Con una larga trayectoria como operadora del sistema de justicia, primero, y como litigante, posteriormente, Luisa Conesa nos aproxima en esta entrevista a la función de los jueces en una democracia constitucional.
Luisa Conesa Labastida es socia fundadora de Conesa y Moreno, Abogados (C&MA), cuyas principales áreas de práctica son el litigio constitucional y administrativo. Es licenciada en Derecho por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y maestra en Derecho por la Universidad de Columbia. Cuenta con cerca de 20 años de experiencia en diversas áreas del Derecho: academia, carrera judicial y, actualmente, litigio.
¿Siempre supiste que querías ser abogada?
Desde niña tenía vocación argumentativa.
¿En qué universidad decidiste estudiar y cómo fue tu experiencia universitaria?
Luisa Conesa – Elegí el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) porque, histórica y familiarmente, me parecía la universidad con más prestigio. Igualmente, tuve la fortuna de estudiar en un periodo muy especial en el que el ministro en retiro José Ramón Cossío era jefe del Departamento de Derecho, donde fui —junto con otro grupo de alumnos y alumnas— su asistente. Cuando lo nombraron ministro en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) me incorporé a su ponencia.
¿Cómo fue trabajar en la SCJN?
Luisa Conesa – Espectacular. Fue una época muy especial para la Corte porque corría exactamente la mitad de la novena época. Fue un momento en el que había terminado la época de la interpretación de legalidad de la Ley de Amparo y comenzaba a tomarse más en serio su papel como tribunal constitucional. Adicionalmente, lo que viví desde la Primera Sala fue muy relevante para la definición de derechos y para una nueva manera de redactar sentencias.
¿Cómo se conformó la ponencia del ministro José Ramón Cossío?
Luisa Conesa – Cada miembro de la ponencia tenía un talento específico: todos aprendíamos de los compañeros. La mayoría jóvenes; rondaban los 30 años de edad. Los secretarios iban a diversas cortes, como la colombiana y la española, o a las cortes de apelación estadounidenses, para traer estos conocimientos. Cossío fue un ministro que impulsó a los secretarios a ingresar a la academia y a salirse del estudio exclusivo de los expedientes. Destaco su ética de trabajo; su vocación de servicio público. Agradezco mucho haber tenido esa formación.
¿Cuál es la trascendencia en la conformación de una ponencia?
Luisa Conesa – Lo que puedo decir, según mi experiencia, es que la manera en la que Cossío comenzó a integrar la ponencia permitió que se juntaran distintas visiones del Derecho. Desde quienes éramos estudiantes hasta los secretarios que provenían de diversas esferas: académicos, judiciales y litigio. Considero que la suma de estas tres visiones enriqueció mucho su teoría constitucional.
¿Cómo debe ser la formación de un estudiante de Derecho?
Luisa Conesa – Soy fiel creyente de que un buen abogado debe conjuntar teoría y práctica. No se puede entender una sin la otra. No sólo hablar del Derecho, sino del Derecho en acción: analizar expedientes y sentencias, así como incluir estudios estadísticos y numéricos.
¿Consideraste realizar carrera judicial?
Luisa Conesa – Tuve carrera judicial muchos años. Empecé en la Suprema Corte en 2004, como oficial; luego trabajé en el Tribunal Constitucional Español; regresé como secretaria de Juzgado y de Colegiado y en la Comisión Investigadora de la Guardería ABC. Sin embargo, llegó un momento en que diversas circunstancias se alinearon, por lo cual tomé la decisión de incursionar en la práctica privada, la cual tiene mucha vinculación con mi personalidad.
¿Cómo fue el cambio del ámbito jurisdiccional al litigio?
Luisa Conesa – Sin duda alguna fue un cambio difícil, por mi edad. A los 27 años, sin experiencia en litigio, no fue fácil que me contratara un despacho de litigio constitucional. Pero hoy puedo afirmar que contar con experiencia en ambos lados de la moneda ha forjado mi visión del Derecho. Desde luego me parece que la Suprema Corte es la cúspide de una carrera jurídica.
¿Qué retos has tenido como mujer en la abogacía?
Luisa Conesa – Tradicionalmente, la abogacía es una profesión conservadora. Quizás el litigio lo es aún más. El tiempo que demanda implica muchos sacrificios, lo cual tiene un impacto desproporcionado en las mujeres. Basta voltear a ver cuántas socias de despachos hay actualmente. Yo decidí forjarme un camino, con un despacho propio a los 31 años, lo que me ha permitido hoy en día contar con un gran socio y un magnífico equipo, con quienes comparto una visión igualitaria.
¿Un caso relevante como litigante?
Luisa Conesa – He tenido oportunidad de defender causas muy interesantes con las que estoy muy comprometida. Algunos de los casos más cercanos a mi corazón son las acciones de inconstitucionalidad de Ley de Remuneraciones y de tasa de iva de 0 por ciento para personas menstruantes, la controversia constitucional presentada contra el Acuerdo de Militarización y los amparos para la reglamentación de la cannabis medicinal, la libertad de expresión de la revista Cáñamo para hablar sobre cannabis, el acceso a tratamientos de personas transgénero y el matrimonio igualitario celebrado fuera del país.
Si pudieras reformar la Ley de Amparo, ¿qué cambio le harías?
Luisa Conesa – Más de uno. Pero me parece que el cambio esencial es el mecanismo de ejecución de las sentencias y las suspensiones. Urge. No tiene sentido el gasto en recursos humanos, tiempo, dinero y esfuerzo si no se puede ejecutar una suspensión o una sentencia. Desgraciadamente, es más frecuente de lo que se pueden imaginar. Una sentencia no es más que su ejecución.
¿Cómo se legitiman las y los ministros de la Suprema Corte?
Luisa Conesa – Por su capacidad técnica y, posteriormente, por sus sentencias. Las personas que lleguen al más Alto Tribunal deben brillar por su reputación, su honor, su neutralidad y su apartidismo. Recordemos que el juez no sólo debe ser imparcial sino que debe parecerlo.
¿Cambiarías la forma de seleccionar a las y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación?
Luisa Conesa – Desde luego. Es un modelo que tanto en Estados Unidos (del cual heredamos el modelo de selección) como en México está gastado. Precisamente, una composición heterogénea en un tribunal constitucional se puede lograr cuando los ministros no sean propuestos sólo por el presidente, sino por otros grupos como la academia, el Consejo de la Judicatura o la sociedad civil.
Ahora bien, respecto de las ternas, pienso que es más acertado tener a un solo candidato como en Estados Unidos: el presidente se juega todo su capital político en un solo ministro. En cambio, una terna termina diluyéndose en un favorito y otros que simplemente lo acompañan; esto se puede descomponer si no queda el favorito.
Ahora, es equivocado e injusto pensar que cada ministro se le debe al presidente que lo nombró y que seguirá sus órdenes en la Corte. Criticar a un ministro o a una ministra por no anular actos del Ejecutivo sin más es una visión miope. En ese sentido, la defensa que realiza el ministro presidente Arturo Zaldívar de dichas críticas tiene un punto de razón. No debemos ser tan simplistas: debemos analizar expedientes y sentencias.
Lo que se necesita es un actuar robusto de los operadores jurídicos en un entorno de libertad de expresión, en el que analicemos sentencias y expedientes para poder realizar una crítica constructiva y fundada sobre el actuar de los y las jueces constitucionales.
¿Qué relación debe tener el Poder Judicial con la ciudadanía, sobre todo en torno de la actual forma de comunicación del presidente de la Suprema Corte?
Luisa Conesa – Pienso que debe hacer un esfuerzo para comunicar sus sentencias en lenguaje claro para los ciudadanos. Sin embargo, los órganos siempre deben mantener su institucionalidad. No sólo la del Poder Judicial sino la todos los poderes que conforman al Estado mexicano. La voz de los órganos debe ser la de las instituciones, y no la de las personas. Lo que hace que un Estado perdure son las instituciones: las personas van y vienen; puedes tener un buen o un mal titular. La institucionalidad perdura y es minada cuando se centra en las personas.
Has tenido la oportunidad de participar en diversos sectores que conforman el Derecho: el sector público, la academia y el sector privado ¿Considerarías que cada rama en la que uno se puede enfocar conlleva distintos puntos de vista?
Luisa Conesa – Desde luego, el sector en el que estés implica una práctica distinta. Los jueces deben ver el caso en específico, pero también tiene que mirar hacia atrás de cara al precedente y hacia delante a efecto de tomar una decisión que sea replicable en casos a futuro.
Ahora bien, lo propio de la academia es la reflexión, con tiempos que no están sujetos a los plazos procesales, la mira al Derecho comparado, el estudio teórico y el análisis empírico.
En contraste, el litigio está forjado en el pragmatismo, en la resolución de un problema y en la generación de una estrategia adecuada, con la presión temporal de los lapsos procesales. Desde luego, lo anterior debe tener apoyo en el marco constitucional y en los precedentes judiciales. Un buen litigante debe entender la importancia de ser una persona honorable que propone argumentos serios y se conduce con verdad.
¿Qué podríamos esperar en el futuro después de Dobbs V. Jackson?
Luisa Conesa – Es razonable pensar que los ministros comparten ciertos valores con el presidente que lo nominó. Sin embargo, lo que se espera es que aun así se comporten con fidelidad a la Constitución y al precedente. Lo que parece no estar sucediendo en Estados Unidos y que por eso esté pasando por una crisis de legitimidad.
Me parece que estamos viendo un escenario trágico —por lo menos desde el punto de vista liberal— que se perpetuará por muchos años, debido al diseño con cargos ad perpetuam. Se gestaron condiciones políticas particulares que llevaron a que Donald Trump haya nombrado a tres ministros como ningún presidente en la historia lo había hecho desde Ronald Reagan. Mientras no existan mecanismos que volteen a ver el peor escenario, irremediablemente los peores escenarios se producirán.
Hacia delante es razonable pensar que la Corte será congruente con la visión del Derecho mayoritaria y que eso podrá traducirse en una regresión en triunfos de derechos humanos, como se anuncia en la sentencia de Dobbs, frente al matrimonio igualitario o el acceso a medicamentos de anticoncepción.
¿Nuestro sistema prevé esos escenarios?
Luisa Conesa – En los Papeles Federalistas se llama a balancear la ambición con la ambición para diseñar instituciones pensando que los hombres son demonios, no ángeles. Cuando insertamos ese componente y asumimos la ambición dentro del sistema, tenemos un sistema que funcionará en la realidad.
A mi manera de ver, en años recientes se ha demostrado que no tenemos mecanismos adecuados para enfrentar escenarios hegemónicos.
¿Se puede considerar que los acontecimientos de la Corte estadounidense son un panorama de posibles circunstancias para la Corte mexicana?
Luisa Conesa – En México, un tema sobre el cual debemos reflexionar es la regla de ocho votos para acciones de inconstitucionalidad y para controversias de constitucionalidad. Desde luego, es un tema de mucha complejidad.
Tiene como racionalidad que, si se realizara el acto más disruptivo en el orden constitucional —esto es, anular la voluntad general—, sea más complicado conseguirla. Desde luego, tienes que ser muy cauteloso, lo cual se refleja con la mayoría de ocho.
En la actualidad, cuando hemos visto una Corte que lucha por su supervivencia, esta supermayoría es muy difícil de lograr y actúa en detrimento de la supremacía constitucional. Hemos visto muchas decisiones mayoritarias en estos años de inconstitucionalidad pero que no alcanzan la supermayoría.
Debemos preguntarnos si es momento de reformar este sistema, previendo que se repitan momentos históricos como el actual. Nos toca, generacionalmente, ser críticos, y serlo de manera informada y respetuosa. De igual manera, quienes ejercen el poder deben escuchar y tolerar la crítica. Así se forma el Estado de Derecho.