Revictimización de las víctimas de la ausencia de Estado

La ausencia de Estado revictimiza a las víctimas de la violencia y de la delincuencia. Los ejemplos que ilustran esta afirmación, en México, son numerosos. Arturo Yamil Alvarado Díaz Slim analiza esta cuestión a la luz de lo que recientemente ocurrió a María Ángela.


Durante más de la mitad de enero de 2023 las redes sociales se inundaron con la noticia del caso de María Ángela, quien fue vista por última vez la noche del jueves 19 de ese mes en la zona de Indios Verdes de la capital. De acuerdo con testigos, la joven de 16 años de edad fue raptada en el paradero del metro cuando su madre se ausentó unos minutos para entrar al baño. En cuestión de horas, internet se vio invadido por la Alerta Amber y por las fotografías de la desaparecida. Era imposible no haber visto por lo menos una publicación relacionada con el suceso. La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México comenzó la búsqueda de la adolescente, al mismo tiempo que sus familiares y sus amigos se movilizaban para hacer lo propio. Para llamar la atención de la opinión pública bloquearon la carretera México-Pachuca.

Afortunadamente, María Ángela fue encontrada con vida unos días después en Nezahualcóyotl, Estado de México, aunque en malas condiciones: desnuda, atada y envuelta en una bolsa negra. Inicialmente, la fiscalía la inculpó, pues sostuvo que la suya había sino una desaparición voluntaria. Sin embargo, gracias a la presión ciudadana, la fiscalía tuvo que disculparse con la joven y con su familia por la emisión de ese desafortunado dictamen.

No obstante, lo anterior no impedirá que esa conducta de nuestros cuerpos policiacos se repita. Además, ya había ocurrido en el caso de la desaparición de Debanhi, en Nuevo León, cuando la policía aseguró que la joven había caído accidentalmente en el tinaco donde fue encontrada. El patrón revictimizador de nuestras instituciones, aunado a la normalización de la criminalidad mexicana, ocasiona que nuestra sociedad caiga en la decepcionante cultura de culpar a las víctimas por los crímenes de los que son objeto. Lo peor es que los medios de difusión también se benefician de esas circunstancias pues manipulan los relatos de los hechos para atraer la morbosidad de quienes piensan que la violencia es la regla y que el crimen es culpa de quien lo padece. 

De ese modo, los mexicanos internalizamos ciertas conductas, como dejar encendidas las luces de la casa para que los eventuales delincuentes crean que hay alguien ahí, o vestir de forma conservadora para evitar ser asaltados; conductas que parecerían psicóticas en un Estado donde el crimen no es lo normal. En fin, todo es parte de una cultura revictimizadora propiciada por las instituciones que más que proteger a la ciudadanía la aterrorizan.

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