«El fiscal de hierro», como llamó el presidente José López Portillo al abogado Javier Coello Trejo —reconocido por su labor que lo llevó a encarcelar a más de 1,200 funcionarios, ex funcionarios y empresarios involucrados en diversos delitos, entre otros el líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, la Quina— publicó recientemente sus «Memorias», que rápidamente se han posicionado como el best seller del momento en las librerías. En esta entrevista nos comparte sus reflexiones sobre la percepción internacional de México como un Estado fallido, las razones por las que se opuso a la implementación del sistema acusatorio oral, su perspectiva del caso Rosario Robles y el desempeño de las instituciones de procuración de justicia en la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, entre otros temas de indiscutible actualidad.
Don Javier Coello Trejo, ¿se imaginó que su libro se volvería todo un éxito de ventas? No es algo común para un libro escrito por un abogado…
Javier Coello Trejo – Honestamente no me lo imaginé. Varios amigos me habían insistido en que escribiera algo, así que lo pensé y lo consulté con mi esposa y mis hijos, que también son abogados. Y me sirvió mucho la pandemia, porque estuve encerrado casi un año por prescripción médica. También le debo mucho a Alejandro Rosas, quien me ayudó a revisar documentación y a construir el libro. Lo presentamos a la editorial Planeta, decidieron publicarlo y al día de hoy ya llevamos más de 20,000 libros vendidos.
¿Por qué ahora, más de 30 años después de haber dejado el servicio público?
Javier Coello Trejo –Creo que fundamentalmente fue por mis nietos, por los jóvenes mexicanos. Estoy convencido de que aunque mucha gente de nuestra generación puso mucho empeño, perdimos la oportunidad de cambiar a México, principalmente en el ámbito de la procuración y administración de justicia.
Gracias a Dios, a mis 73 años, todavía tengo muy buena memoria, además de que tengo la costumbre de guardar copia de casi todos mis expedientes, de lo que hice en la Procuraduría General de la República, en el sexenio del presidente José López Portillo, bajo las órdenes de don Óscar Flores Sánchez. Él era muy precavido y me dijo: “Haga la lista de los rateros, licenciado”. Y la tengo.
¿Por qué decidió ser abogado?
Javier Coello Trejo –En realidad yo quería ser doctor, pero tuve un conflicto con mi maestro de biología durante un examen final; me agredió y yo no me sé dejar, así que me expulsaron. Creo que el destino estaba preparado para mí. Comencé a trabajar en Chiapas, a principios de la década de 1970, como ministerio público sin ser abogado —porque en Chiapas no se necesitaba serlo—. Eso me llevó a conocer a profundidad el problema de los indígenas y despertó mi curiosidad y pasión por la investigación. Y me puse a estudiar y a leer. También aprendí a interrogar, que es todo un arte.
El libro habla por sí solo y no quisiéramos revelar a los lectores más información, para invitarlos a leerlo. Sólo quisiera preguntarle si dejó algo fuera que hoy quisiera añadir…
Javier Coello Trejo –Sólo puedo y debo escribir sobre mi paso por la función pública. Desde luego hay cosas que se dejaron fuera, porque había demasiado material. Alejandro Rosas me advirtió que si seguíamos escribiendo todo, tendríamos un libro de 800 páginas, así que tuvimos que dejar fuera temas muy interesantes; por ejemplo, el de los narcosatánicos, que fue un caso muy sonado, y algunas otras investigaciones que hicimos para detener a delincuentes italianos y franceses en el sexenio del presidente López Portillo.
¿Errónea en qué sentido?
Javier Coello Trejo – Desde luego no estoy en contra de los derechos humanos; no puedo estarlo. Pero sí estoy en contra de que se le reconozcan derechos humanos a quienes asesinan, envenenan a los jóvenes con las drogas, matan a las mujeres, secuestran... Todos ellos tienen garantías individuales: tienen derecho a una defensa, a un juicio justo, pero no tienen derechos humanos. Los derechos humanos deben reconocerse a las víctimas, a la sociedad, a quienes trabajan y sirven a México de alguna manera.
Fue un hombre de resultados y de repente, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, terminó de forma tajante su actividad. Percibo un desasosiego en usted, una sensación de que pudo hacer más y se acabó la voluntad política…
Javier Coello Trejo –Sí, claro, obviamente. Pero el presidente pone y el presidente quita. Yo hubiera querido estar cuando menos otros dos años en la subprocuraduría encargada de la lucha contra el narcotráfico. Teníamos un gran equipo compuesto por casi 4,000 personas: agentes de la policía judicial, antinarcóticos, ministerios públicos y peritos que trabajábamos sin descanso —tan es así que, lo digo con cierta tristeza, mi esposa y mis hijos me iban a visitar a los separos—. Me hubiera gustado servir más a mi país, pero así es la política.
En el balance, ¿la política no fue justa con usted?
Javier Coello Trejo –Creo que no, pero estoy satisfecho. Gracias a Dios estoy vivo, aunque mucha gente me pregunta cómo es posible. Y lo estoy porque estudié y analicé profundamente a los delincuentes y a las mafias y entendí que tienen un código: no hay que meterse con la familia, que no tiene nada que ver en esos asuntos, y no hay que agarrar su dinero. Si usted les acepta el dinero, se vuelve su empleado y cuando las circunstancias lo obliguen a cumplir la ley, se volverá un traidor.
Yo nunca les recibí dinero, nunca lo toleré. Entregué cantidades estratosféricas de dólares y les demostré públicamente a los narcos que yo no recibía dinero.
¿Cuál debería ser la estrategia para combatir a los narcotraficantes?
Javier Coello Trejo –El Estado tiene la obligación de proteger a los ciudadanos y de aplicar la ley tan fría como es; hacer investigaciones a profundidad, porque no se puede imputar a nadie si no se prueba cada hecho. Y cuando sea necesario, aplicar la fuerza del Estado; hay que usarla.
Yo entendí la lucha contra el narcotráfico, y así lo determinó el presidente Salinas de Gortari en su toma de posesión, como una guerra. A los narcotraficantes, que se sienten empresarios, hay que aplicarles la ley. Y habrá enfrentamientos, porque ellos no se miden para matar.
¿Cuál es el éxito del Ministerio Público?
Javier Coello Trejo –Recibir una denuncia, investigarla a fondo, acreditar con elementos de prueba suficientes y, entonces sí, ejercitar la acción penal. El éxito de un Ministerio Público en un primer momento es el auto de formal prisión, que ahora es la vinculación a proceso. Pero el éxito absoluto es la sentencia. Es cuando realmente se hace la justicia; por eso se llama procuración de justicia y administración de justicia.
Trayéndolo al presente, esto sonaría como crítica al desempeño, por ejemplo, de la Fiscalía General de la República…
Javier Coello Trejo –Pero no sólo de la actual Fiscalía General de la República. Esto viene arrastrándose, con todo respeto, desde la época de Ernesto Zedillo. En lugar de darme risa, me da tristeza ver que hayan contratado a una vidente para hacer una investigación.
¿Por qué sucedió?
Javier Coello Trejo – Porque Zedillo era un economista, un hombre de finanzas, así que dejó la justicia en manos de quien no tenía capacidad. Se debe elegir a gente con oficio, que entienda, que sepa investigar y, fundamentalmente, que se ponga la camiseta. Ése es el problema.
Para la opinión pública estos casos mediáticos se vuelven un chisme político que no termina ni en consignaciones, ni en vinculaciones a proceso. La justicia está completamente desacreditada.
Javier Coello Trejo – Desgraciadamente sí. Y sucede porque hay justicia selectiva. Eso no puede ser: la justicia tiene que ser aplicada al parejo. Recuerde que quien roba una vez y no le pasa nada vuelve a robar; quien mata y no recibe castigo vuelve a matar. Así es como va creciendo la impunidad, que es lo que estamos viviendo hoy en día, una absoluta inseguridad.
¿México es un Estado fallido?
Javier Coello Trejo – Mire: durante mi época como subprocurador estuve 11 veces en Colombia, participé en conferencias, tuve muchos intercambios de información, practicamos operativos… Y le puedo decir que lo que pasó en aquellos años en Colombia se queda chiquito comparado con lo que estamos viviendo en México.
Respeto al señor presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque no estoy de acuerdo con él en muchas cosas. Pero creo que le falta asesoría, que le digan la verdad. Y ay de aquel funcionario público que no le dice la verdad al jefe, porque el que fracasa es el jefe.
También respeto al señor fiscal general, Alejandro Gertz Manero; fui su abogado. Pero no estoy de acuerdo en cómo está manejando las cosas. Y no es que sea él solamente: hay mucha gente debajo de él que no se pone la camiseta.
Mencionó usted al inicio que sus Memorias son para los jóvenes… Si alguien le dijera que quiere estudiar derecho, especializarse en el área penal y participar en la procuración de justicia, ¿se lo recomendaría?
Javier Coello Trejo – Claro. Pero también le diría que debe prepararse, estudiar, ser honesto. De hecho, es más fácil ser honesto que corrupto; es mucho más fácil ser leal que ser desleal. Y le aconsejaría que primero estudie bien en las aulas y después litigue. El abogado se hace en el litigio, lo mismo que el ministerio público; si va a ser ministerio público tiene que estudiar y entender que la investigación es la base de toda averiguación, hoy carpeta de investigación.
Un fiscal acostumbrado a investigar y encarcelar a los responsables, ¿qué opina de las medidas alternas de solución de conflictos y de los criterios de oportunidad?
Javier Coello Trejo – Yo fui uno de los que se opusieron al nuevo sistema penal adversarial. Respeto mucho a los egresados de la Escuela Libre de Derecho, como a todos los abogados, pero creo que convencieron al presidente Felipe Calderón Hinojosa de implementar un sistema que ya había fracasado en otros países.
La verdad es que no hay más transparencia, ni claridad. Lo único que sucedió es que la justicia se aletargó. Y sobre el criterio de oportunidad, yo no lo llamaría así. El que lo ejerce es simplemente un delator, un sapo, como dicen los colombianos.
No vamos a juzgar a nadie aquí, pero si, derivado de los dichos de Emilio Lozoya hay personas en la cárcel y están persiguiendo a otras, y él aparece departiendo en un restaurante, eso indigna…
Javier Coello Trejo – Claro que ofende. No puede existir justicia selectiva. Por ejemplo, hablemos del caso de Rosario Robles. Yo no sé si sea inocente o no, pero de acuerdo con ley no debería estar en la cárcel; debería llevar su proceso fuera.
Y además ella voluntariamente se presentó… ¿Entonces qué mensaje envíamos: mejor huye porque te está esperando la cárcel?
A mí me consultó uno de sus abogado la noche anterior a la audiencia. Y le dije: “No la entregues, porque conozco al fiscal”.
El panorama que nos pinta nos lleva inevitablemente al tema de las soluciones. Si tuviera que ofrecer tres consejos para revertir la situación de Estado fallido que vivimos, donde el crimen organizado prevalece, no se aplica la justicia o hay justicia selectiva, ¿cuáles serían?
Javier Coello Trejo – Primero, aplicar la ley; restituir el Estado de derecho a México, en todos los ámbitos. Por ejemplo, en la propiedad. Hay que sacar cada seis meses una constancia del Registro Público porque de repente aparece otro dueño inscrito. Y aplicar la ley también es auditar: los funcionarios que administran fondos de la nación tienen que ser auditados permanentemente. Dígame usted, ¿cuántas denuncias ha presentado la Secretaría de la Función Pública ante la Procuraduría o Fiscalía General de la República y cuántas han avanzado? El señor presidente dijo que en el aeropuerto de Texcoco había transas: pues entonces se deben acreditar. ¿Por qué no hay nadie en la cárcel por eso? ¿Y quién está en la cárcel por el huachicol?
Segundo: tener una policía bien preparada. No se trata de darles patrullas, sino conocimiento. El policía nace y se va desarrollando a través del tiempo.
Y tercero: tener una fiscalía realmente autónoma, que no sea utilizada para venganzas, que cumpla estrictamente con la ley. No utilicemos la figura de la delincuencia organizada para meter a todos en esa bronca.
Al dejar la función pública decidió poner un despacho que ha sido muy exitoso. ¿Se volvió defensor de personas que pudieron haber cometido los delitos que usted tanto combatió?
Javier Coello Trejo – En este despacho no se defiende a narcotraficantes ni a violadores. Narcotraficantes no porque iría contra mis principios, y violadores tampoco porque para mí ése es uno de los delitos más asquerosos que hay. El sexo es felicidad, es amor, no golpes.
Con la experiencia de los años, ¿qué haría diferente?
Nada, seguir sirviendo a mi país.
Y como abogado postulante, ¿qué le recomendaría a quien ejerce este oficio?
Ser honesto, hablar con toda la verdad e investigar. ¡Ay de aquel abogado penalista que no sea investigador!
Finalmente, ¿cuál sería la lección más grande que ha recibido en sus 50 años de ejercicio profesional?
La lección más grande que aprendí desde joven fue de mi padre: “Muerto antes que indigno”. El hombre que pierde su dignidad pierde todo. Es como el hombre que no es leal; un ser humano desleal para mí es una piltrafa. La lealtad es un concepto que encierra muchas cosas: ser real, ser honesto con uno mismo, para poder serlo con los demás.