Ignacio Morales Lechuga: 50 años de notariado

Con una extensa trayectoria profesional como diplomático, procurador general y académico, Ignacio Morales Lechuga también se ha distinguido como un prestigiado notario en la Ciudad de México. Para celebrar sus 50 años en el notariado mexicano, conversamos con él sobre su experiencia y nos compartió reflexiones relevantes sobre su ejercicio profesional.


¿Qué significan para usted 50 años como notario?

Ignacio Morales Lechuga – Quisiera decir que se siente uno distinto, que hay muchas diferencias, pero no. Es decir, es el simple transcurso del tiempo en una actividad que, como diría Federer, juego punto por punto. Cada asunto tiene la misma importancia que el que trabajé hace 50 años. Cada día trato de cumplir conmigo mismo, con mi conciencia, con la ley y con mis clientes.

Han sido 50 años de un servicio público ejercido en forma privada, que además es una parte de la esencia del notariado. Es un servicio esencialmente público y uno tiene que atender a todos: al que le paga y al que no le paga, al que lo elige y al que lo acepta, al que se beneficie y al que no se beneficie de la actividad notarial bajo principios muy claros de imparcialidad, de honradez, pero sobre todo de apego a la legalidad.

¿Qué papel desempeñan las notarías en la construcción del Estado de derecho y la democracia?

Ignacio Morales Lechuga – Somos aplicadores de la ley; somos un brazo del Poder Ejecutivo, o sea, de la administración pública. Ejercemos la ley en forma delegada en el plano preventivo del derecho, sin que exista conflicto de ninguna naturaleza. Eso lo coloca como una acción administrativa porque el acto administrativo es la creación de una situación jurídica concreta, sin conflicto. El Judicial es una situación jurídica que se define en función de un conflicto, y el Legislativo es una situación jurídica abstracta, general, impersonal. Por eso ubico e identifico el acto notarial, desde el punto de vista administrativo, como una gestión administrativa; desde el punto de vista social, como un servicio a la comunidad, y desde el punto de vista histórico, como una función que tiene miles de años en el mundo.

Usted tiene una muy amplia trayectoria en el sector público y en el sector educativo. Haber sido embajador de México en Francia, procurador general de la República, procurador general en el otrora Distrito Federal, rector de la Escuela Libre de Derecho, ¿cómo ha influido en su quehacer académico? 

Ignacio Morales Lechuga – Ha influido directa e significativamente, por supuesto. La vida también es una acumulación de experiencias que, asumidas de manera positiva, le sirven a uno para garantizar la adecuada la transmisión de conocimientos a los alumnos, que de alguna manera esperan del profesor no solamente la enseñanza y la transferencia de conocimientos, sino algo formativo. Formar a los alumnos tiene que ver con el carácter, con la exigencia, con el rigor, con el estudio y la disciplina, para enseñarlos a que construyan su vida punto por punto, día por día. La acumulación de los días define a la persona, no solamente en su forma de ser o en su estilo, sino también en su historia.

¿Qué lecciones le ha dejado ser notario?

Ignacio Morales Lechuga – Ese ha sido el eje central de mi vida desde el punto de vista profesional. La notaría ha sido la actividad a la que más me he empeñado y a la que más tiempo he dedicado; ha representado una enseñanza constante porque el derecho es inagotable como ciencia social y de alguna manera en la actualidad ya no es lo mismo que yo estudié, ni hago lo mismo, ni soy el mismo. Los seres humanos, la materia jurídica y las ciencias sociales están en constante evolución; en constante cambio, pues lo que hace un año era parte del derecho, hoy ya cambió, y no diría yo radicalmente, pero sí en muchos aspectos. Por ejemplo, las parejas, la vida familiar, las familias parentales, la capacidad, la discapacidad, la propia Constitución, el Poder Judicial, todos los días enfrentan cambios. Eso nos obliga a prepararnos anticipadamente, a estudiar para la aplicación. No somos intérpretes, pero sí aplicadores del derecho y, por supuesto, debemos conocer cuáles son las mejores alternativas para nuestros clientes y ponerlas a su disposición. 

En su trayectoria como notario, ¿qué ha sido lo más gratificante?

Ignacio Morales Lechuga – Es muy gratificante constatar la satisfacción de los clientes cuando se dan por bien servidos y el hecho de que lo recomienden a uno. Pero lo más gratificante es el carácter humano de la función notarial. Pareciera un laboratorio contractual, administrativo, civil, mercantil, registral, obligacional, pero detrás de todo eso está el ser humano, al que uno sirve, al que uno atiende. Es grandioso compartir los problemas de los ciudadanos y ayudarlos a que los resuelvan, así como establecer medidas para que nuestros clientes estén satisfechos con soluciones jurídicas que realmente les sirvan a enfrentar sus desafíos. Cada caso que le plantean a uno exige un traje a la medida; hacer ese traje a la medida es nuestro trabajo.

¿Cuál es el futuro del notariado en México? ¿Retos y rutas?

Ignacio Morales Lechuga – Yo creo, sin ser optimista, que el notariado todavía tiene un largo camino por recorrer. Pero, como todo, el destino de cualquier institución, de cualquier función, depende mucho del enriquecimiento y de la operación de los que prestan el servicio. Si el notariado se separa de la prestación del servicio público, si se separa de la atención a la ciudadanía, si se separa de la sociedad y de sus necesidades y se encierra en un limbo o en una caja de cristal, será una institución que tenderá a ser desechada. Pero si el notariado tiene la capacidad de adaptarse a los cambios que va imponiendo la sociedad o los gobiernos, seguirá caminando con paso firme, como lo ha hecho hasta ahora. 

Reflexiones sobre las nuevas abogacías que quieren dedicarse al notariado.

Ignacio Morales Lechuga – Voy a ser un poco crítico acerca de nosotros mismos. Yo llegué al notariado a los 27 años, y ahora estoy viendo que el promedio de arribo está en 42 años, y que el promedio de vida del notario está en 65 años. Es decir, somos un gremio compuesto por personas de la tercera edad. La ancianidad nos alcanzó y debe ser una preocupación compartida con la autoridad renovar los cuadros y dar acceso a los jóvenes al notariado. No puede ser que ingresen al notariado a una edad tan tardía. La función notarial requiere sangre nueva. Y digo que es una autocrítica porque somos nosotros quienes debemos ser responsables de formar nuevos cuadros y prepararlos para que nos sustituyan. En el servicio público uno se pregunta si ha cumplido; pero si no tiene quién lo sustituya, significa que no previó su marcha de la institución en la que estuvo al frente y, en consecuencia, no cumplió con la tarea formativa.

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