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Anatomía de un asesinato, la justicia no es lo que parece

Anatomía de un asesinato


El juez John D. Voelker, graduado en la Universidad de Michigan, publicó en 1958, bajo el pseudónimo de Robert Traver, Anatomía de un asesinato. La novela fue un éxito editorial y el juez abandonó su trayectoria en tribunales para dedicarse a su nueva pasión, la escritura, que sumó a su viejo entusiasmo por la pesca.

La ley, la figura del abogado, los juicios, los malabarismos con los hechos, los datos, los testigos y la pesca surgidos del libro están en la versión que Wendell Mayes adaptó al cine y que Otto Preminger dirigió en 1959.

Anatomía de un asesinato se estrenó en junio de ese año en Estados Unidos, y en México, en enero de 1960.

Preminger, el Ogro, como le conocían en Hollywood, había dirigido antes su versión de Porgy and Bess, con Sidney Poitier y Dorothy Dandrige, cuando tomó el proyecto de Anatomía de un asesinato. Filmada en poblaciones de Michigan, cuenta el asesinato de Barney Quill, el dueño de un bar. El homicida confeso es Fred Manion (Ben Gazzara), un militar que al enterarse de que su esposa fue violada por Quill toma la justicia por su mano. 

En Michigan, el abogado Paul Biegler (James Stewart, impecable) vive la vida pescando, tocando jazz al piano (Duke Ellington pone música a la película y aparece brevemente) y departiendo con su viejo amigo borracho Parnell McCarthy (Arthur O’Conell), cuando recibe la visita de Laura, esposa del militar encarcelado por el crimen.

Laura (Lee Remick, espléndida) es atractiva, desenfadada, insinuante, una “mujer fatal” rústica y en pantalones, que le pide a Biegler que defienda a su esposo. El personaje era originalmente para Lana Turner, quien no llegó a un acuerdo con la producción, y Remick, actriz del Actor’s Studio, lo tomó. Realizaba su primer estelar después de filmar con Elia Kazan Un rostro en la multitud y con Martin Ritt Un largo y ardiente verano.

Biegler asume la defensa del militar con las armas del abogado de provincia, leal, astuto, sencillo y sensato. Aparece como el juez Weaver, el no actor y célebre abogado Joseph N. Welch, quien en junio de 1954 enfrentó a Joseph McCarthy, oscuro perseguidor de subversivos, traidores a la patria, contrarios a los ideales estadounidenses.

Preminger sienta en el banquillo al asesino que justifica su crimen con argumentos que el público nunca sabe qué tan ciertos son. Hay serias dudas sobre la sinceridad de la esposa. La violación queda en segundo plano en los alegatos, un tema tocado con pinzas para no mencionar, por pudor, la ropa íntima femenina, objeto fundamental de la trama. Biegler, en algún momento, parece más interesado en saber la verdad que en defender a su cliente.

El jurado popular tiene la palabra. Al final, el compañero borrachín de Biegler nos dice: “Doce personas en una habitación, diferentes mentalidades y corazones, de procedencias diferentes. Doce pares de ojos, y se les pide que juzguen a un ser humano tan diferente a ellos como ellos entre sí. Al emitir su veredicto deben ser una sola mente, unánime. Uno de los milagros de nuestra deshumanizada sociedad es que lo consigan. Dios bendiga a los jurados”.El jurado da su veredicto. En Anatomía de un asesinato la justicia no es lo que parece.


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