Becarios y no sicarios

Es un desacierto pensar que solo a través del Derecho se pueden resolver los problemas sociales y dirimir los conflictos entre las personas. Hay quienes pretenden acabar con los fenómenos delictivos reformando las leyes penales, por ejemplo. En este texto, José Antonio Heredia Huerta presenta una propuesta para prevenir la delincuencia desde los programas educativos.


El sistema de justicia en México está orientado a esclarecer los hechos, proteger al inocente, procurar que el culpable no quede impune y reparar el daño causado por los delitos cometidos. Para lo anterior, cuenta con: policías, jueces y juezas, códigos penales, cárceles, ministerios públicos, entre otros.

Pero el verdadero combate a la delincuencia, la estrategia a largo de plazo para conseguir la paz social que tanto deseamos, está en los programas sociales, porque éstos combaten la desigualdad social provocada por los desequilibrios del desarrollo económico, con actividades encaminadas al fortalecimiento de valores y normas sociales; es decir, combaten la delincuencia mediante la prevención.

Como sostiene el Banco Mundial, Región de América Latina y el Caribe: “Nunca es demasiado temprano ni demasiado tarde para que la prevención funcione”.1 Y México no es el único país que ha adoptado esta política; también lo han hecho Uruguay (Pensálo Antes), Argentina (Plan Nacional de Prevención del Delito), Perú (Asistencia Solidaria Pensión 65), Brasil (Bolsa Familia), etcétera.

Los programas sociales favorecen una cultura de prevención como principal medio de protección para detectar y atender oportunamente problemas de conducta, adicciones, deserción escolar, alteraciones del estado de ánimo (depresión, bipolaridad, etcétera), maltrato infantil, rebeldía, entre otros, que se relacionan con las conductas de tipo antisocial. En nuestro país esta prevención comienza incluso desde antes que nazca un posible delincuente.

Primero, en la etapa previa al nacimiento, los padres y los familiares sirven como una puerta de entrada para la aplicación de políticas contra el crimen y la violencia. Un ambiente familiar sano tiene la capacidad de ayudar a los futuros hijos a que logren autorregularse y a distanciarse de la violencia.

Se dice que las causas de la agresión y del comportamiento violento se remontan a perturbaciones en el desarrollo cerebral del feto durante las primeras etapas del embarazo e, incluso, a complicaciones en el momento de nacer.

Para combatir estas causas y estas complicaciones los programas sociales proveen un ingreso económico adicional a las familias, el cual mejora la capacidad de los hogares para que los padres puedan dedicar suficientes recursos y tiempo al desarrollo de niños y niñas en forma de atención, bienes y servicios, es decir, mejoran la calidad de crianza de sus hijos y sus hijas.

Esta consideración es fundamental en los casos en que el padre o la madre vivan solos, porque, dada su situación como fuente única de ingresos, y progenitor o progenitora del hogar, están sujetos a un nivel más elevado de estrés, lo que puede dar paso a resultados inesperados en sus hijos y sus hijas: conductas violentas o delictivas.

Así, los programas sociales comienzan por reducir el tiempo que los padres dedican a trabajar fuera del hogar, para que puedan tener una mayor supervisión parental sobre sus hijos y sus hijas, lo cual será clave para la etapa de la niñez y, como se verá más adelante, para el comienzo del círculo virtuoso de alcanzar la paz social.

En la niñez los programas sociales deben evitar que los niños y las niñas abandonen la escuela y que no tengan un bajo nivel escolar (por ejemplo, secundaria incompleta), porque esos niños y esas niñas tendrán que enfrentar perspectivas de empleo (legal) con escaso potencial de crecimiento salarial, limitada adquisición de habilidades y difícil estabilidad laboral, dejándoles como única alternativa el trabajo en el sector informal o en la delincuencia.

Un estudio del Banco Mundial muestra que los resultados de vincular una carrera criminal con las primeras etapas de la vida son directamente proporcionales a las condiciones que la persona vivió en su infancia temprana, por lo cual la edad infantil es un periodo crítico para el desarrollo cognitivo y psicosocial adecuado, y aquellas condiciones son determinantes para el futuro ciudadano.2 Esto lo sustenta con el siguiente ejemplo:

Un análisis detallado de la relación costo-beneficio de un programa social que duró 40 años (el Programa Preescolar High/Scope Perry en Estados Unidos, focalizado en niños y niñas afroamericanos de edad preescolar con bajo cociente intelectual y bajo nivel socioeconómico) concluyó que cada dólar invertido en el programa significó 12.90 dólares de retorno para los contribuyentes y que la mayor parte de este beneficio implicó la reducción de la criminalidad masculina.3 Resultados similares han sido documentados en otros países en desarrollo.4

Si el niño o la niña consiguen obtener una educación completa y de calidad tendrán los elementos necesarios para alejarse de la delincuencia durante la etapa de la juventud, cuando el riesgo de involucrarse en comportamientos antisociales y criminales es el más alto, porque es cuando los jóvenes encuentran en la delincuencia una forma rápida y sencilla de conseguir satisfacciones (dinero, respeto, pertenencia a un grupo, etcétera). Pero si los jóvenes están acostumbrados a que una norma o una regla pueden ser violadas (por ejemplo: copiar en los exámenes de la escuela, faltar a clases, grafitear un vehículo estacionado, etcétera), serán más propensos a violar otras normas, como robar.5

Por eso, el apoyo previo de los programas sociales fue una pieza clave, pues la familia o los padres que aprovecharon adecuadamente el apoyo obtenido en etapas anteriores pudieron dedicar el tiempo y los recursos necesarios para la adecuada crianza de sus hijos y sus hijas y evitar conductas negativas en esa etapa.

En consecuencia, los programas sociales ayudan a mantener a los jóvenes en sus estudios, para que completen una educación media o alta, porque aquellos que comienzan su carrera laboral muy pronto, trabajando largas horas en la informalidad, poco calificados y mal remunerados, junto a otros jóvenes “nocivos” (de poca educación y escasas habilidades, que tal vez ya están involucrados en actividades ilegales) corren un riesgo alto de abandonar la escuela definitivamente y dedicarse al delito. Podemos afirmar que un apego temprano al mercado laboral puede tener consecuencias contraproducentes.

Dejar en los jóvenes la idea de terminar su educación, y no optar por un trabajo mediocre y mal remunerado, es parte de los objetivos de los programas sociales y será fundamental para la edad adulta, cuando los programas sociales se enfocan en complementar la remuneración del mercado laboral, sobre todo para aquellos que sólo alcanzaron el segmento poco calificado, porque la falta de un ingreso suficiente es un factor determinante para el comportamiento criminal, incluidos los delitos violentos.

Una situación de pobreza puede inclinar la opción de trabajar en actividades legales o ilegales. La evidencia del Banco Mundial apoya la noción de que un trabajo mal remunerado, que da paso a una condición de escasez, aumenta el estrés y obstaculiza la toma de decisiones: “La pobreza obliga a las personas a entrar en una suerte de túnel cognitivo que, por un lado, las hace menos conscientes de los sesgos cognitivos a la hora de tomar decisiones económicas y, por el otro, les impone un ‘impuesto cognitivo’ considerable que limita la capacidad de un individuo de desempeñarse adecuadamente. Esto puede llegar a reducir las capacidades cognitivas y de autocontrol de los pobres e incluso influir en el comportamiento antisocial”.

Es decir, el empleo en sí mismo no es suficiente para disuadir la criminalidad. De ahí la necesidad de un apoyo social para todos, sin importar su nivel socioeconómico.

Esta etapa también presenta un reto para los programas sociales porque, como ya se vio antes, el crimen y la violencia operan directamente sobre la falta de ingresos (porque los asaltos vuelven asequibles los bienes deseados o incitan a la violencia), y porque los apoyos económicos también corren el riesgo de ser usados para la compra de sustancias nocivas como el alcohol y las drogas, favoreciendo la violencia familiar y el daño psicológico en hijos e hijas.

Pero lo más importante de esta etapa es que puede dar inicio al círculo virtuoso del combate a la delincuencia: si los integrantes de la familia supieron aprovechar los programas sociales tendrán un ambiente familiar sano, sus hijos e hijas estarán adecuadamente educados, gozarán de empleos remunerados y satisfactorios, y todos habrán logrado distanciarse de la delincuencia. Y los que un día, cuando fueron niños o niñas (e, incluso, desde antes de nacer) recibieron los beneficios de los programas sociales, ahora como adultos, al formar su propia familia, podrán ofrecer el mismo nivel de crianza a sus hijos e hijas, y así sucesivamente, hasta consolidar el círculo virtuoso para lograr la paz social.

En la etapa del adulto mayor los programas sociales se enfocan en seguir robusteciendo el núcleo familiar, evitándoles ser una carga económica para la familia y facilitándoles también, desde su posición de abuelo o abuela, dedicarse al cuidado de los nietos y las nietas.

En conclusión, la gravedad de una sanción tiene poco efecto disuasorio sobre el nivel de criminalidad; más aún, a medida que las sentencias se alargan, la disuasión adicional disminuye; de ahí que las sentencias más largas exhiban un retorno decreciente.

No importa cuántos policías, jueces y juezas, cárceles, códigos penales, etcétera, lleguemos a tener, pues nunca serán suficientes si en cada familia se gesta un delincuente (o más de uno).6

El Banco Mundial subraya que no hay «fórmula mágica o política única» para solucionar el problema de la delincuencia y destaca que sólo recurrir a una mayor acción policial o a una mayor encarcelación no es suficiente. Una combinación bien enfocada de iniciativas puede desempeñar un papel importante en la prevención de actos violentos y conductas delictivas.

La Organización de las Naciones Unidas, en México, lo ilustra con la teoría de la ventana rota: “Imagina un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, habrá quienes rompan unas cuantas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio. Y si éste está abandonado, es posible que lo ocupen y ¡hasta le prendan fuego!”.7

Lo mismo ocurre en México cuando dejamos a un niño o una niña sin el cuidado adecuado: comenzará rompiendo una ventana y terminará en la delincuencia organizada.

Notas:
  1. Banco Mundial, Región de América Latina y el Caribe, “Prevención es crucial para reducir crimen y violencia en América Latina y el Caribe”, 7 de febrero de 2017. Disponible en
    https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2017/02/07/prevention-is-crucial-to-reduce-crime-and-violence-in-latin-america-and-the-caribbean.[]
  2. Chioda, Laura, “Fin a la violencia en América Latina: una mirada a la prevención desde la infancia a la edad adulta”, Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento-Banco Mundial, 2016. Disponible en
    https://www.bancomundial.org/es/results/2018/05/17/fin-a-la-violencia-en-america-latina-una-mirada-a-la-prevencion-desde-la-infancia-hasta-la-edad-adulta.[]
  3. Clive R. Belfield, Milagros Nores, Steve Barnett y Lawrence Schweinhart, “The High/Scope Perry Preschool Program: Cost-Benefit Analysis Using Data from the Age-40 Follow up”, The Journal of Human Resources, 25(4), 2006.[]
  4. Paul Gertler, James Heckman, Rodrigo Pinto, Arianna Zanolini, Christel Vermeersch, Susan Walker, Susan M. Chang y Sally Grantham-McGregor, “Labor Market Returns to an Early Childhood Stimulation Intervention in Jamaica”, Science, 344 (6187), 2016, pp. 998-1001.[]
  5. Keizer Kees, Siegwart Lindenberg y Linda Steg, “The Spreading of Disorder”, Science, 322 (5908), 2008, pp. 1681-1685.[]
  6. En México nos mueve la paz: Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia”, Secretaría de Gobernación, 4 de marzo de 2016. Disponible en
    https://www.gob.mx/segob/acciones-y-programas/en-mexico-nos-mueve-la-paz-programa-nacional-para-la-prevencion-social-de-la-violencia-y-la-delincuencia#:~:text=El%20Programa%20Nacional%20para%20la,as%C3%AD%20como%20a%20los%20programas[]
  7. onu México. Disponible en
    https://onuhabitat.org.mx/index.php/reduccion-del-crimen-a-traves-de-la-planificacion-y-gestion-urbana.[]

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