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De la huella dactilar a la huella digital

huella digital; tecnología; seguridad

En el marco de los avances tecnológicos, sociales y jurídicos, el tránsito de la tradicional huella dactilar a la biometría digital representa una evolución en la forma en que entendemos la identidad humana y su registro. María Belén Carey aborda este tema con el objetivo de reflexionar sobre sus implicaciones científicas, legales y éticas.


La huella dactilar: invariabilidad y uso tradicional en Argentina

La huella dactilar, reconocida por su unicidad e invariabilidad, incluso entre gemelos monocigóticos, ha sido históricamente utilizada en nuestro país como un método primario de identificación. Su aplicación abarca desde el registro en documentos nacionales de identidad, donde se plasma mediante tinta, hasta su empleo en investigaciones forenses, levantada del lugar del hecho por expertos periciales. Este método, sustentado en su carácter físico e inmutable, ha constituido un pilar en la identificación civil y criminal durante décadas. Juan Vucetich fue pionero en la sistematización de la dactiloscopia en Argentina, pues introdujo un método que clasificaba las huellas en arcos, presillas y verticilos. Este método, adoptado oficialmente, significó un avance en la identificación criminal y civil en Argentina.

La transición hacia la biometría digital

La irrupción de las tecnologías digitales ha transformado profundamente el concepto de huella. De un registro físico en papel o tinta hemos pasado a un entorno digital donde las huellas dactilares se capturan en pantallas táctiles y en sistemas automatizados. Esta evolución trasciende lo físico: la huella digital comprende no sólo datos biométricos, como el reconocimiento facial y corporal, sino también los rastros que dejamos al navegar en internet, interactuar con aplicaciones y consumir servicios digitales.

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La huella digital: persistencia y riesgos en el entorno virtual

A diferencia de las huellas dactilares, que pueden deteriorarse con el tiempo, las huellas digitales poseen una naturaleza intrínsecamente permanente en el entorno virtual. Esta durabilidad, sin embargo, no está exenta de riesgos:

Clonación y suplantación. Casos de clonación de voz y uso de imágenes para vulnerar sistemas de autenticación biométrica ilustran las amenazas emergentes.

Fallos en el reconocimiento biométrico. Sistemas imperfectos pueden confundir a individuos con rasgos similares, como gemelos o familiares cercanos, planteando desafíos de precisión y seguridad.

Comercialización de la identidad digital. Las huellas digitales son comercializadas en forma de perfiles de usuario, configurando una economía basada en datos que plantea interrogantes éticos sobre la privacidad y las emociones de quienes dejan sus huellas a expensas de los vendedores cibernautas y de los algoritmos orientados al consumo. Esto podría vincularse con la venta de datos, como ha planteado Shoshana Zuboff, autora de La era del capitalismo de vigilancia.

Desafíos emergentes: seguridad y responsabilidad

El desarrollo de la computación cuántica introduce una dimensión adicional de complejidad. Su capacidad de realizar cálculos a una escala exponencial podría comprometer los sistemas de ciberseguridad existentes, facilitando la decodificación de claves y el acceso no autorizado a información confidencial. Actualmente sigo a Manuel Moreno Incident Commander de Globalsecure, quien alerta que, en el mundo actual, en el mundo de los bits, los sistemas de seguridad informática presentan muchas vulnerabilidades, por lo que no me lo imagino en el mundo de los qubits.

Reflexiones sobre el futuro de la identidad digital

El proverbio “Si pasaste y dejaste buenas huellas, tuvo sentido pasar por allí” adquiere una resonancia particular en la era digital. Las huellas digitales no sólo representan nuestra identidad, sino que también configuran la realidad que experimentamos y proyectamos. En este contexto, la gestión consciente de nuestra huella digital no es sólo un imperativo de seguridad, sino también una responsabilidad ética frente a un entorno tecnológicamente interconectado y vulnerable, pues una falsa noticia también da lugar a reclamos legales infundados, ya que no todos los ciudadanos saben dónde chequear si la realidad virtual corresponde con la realidad material.

Conclusión

La evolución de la huella dactilar a la huella digital constituye un punto de inflexión en la interacción entre tecnología y derecho. Este fenómeno, profundamente ligado al concepto de identidad, requiere una regulación robusta y un enfoque ético que promueva la protección de los derechos individuales frente a las oportunidades y las amenazas del mundo digital. Controlar nuestro rastro digital será clave para garantizar nuestra autonomía en un futuro marcado por la innovación tecnológica y los retos que esta conlleva.

En este contexto, la ciberseguridad emerge como un pilar fundamental. Las amenazas, como el robo de identidad, la suplantación biométrica y la comercialización no autorizada de datos personales, subrayan la necesidad de fortalecer los sistemas de protección y la educación digital de los ciudadanos. La computación cuántica, aunque plantea desafíos al comprometer potencialmente los cifrados actuales, también ofrece innovaciones prometedoras, como la comunicación cuántica. Esta tecnología promete una seguridad sin precedentes ya que puede detectar cualquier intento de pirateo o lectura de mensajes, desencadenando un mecanismo de autodestrucción que protege la integridad del mensaje original.

Fomentar una colaboración internacional que asegure estándares uniformes y herramientas tecnológicas avanzadas será esencial para garantizar la privacidad y la seguridad de la información en un mundo interconectado. Promover una mayor conciencia sobre la huella digital y sus implicaciones permitirá que las personas no sólo protejan su información sino también que tomen decisiones más responsables en el ámbito digital, garantizando así una interacción segura y ética en esta era de constante innovación.

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