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Daniela Ancira: Las cárceles de México y el mito de la reinserción social

Daniela Ancira

Daniela Ancira | Foto: David F. Uriegas ©

Para Daniela Ancira, joven abogada y emprendedora social, el camino para reducir los índices de reincidencia y delincuencia en México pasa necesariamente por la creación de programas de reinserción social dentro de las cárceles y la implementación de talleres y actividades que contribuyan al desarrollo integral de las personas. En esta entrevista cuenta cómo surgió su vocación por apoyar a las mujeres en prisión y habla del trabajo que realiza en La Cana, proyecto social que brinda oportunidades de trabajo para este sector vulnerable de la población.


¿Por qué decidiste involucrarte con los dramas penales y ayudar a las mujeres que están privadas de la libertad?

Daniela Ancira – Para mí, conocer una cárcel fue conocer un México invisible. Me acuerdo de la primera vez que fui al penal con una chava que en ese entonces tenía mi edad —21 años, más o menos— y me contó su historia. Me dijo que estaba en prisión desde los 18 años porque había salido con un chavo pandillero que vendía droga y en el momento en que lo detuvieron a él también la detuvieron a ella y la condenaron a 20 años. Entendí que la delincuencia se puede evitar porque es producto de las circunstancias en que nacen y crecen las personas, así como de las oportunidades que tienen.

Desde el derecho, quise trabajar ahí. Así surgió La Cana, como un programa para llevar actividades productivas a prisión. Aunque no es algo que yo haya inventado: mi abuela paterna fue una mujer filántropa, activista; siempre le interesaron los temas sociales. Y uno de ellos fue trabajar con personas en reclusión. Ella es del norte del país y el tiempo que vivió allá se dedicó a llevar canastas para que las confeccionaran en la cárcel y las vendieran en los mercados locales.

¿Quién es Daniela Ancira?

Daniela Ancira – Estudié derecho en la Universidad Anáhuac. Durante la carrera, la universidad tenía un programa de voluntariado para que las alumnas de la Facultad de Derecho dieran asesoría jurídica en el penal de Barrientos. Este programa me interesó muchísimo. Por cultura general, como abogada, tenía que conocer cómo era la cárcel, así que entré como voluntaria. Cursaba los primeros semestres de la carrera y no sabía nada de derecho penal. Así empecé a conocer el sistema penitenciario. Me impresionó mucho ver que la mayoría de la gente que acude a las visitas son mujeres; he aprendido que las mujeres somos quienes más vamos a los reclusorios. También me impresionaron los filtros de seguridad, los olores, las condiciones de higiene. Algo que me impactó fue saber que no había actividades productivas en prisión, que la gente no aprende nada, que no hay clases, ni trabajo.

¿Cuál debería ser el papel de la sociedad civil en los procesos de reinserción social?

Daniela Ancira – Abrirnos y entender la realidad de nuestras cárceles. Nos enseñan que la cárcel es el lugar a donde entra la gente que comete un delito, pero ya no nos cuentan qué sucede adentro, ni después. La realidad de nuestras prisiones es que no son centros de reinserción social. Son lugares de violencia donde no existen las condiciones para que la gente se reintegre a la sociedad; no hay actividades laborales, ni productivas, ni educativas.

La reinserción social es un eje fundamental para la seguridad pública. El papel de la sociedad es abrirse para entender que tenemos un sistema de justicia penal muy injusto, que no todo el mundo en prisión es culpable y que, aunque sea culpable, las circunstancias por las que ha delinquido son complejas. No se trata de justificar los delitos, sino de comprender las circunstancias en que se cometieron. Si no les damos oportunidades a esas personas, muy probablemente regresarán a delinquir.

Ya nos platicaste un poco sobre esto, pero, para ahondar, ¿cómo contribuye La Cana a la causa de la reinserción social?

Daniela Ancira – En La Cana tenemos un programa integral. Empezamos con tejido porque la necesidad más urgente que identificamos fue la económica, tanto para el mundo de afuera como para solventar los gastos allí dentro. Pero si realmente queremos hablar de reinserción social, no podemos nada más dar trabajo y generar dinero. Hay historias muy complicadas y tristes de mujeres que sufrieron violencia física, emocional y sexual desde una edad muy temprana, y hay muchas partes que se tienen que sanar si realmente se quiere ayudar a cambiar y a construir un proyecto de vida distinto. En este sentido, también tenemos un área de atención psicológica y salud mental.

Trabajamos asimismo la educación sobre violencia de género, pues nos hemos dado cuenta de que muchas mujeres llegan a prisión por culpa de sus parejas y por falta de empoderamiento económico y emocional. Tenemos un área de educación, cultura y deporte: hay talleres de matemáticas, inglés, lectura feminista, escritura, yoga y teatro. Contamos con un eje de investigación e incidencia en políticas públicas donde impulsamos diversas reformas o políticas para contribuir a la mejora del sistema penitenciario y para propiciar que se regule y promueva el trabajo en prisión.

Tenemos el Proyecto Libertad para mujeres que fueron injustamente encarceladas o que han sufrido violaciones a sus derechos humanos dentro de la prisión. Además, contamos con un programa de seguimiento en libertad. Aquí donde estamos ahora es un centro de atención para mujeres que obtuvieron su libertad. Establecimos una alianza con la Universidad Iberoamericana para que ellas puedan continuar con su educación y las canalizamos a empleos formales.

Se acusa a las nuevas generaciones de falta de compromiso y empatía. Tu trabajo y el de tu equipo en La Cana contradice esta idea. ¿A qué atribuyes que otros jóvenes no se involucren en proyectos, cualesquiera que sean, tendientes a mejorar y cambiar nuestra sociedad?

Daniela Ancira – Difiero. Veo a muchas y a muchos jóvenes, activas y activos; gente que tiene proyectos increíbles. Cada vez hay más jóvenes involucrados en temas sociales. Pero tienes razón: hay una parte de la sociedad que no se involucra con ningún tema, por falta de empatía y debido a la normalización de la violencia y de los problemas que padecemos en México.

La normalización de la violencia hace que nada nos preocupe. Basta mencionar el caso del bebé Tadeo que ocurrió hace algunas semanas: apareció muerto en el basurero de un penal y por un momento la noticia pasó inadvertida. Este fenómeno nos hace perder la capacidad de asombro, pues no debería ser normal que maten a la gente, que violen a las mujeres y que desaparezcan a las niñas.

Hay que promover la empatía hacia las personas que están en situaciones menos afortunadas, no juzgar a las que están en prisión y entender que hay otras realidades. Acercarnos a escuchar sus historias y comprender este tipo de realidades genera empatía.

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De las historias que has escuchado en las cárceles femeniles, ¿cuáles han sido las que más te han impactado?

Daniela Ancira – Hay muchas historias de injusticia. Hace poco platicaba con una chica que me dijo que la condenaron a 10 años porque cuando el chavo de su pueblo que le gustaba la invitó a desayunar y pasó por ella, en el camino los detuvo la policía porque el automóvil en el que viajaban era robado y, además, llevaba droga. ¿Cómo se puede arruinar una vida por estar con la persona equivocada, en el lugar equivocado? Sin estos programas, serían 10 años de juventud prácticamente perdidos.

Hay historias de mujeres embarazadas en prisión que no reciben atención médica adecuada. Tuvimos el caso de una chava embarazada a quien se le rompió la fuente. Al momento de avisarle a la custodia para que la llevara al médico, ésta se negó a hacerlo argumentando que no era cierto lo de la fuente, que lo que ocurrió fue que la reclusa se había orinado. Cuando el doctor llegó, seis horas después, el bebé se había ahogado con el líquido amniótico.

Por otro lado, también tenemos historias de éxito. Aquí hay una chica que salió de prisión y está estudiando enfermería; hay otra que está estudiando derecho, y otra más que, tras su liberación, empezó a trabajar en un hotel y ahora vive en Los Cabos.

A la luz de estas historias y de tu cercanía con todas estas personas y con el sistema penitenciario gracias a tu trabajo en las cárceles, ¿crees que sea posible que se cumpla el objetivo de la reinserción social?

Daniela Ancira – No. En México la reinserción social es una fantasía porque no existen los programas que la hagan posible. Si no somos las organizaciones de la sociedad civil las que los promovemos, difícilmente vas a encontrar cárceles donde existan esos programas. No digo que sea así en todo el país. Pero la realidad es que las cárceles de México son, como bien les llaman, “universidades del crimen”: las personas salen mucho peor que como entran, cuando debería ser al revés; supuestamente, el sistema penitenciario se basa en la educación, en el deporte y en el trabajo. Y hay esfuerzos increíbles de organizaciones de la sociedad civil y de algunos gobiernos que me hacen creer sinceramente que la reinserción social es posible. Pero en general son unos cuantos afortunados quienes logran acercarse a este tipo de programas o quienes tienen la suerte de estar en los penales donde trabajamos.

¿Qué acciones podrían ayudar a reducir la reincidencia delictiva?

Daniela Ancira – Nosotras hemos visto que el tema de la capacitación laboral y el empleo es fundamental porque la gente utiliza su tiempo en prisión para algo productivo y cuando sale le resulta más fácil emprender o conseguir empleo con las nuevas habilidades adquiridas, que pueden utilizar para su vida en libertad. El trabajo no es el único eje, pero es fundamental porque al final la gente tiene que comer. Estas actividades deben estar acompañadas por una estrategia de salud mental. La atención pospenitenciaria, el acompañamiento de mujeres y hombres cuando salen de prisión, es muy útil también para reducir la reincidencia.

¿Crees que nuestra sociedad acoge a las personas que buscan rehabilitarse después de haber cumplido su condena o más bien las orilla a la reincidencia?

Daniela Ancira – Totalmente las orilla a la reincidencia. Es un tema complejo porque vivimos en un contexto violento e inseguro. Es muy difícil que alguien contrate a alguna persona que estuvo en prisión y hay muchas empresas que siguen solicitando carta de no antecedentes penales. Por un lado, entiendo que la gente tenga miedo; pero, por el otro, tenemos que dar estas oportunidades porque si no lo hacemos, estas personas nunca van a conseguir un empleo y regresarán a lo mismo.

¿Cómo percibes la situación de la niñez que acompaña a sus madres en reclusión? ¿Qué sugerirías para asegurarle un mejor futuro?

Daniela Ancira – La cárcel no es un lugar para la niñez. Hay muchos esfuerzos de penales que, con el apoyo de la sociedad civil, han implementado ludotecas para niños y niñas. Las cárceles deberían hacer un esfuerzo para que niños y niñas, ya sea que vivan en el penal con sus mamás o que visiten los centros penitenciarios, no sientan que están en una cárcel; que aunque vivan allí puedan desarrollarse de la forma más normal posible. Tiene que haber un programa para estos niños y niñas. El hecho de que no existan esos espacios les impide acceder a una adecuada alimentación, además de que carecen de espacios de juego y no tienen ningún estímulo, ni educación. Los penales tienen la obligación de contar con estos programas para que la niñez pueda adaptarse a esta realidad de la forma en que menos le afecte.

La delincuencia se puede evitar porque es producto de las circunstancias en las que las personas nacen y crecen, así como de las oportunidades que tienen.

Daniela Ancira

Todo lo que platicas abre la reflexión sobre las áreas de oportunidad que hay en el sistema penitenciario. En este sentido, como integrante del equipo técnico de trabajo de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito para crear los Estándares Avanzados de Acciones para el Sistema Penitenciario, ¿cuáles crees que serían las mejores prácticas y recomendaciones que aún debe implementar nuestro país?

Daniela Ancira – Soy fiel creyente de que el trabajo y la capacitación para el empleo son algunos de los principales ejes que hay que impulsar en el sistema penitenciario. El trabajo no solamente permite solventar los gastos propios, sino también los de su familia. Cuando alguien entra a la cárcel —el 80 por ciento de las mujeres en prisión son mamás— está dejando a sus familias y a sus hijos e hijas, muchos de los cuales terminan en el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de las Familias. El hecho de que las mujeres tengan trabajo hace que sus hijas e hijos mejoren su calidad de vida, que sigan teniendo oportunidades, educación, comida y ropa.

Más allá del tema de las prisiones, tu trabajo también se despliega en el litigio en materia de derechos humanos y protección a víctimas. ¿Qué acciones concretas podrían tener impacto inmediato para detener las violaciones a los derechos de las personas migrantes que llegan a establecerse o transitan por el territorio nacional?

Daniela Ancira – Regresamos a lo mismo: es un tema de oportunidades. Oportunidades desde su país de origen para que no tengan que migrar; pero ya que están aquí, es un tema de reinserción social, de entender sus contextos y sus condiciones de vida, y brindarles oportunidades. Es un tema muy complicado, pero se relaciona mucho con las personas privadas de la libertad porque también hay un estigma de que todos los migrantes son delincuentes. Hay que entender los contextos de estos problemas sociales.

No hace mucho tiempo hicimos una pequeña serie en la revista sobre derechos humanos en las cárceles. Con base en esto te pregunto: ¿debemos apostar por la eliminación de las cárceles?

Daniela Ancira – Yo no estoy en contra de que existan las cárceles. Entiendo que las acciones deben tener consecuencias y a veces la prisión es inevitable. Pero ¿a qué cárcel se está metiendo a la gente? ¿A una donde las personas van a salir peores que cuando entraron o a una donde van a aprender cosas nuevas, a trabajar, a sanar y saldrán mejor que antes? Con esta última estoy de acuerdo. Hay que transformar las cárceles en lugares de oportunidad y no de castigo, antes que eliminarlas; hacer de ellas espacios dignos para la reinserción social.

Y también hay que entender que no todos los delitos ameritan cárcel. Hay que promover las medidas alternativas para solución de controversias, la justicia restaurativa. Vi una noticia que anunciaba que sería delito vender videojuegos a personas menores de edad y se castigaría con cárcel. ¿Qué problema soluciona eso? Hacerlo no quiere decir que se vaya a resolver el problema o que se vaya a hacer justicia.

Finalmente, ¿cómo podemos acercarnos a La Cana e involucrarnos?

Daniela Ancira – Comprando y promoviendo los productos que elaboran las mujeres. Pueden hacerse donativos monetarios o en especie a través de www.lacana.mx. Y en este sitio web también hay una sección de voluntariado.

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