¿Es posible lograr la reinserción exitosa a la sociedad de aquellos adolescentes que han cometido un delito? La fundación Reintegra lleva más de 27 años trabajando en este tema, tiempo durante el cual ha demostrado que 96 por ciento de los adolescentes a los que ha atendido no vuelven a cometer un delito. Su directora nos comparte la experiencia que viven día a día con el sistema de justicia para adolescentes.
Por desgracia, hablar de justicia en México es muy doloroso, porque somos un país donde la impunidad llega a cifras escalofriantes —arriba de 95 por ciento— y donde las cárceles están llenas de pobres y de personas que, contrariamente a lo que señala la Constitución, tienen que probar su inocencia, e incluso pueden llevar más de 17 años sin haber sido juzgados.
En la última década, transitamos al “nuevo sistema de justicia penal”. En este cambio se invirtieron millones de pesos para la capacitación de jueces, fiscales y abogados. Se buscaba un sistema más abierto, con mejor investigación, ágil y, como fin último, justo; sin embargo, esto no se ha logrado.
En paralelo, se debió haber trabajado y planeado el sistema de justicia para adolescentes, pero a esta labor no sólo no se le invirtió dinero, sino tampoco tiempo ni interés. A punto de vencer el plazo constitucional, en 2016 se aprobó la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes.
Fue aprobada gracias al esfuerzo de varias organizaciones de la sociedad civil, entre ellas Reintegra, Renace y el Instituto de Justicia Procesal Penal, quienes presentamos, con apoyo de senadores de todos los partidos políticos, una iniciativa de ley. A diferencia del sistema para adultos, no hubo ninguna inversión para capacitación del personal de este sistema teóricamente integral. Se aprobó la ley y a los tres días entró en vigor.
Como podemos ver, el interés por nuestros jóvenes no es mucho. Han pasado cinco años y en la mayoría de los estados no se ha trabajado por la especialización: jueces de adultos siguen atendiendo casos de adolescentes, el personal que trabaja con los jóvenes tampoco está especializado y la realidad es que no podemos hablar de una verdadera reinserción. Incluso en las carreras de derecho no se ofrece la opción de especializarse en justicia para adolescentes y, por ejemplo, en la Universidad Nacional Autónoma de México la materia se sigue llamando menores infractores, término que quedó en desuso desde 2005.
¿Por qué es importante trabajar en la justicia para adolescentes?
En Reintegra llevamos más de 27 años abocados a la reinserción social de adolescentes. Durante ese tiempo hemos comprobado que es posible lograr una reinserción exitosa, pues nuestra estadística demuestra que 96 por ciento de los adolescentes que cumplen su medida con nosotros no vuelven a cometer un delito.
¿Cómo lo conseguimos? Con un modelo sólido, medido y probado a lo largo de los años, con un equipo de especialistas en múltiples disciplinas que acompañan a las y los adolescentes durante todo el proceso, así como con abogados que, a través de asesoría jurídica, les explican el proceso y apoyan a que sea justo, protegiendo sus derechos humanos.
Usualmente, quienes estudiamos derecho lo hacemos motivados por el bien común y la búsqueda de la justicia, y si hay una materia en la que se cumple esto es en la relativa a la justicia para adolescentes.
Las y los adolescentes que cometen delitos suelen haber crecido en colonias donde el delito y la violencia están normalizados y no han tenido oportunidades reales para generar un proyecto de vida positivo. El gobierno los ha abandonado, y la sociedad también. En muchos casos han sido niñas y niños que han vivido violencia en su hogar, en la escuela, en su comunidad. Todas y todos somos responsables del abandono en el que han vivido y también somos víctimas de las consecuencias de ese fenómeno.
Hay muchas historias que me han marcado a lo largo de los años. Me gustaría compartir algunas, aunque por motivos legales y de seguridad cambiaré los nombres.
El sueño de Rocío
Rocío sufría violencia intrafamiliar por parte de su padrastro y su mamá no podía defenderla, así que a los 13 años de edad decidió dejar su casa y empezó a vivir en la calle. Ahí conoció las drogas y comenzó a consumirlas. Fue víctima de múltiples violaciones. A los 15 años conoció a Hugo, que tenía 18, y se volvieron novios. Un día, en compañía de Hugo y sus amigos asaltaron a una persona.
Rocío llegó a Reintegra durante su juicio, con un problema serio de adicciones, además de los daños socioemocionales inherentes a lo que había vivido. Después de un año de trabajo logró reducir su consumo de sustancias y mejorar su autoestima y su relación familiar. Regresó a su casa. Su sueño era ser estilista, por lo que empezó a trabajar en una estética y a capacitarse. Con el paso de los años Rocío siguió trabajando, ya no consume drogas y está teniendo la vida con la que había soñado.
Buscando nuevos amigos
José es el hijo mayor de una familia de cuatro miembros. Nunca conoció a su papá, pero tiene una mamá muy amorosa y presente. Creció en Tepito. Cuando su madre salía a trabajar, se quedaba con sus amigos en la calle, con todos los usos y costumbres que eso significaba: peleas, drogas, violencia y delito.
José fue detenido y sentenciado a una medida en internamiento por robo en pandilla. Él asegura que no cometió ese delito; sin embargo, ya había cometido varios antes, pero nunca lo habían detenido. Llegó a Reintegra cuando había cumplido casi un año privado de la libertad y le faltaban varios meses para salir de la cárcel.
Cumplió su medida en internamiento con nosotros y, una vez que obtuvo la libertad, comenzó a asistir, junto con su mamá, a la fundación. Su proceso fue largo, pero lleno de compromiso, pues estaba decidido a salir adelante y a cambiar su historia.
Tuvo muchos retos, sobre todo al volver a casa, ya que sus amigos seguían consumiendo drogas y robando. Su decisión de cambio de vida incluyó abandonar esas amistades y convertirse en un blanco de la violencia y el acoso por parte de los que alguna vez fueron sus amigos.
Romper con las costumbres de la comunidad y con lo que se esperaba de él para ser parte de la comunidad ha sido muy complejo. Hoy, después de seis años, José se dedica a apoyar a otros jóvenes que, como él, se encuentran en contacto con el sistema de justicia.
Un tema de interés público
Como éstas, existen cientos de historias de jóvenes y familias que encuentran una segunda oportunidad y se comprometen para lograr un cambio personal, pero también social.
Trabajar a favor de ellos, para que puedan tener otra oportunidad, ahora sí con apoyo para formar su proyecto de vida y convertirse en agentes de paz, es un tema de justicia social, pero también de interés público.
Si logramos que un adolescente no escale en la cadena delictiva, sino, por el contrario, que se convierta en un agente de paz para su familia, su comunidad y nuestro país, podemos incidir de forma directa en la reducción de los índices de violencia y delincuencia que tanto daño le hacen a la sociedad.
El cambio es posible y está probado. Lo que necesitamos es un compromiso real de los gobiernos federales y estatales para trabajar de manera eficaz y eficiente en la reinserción social de estas y estos jóvenes, para evitar que en el futuro se unan a las filas del crimen organizado.
Se buscan…
Requerimos personas comprometidas que se sumen a esta causa, ya sea con su talento o con donativos para poder seguir cambiando la vida de miles de adolescentes. Por supuesto que sí es posible trabajar con ellos. Hablamos de un supuesto de 15,000 a 20,000 jóvenes que cumplen una medida legal en todo el país, lo cual es el equivalente a la población de un reclusorio.
Yo estoy segura de que todas y todos los que hoy leen este artículo están comprometidos con la búsqueda de la justicia y de un México mejor, y que desde cada uno de sus espacios hacen la diferencia, lo que agradezco enormemente, pero necesitamos más abogados que estén dispuestos a cambiar nuestro país.
Sin embargo, las circunstancias apremian, y si bien es cierto que es importante dar lo mejor en cada acción que realizamos, también lo es comprometernos con las causas que más nos necesitan. Y hoy miles de jóvenes nos necesitan para poder salir adelante.
Es momento de abrazar una causa noble, dándole voz, visibilidad y, sobre todo, apoyo a proyectos que demuestren su eficacia para que la ayuda pueda llegar a más adolescentes, para que logremos que todos los estados trabajen en la reinserción de una manera real, que se dejen de violar los derechos humanos y que dejemos de llenar las cárceles de pobres.
No sólo por ellas y ellos, sino también por nosotros, por nuestras familias, por las niñas y los niños que apenas están creciendo y se merecen un México mejor. Depende de cada uno de nosotros generar estas oportunidades para lograr un México más justo y más seguro.