenarios que nadie creía posibles; los policy makers, occidentales, el sector privado, ni el sector académico. El acelerado crecimiento de China siempre ha sido visto con distancia, pues muchos actores internacionales apuestan por que no crecerá más de lo que lo ha hecho. Esto no sólo se piensa sobre ese país, sino sobre los países de la región. Así como China es la segunda potencia económica del mundo, Japón es la tercera, y la región en conjunto posee el mayor producto interno bruto económico del mundo. La participación en la economía de esta región alcanza 60% de la generación de riqueza del mundo. El ascenso de China es tan notorio que es imposible no verlo, lo cual ha generado una confrontación geopolítica con Estados Unidos.
Lo que es claro en esta tercera década del siglo XXI es la percepción de un declive, de Estados Unidos y de la Unión Europea, los cuales padecen un agotamiento con problemas de crecimiento y de modelo económico; y donde empieza a haber problemas sociales, políticos y déficit democrático. También hay un declive de este gran paréntesis, como lo llamó Huntington, del éxito y el liderazgo occidental. Y este ascenso consolidado de Asia, y de China en particular, nos lleva a un punto de confrontación.
Estamos frente a un gran juego en el que las pretensiones han quedado claras. Ya han sido dilucidadas las dudas sobre si China aspiraba a liderar el planeta, pues el propio presidente Xi Jinping ha hablado de una multipolaridad y de que en 2049 ese país, a 100 años del triunfo de la Revolución, será el líder geopolítico del mundo.
Al principio de este siglo se creyó que Estados Unidos seguiría siendo el líder geopolítico —posición que sigue defendiendo—. Esto necesariamente genera un choque, una confrontación, no sólo de liderazgos, sino también de culturas y de civilizaciones, lo cual es preocupante. Afirmar que están en conflicto y en debate permanente dos culturas y dos civilizaciones no es una invitación a la guerra, sino a realizar un análisis más objetivo de la situación mundial
Hoy es difícil prever exactamente cuál va a ser el desenlace de esta confrontación, de qué manera se va a generar el diálogo al que están invitadas estas dos grandes fuerzas o poderes globales. Para su solución, será deseable un nuevo orden global que replantee las diversas necesidades y pretensiones de todos los actores.
Podría interesarte: «Israel, una camisa de fuerza al poder judicial»