Ahí está el detalle: El juicio de Cantinflas

La reflexión sobre el uso del lenguaje en el Derecho y en la política ha sido ampliamente criticada en la historia. Recientemente, Tito Garza platicó con nosotros sobre el abogañol utilizado para confundir a las personas. En esta ocasión Jaime Vázquez se aproxima a la crítica hecha por Mario Moreno en el cine mexicano.


El 18 de noviembre de 1956 la revista cubana Carteles publicó la entrevista que Guillermo Cabrera Infante, bajo su seudónimo G. Caín, le realizó en La Habana a Mario Moreno Cantinflas

Al mediodía, don Mario toma el desayuno en su habitación y recibe al joven reportero, fanático del cine:

“—¿Cuál considera usted su mejor película?

—Hay una respuesta muy sobada que siempre ofrecen todos los actores: la que no he hecho. Yo también quiero hacerla mi respuesta

—¿Y Ahí está el detalle?” 

Suponemos que Mario Moreno sonrió ante ese comentario, y recordó el éxito de aquella película: “Fue el primer film que dio a conocer al público al personaje mío, por eso me interesa”.

Mario Moreno trabajó de mandadero y zapatero, en un billar, y quiso ser boxeador y torero antes de hechizarse con las carpas de barrio. 

Debutó en el cine en 1936 en No te engañes corazón, de Miguel Contreras Torres. Su personaje se llamaba Canti. Fue el Tejón, pareja de Manuel Medel en ¡Así es mi tierra! (1937), de Arcady Boytler, y Polito Sol, nuevamente con Medel, en Águila o sol

Con producción y argumento de Salvador Novo y dirección de Chano Urueta, actuó en El signo de la muerte (1939). Ya con el nombre de Cantinflas protagonizó seis o siete cortometrajes.

Dirigido por Juan Bustillo Oro, con argumento del director y de Humberto Gómez Landero, estelarizóAhí está el detalle, estrenada en septiembre de 1940, un éxito inmediato que colocó al “mimo de México” en los cuernos de la luna. 

Como escribiera Salvador Novo, Mario Moreno supo “entregar a la saludable carcajada del pueblo la esencia demagógica de su vacuo confusionismo [Ahí] estriba el mérito y se asegura la gloria de este hijo cazurro de la ciudad ladina y burlona de México, que es Cantinflas”.

Ahí está el detalle, madeja de enredos y confusiones, nos entrega como conclusión de la aventura un juicio en el que se resuelven a trompicones los engaños, las mentiras y los cuentos que se han montado en la historia. 

El asesinato del vividor Bobby Lechuga, apodado el Fox Terrier (Antonio Bravo), es confundido con la muerte del perro rabioso del matrimonio formado por Cayetano (Joaquín Pardavé) y Lolita Lastre (Sofía Álvarez). El culpable: Cantinflas

El juicio se resuelve con el enfrentamiento del discurso: la confusión lingüística ilimitada del “peladito”, la cantinfleada, contra el metalenguaje de los abogados: el fiscal, el juez y el defensor en una lucha que va más allá de la justicia. 

En 1950 Bustillo Oro produce una segunda versión de la película, Vivillo desde chiquillo, ahora con la pareja de Manolín y Shilinsky, dirigida por Emilio Gómez Muriel.

En su vida profesional Mario Moreno poco a poco mató a Cantinflas. Las huellas de su delito están en las películas en las que abandonó al “peladito”. 

En aquella entrevista de 1956, sobre su peculiar retahíla, le declara a Cabrera Infante: “Es una manera de expresarse muy corriente del pueblo mexicano. Eso viene de los días de la Revolución. Pertenece a esa clase de individuos que se ven obligados a discutir de todo sin saber de nada […] hablan y hablan volviendo una y otra vez a las mismas palabras. En México hay un político muy conocido por su oratoria cantinflesca”.

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