Conocedor profundo de nuestro marco constitucional, Diego Valadés, miembro de El Colegio Nacional, de la Academia Mexicana de la Lengua, de la Academia Mexicana de Ciencias y de El Colegio de Sinaloa, nos ofrece en esta entrevista su visión sobre numerosos temas de actualidad, que corresponden a la gran variedad de intereses y a la experiencia que ha acumulado a lo largo de casi seis décadas de actividad ininterrumpida en el mundo del Derecho.
Me gustaría comenzar esta entrevista preguntándole sobre la reciente consulta popular de revocación de mandato. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Diego Valadés – Es un instrumento de apariencia democrática, pero como se está aplicando en México sólo sirve para fortalecer la concentración del poder personal. El presidencialismo plebiscitario mexicano se verá robustecido en perjuicio de la democratización de las instituciones. Revocar significa destituir, por eso fue absurdo e inconstitucional que quienes promovieron la “revocación” fueran los partidarios y los colaboradores del presidente.
Ahora que habla del presidencialismo, parece que estamos viviendo un claro retroceso en México con respecto a los avances democráticos que se habían alcanzado. ¿Este presidencialismo llegó para quedarse?
Diego Valadés – La respuesta es sencilla: el presidencialismo sólo tiene futuro a expensas de la democracia. La democracia y el presidencialismo son incompatibles. El presidencialismo no tiene futuro porque en el mediano o en el largo plazos triunfará la democracia. La Constitución fue diseñada para que los presidentes fueran muy poderosos, y si a eso se suma el uso de la fuerza popular, pues entonces pasa lo que pasa. El absolutismo presidencial es lo que tenemos, pero es una antigualla. Contrasta con una sociedad moderna, plural, abierta.
Los órganos constitucionales autónomos han sido blanco de ataques, incluso se habla de la desaparición de algunos…
Diego Valadés – De ninguna manera justifico la forma como se hostiliza a esos órganos, pero también es necesario reconocer que en su mayoría están mal diseñados por la Constitución o por la ley, que a veces más que autónomos se consideran soberanos y que varios han incurrido en un enorme dispendio de recursos públicos.
¿Qué caminos advierte para superar el presidencialismo que menciona?
Diego Valadés – Para poner en sintonía el sistema de gobierno con la sociedad democrática que queremos será necesario fortalecer el sistema representativo; adoptar el gobierno de gabinete; reducir el periodo de presidentes y gobernadores a cuatro años, y contar con una administración pública de alto nivel, profesional y políticamente neutral en todos los niveles de gobierno. El progreso democrático e institucional es indetenible y tarde o temprano llevará hacia allá.
En este sentido, ¿qué escenario vislumbra para el proceso electoral de 2024?
Diego Valadés – Si se llegara a las elecciones de junio de 2024 en las mismas condiciones que prevalecen en la primera mitad de 2022, la elección presidencial sería muy predecible. Lo que por ahora no se puede saber son las consecuencias de la lucha sorda por el poder en el interior de la fuerza hegemónica y cuál será el escenario de la economía, la corrupción y la violencia en el que se llevará a cabo la elección.
Amén de la intervención de la delincuencia organizada en los procesos electorales…
Diego Valadés – La experiencia electoral de 2021 dejó ver una realidad sórdida. No tengo elementos para afirmar la intromisión del narco, pero es ostensible la tragedia de numerosos candidatos asesinados. El Estado se quedó paralizado ante esa acometida de la violencia; los crímenes no han sido esclarecidos ni se ha vuelto ha hablar de ellos.
¿Qué sucederá con la oposición? Hoy es prácticamente inexistente…
Diego Valadés – Una parte de la oposición está desorientada, pero esto es consecuencia de las omisiones de los dos partidos que gobernaron antes. Los gobiernos del PRI y del PAN se rehusaron a dar mayor poder al sistema representativo; bloquearon todas las acciones encaminadas a la reforma del Estado intentadas en el Congreso y ahora los partidos y los ciudadanos pagamos las consecuencias. En ningún lugar del mundo hay partidos fuertes con parlamentos débiles.
Y tampoco ayuda la polarización social que el titular del Ejecutivo alimenta cotidianamente, ¿no?
Diego Valadés – La retórica de la intolerancia siempre será contraproducente. De la polarización se puede transitar al enfrentamiento. Desde la sociedad tenemos que hacer un llamado y un esfuerzo en pro de la pacificación de los ánimos. Si no podemos impedir los excesos verbales ajenos, por lo menos evitemos los propios.
Para cerrar estas reflexiones sobre el tema político, ¿qué opinión tiene del papel de la izquierda en México?
Diego Valadés – Lo primero que se tiene que hacer es asumirse como socialista, sin miedo a la palabra, y plantear un programa claro y coherente: igualdad, acceso a la justicia, distribución de la riqueza, protección social, servicios eficientes, alianza con intelectuales, académicos y creadores, apoyo a los pueblos originarios, laicismo, derechos sexuales, reproductivos y eutanásicos, compromiso con el feminismo y con las reivindicaciones de identidad sexual, y democracia, porque sin democracia el Estado social deriva hacia el burocratismo, el paternalismo, la corrupción y el autoritarismo.
Hablando de otro tema de actualidad, la reforma eléctrica finalmente no fue aprobada. ¿Qué piensa de la política energética de esta administración?
Diego Valadés – El proyecto presidencial fue derrotado en la Cámara de Diputados. Una parte era muy regresiva en relación con el ambiente, y otra es manejable a través de la legislación ordinaria y de la política energética. Las consecuencias económicas de ese proyecto habrían sido muy adversas, y una crisis económica al final del sexenio es un riesgo que el gobierno no podrá asumir. Supongo que el objetivo real consistía en radicalizar el discurso político con miras a la elección de 2024 y decir: “Necesitamos otros seis años y mayoría especial en el Congreso para consumar los cambios”.
La declaración de constitucionalidad que hizo hace unos días la Suprema Corte de Justicia de la Nación en relación con la Ley de la Industria Eléctrica vuelve a poner en la mesa la pregunta sobre la independencia de nuestro Máximo Tribunal. ¿Está capturado?
Diego Valadés – El Poder Judicial federal está mal diseñado. Por supuesto, hay que hacerle reformas. Por ejemplo, creo que es necesario revisar la manera de designar a los ministros y de elegir a su presidente. El sistema vigente de elección del presidente de la Corte resulta muy divisivo.
Como ex procurador general de la República, ¿qué piensa del desempeño de la Fiscalía General? Recientemente su titular se ha visto envuelto en varios escándalos que hacen dudar de su permanencia.
Diego Valadés – Comparto la opinión dominante en cuanto a que ha habido una desviación en relación con el objetivo central de la Fiscalía, que era la imparcialidad y la objetividad en su acción. Pero el problema es de fondo: está en el mal diseño que tiene el artículo 102 constitucional —lo menciono a riesgo de extenderme en la respuesta—. Ese artículo establece que el Senado le envía una lista al presidente de la República aprobada por dos tercios del Senado; de ahí el presidente regresa una terna y tiene que darse la aprobación de uno de los integrantes, otra vez por dos tercios del Senado; eso habla de un muy mal diseño; si los 10 tuvieron ya una aprobación por esa mayoría calificada, ¿por qué se le pide una segunda votación sobre la misma persona al mismo órgano colectivo? Esto quiere decir que la elaboración de esa lista está viciada desde el inicio por intercambio de votos: “Yo te doy mi voto para tu candidato y tú me das tu voto para el mío”.
En cuanto a la destitución del fiscal, la Constitución dice que será a propuesta del presidente, no objetada por la mayoría del Senado. Y, además, en la ley de la Fiscalía se afirma que se aplicará lo que establezca la Ley de Responsabilidades. El presidente de la República, para destituir a un fiscal, tiene que imputarle un delito. Y basta con esta imputación, porque una vez hecha no hay derecho de audiencia ni juicio para que proceda la remoción. Esto muestra que nuestro sistema está mal diseñado.
Lo que hay que revisar no es el funcionamiento de la Fiscalía o del fiscal, sino el diseño mismo de la Constitución.
Este ejemplo es uno de tantos que se podrían mencionar con respecto a las fallas de nuestra Constitución. Con 105 años de edad, ¿aún está vigente?
Diego Valadés – Nuestra Constitución nació en 1917 en Querétaro como una constitución social e hiperpresidencialista. Ha avanzado porque hoy, además de ser una constitución social, también lo es de derechos humanos, democracia electoral y justicia constitucional, pero sigue siendo hiperpresidencialista. Éste es su mayor problema.
¿Cuál es el cambio más urgente que requiere nuestra Ley Suprema?
Diego Valadés – Desde mi punto de vista, revisar la organización del poder del presidente, esto es, la organización del gobierno de México. Lo voy a plantear en otros términos: la Constitución incluye el concepto de gobierno desde el punto de vista de función, pero no el concepto de gobierno desde el punto de vista de órgano. La Constitución mexicana es una de las pocas del mundo que no define la forma y la organización del gobierno, de manera que el gobierno en México es unipersonal. No sólo en cuanto a la titularidad del Poder Ejecutivo, sino en la medida en que no hay ninguna definición de la forma de integración y funcionamiento del gobierno. Se sobreentiende, por la propia Constitución y por su estructura, que el gobierno completo es el presidente de la República, lo cual es una anomalía enorme —aunque era comprensible en 1917, cuando aún estaban pendientes las grandes definiciones en cuanto a la forma de organización de los gobiernos—.
Lo que vemos en México es un arcaísmo que hace disfuncionales a las instituciones, al Congreso, al Poder Judicial… Y la relación con los Estados, porque el peso político y jurídico de la Presidencia es inmenso.
Mencionaba hace un momento que la nuestra es una constitución de derechos humanos. Pero en la situación actual de nuestro país, en distintos ámbitos, esos derechos parecen un simple ideal…
Diego Valadés – En México padecemos una crisis humanitaria. Lo más grave es que llevamos tanto tiempo con esta crisis que ya se ha normalizado. Las personas desaparecidas, asesinadas, extorsionadas y desplazadas suman centenares de millares. En México es un riesgo ser mujer, estudiante, joven, periodista, productor agrícola, transportista, incluso transeúnte. La impunidad está en el eje de esta gran crisis. Existen soluciones, pero ninguna será posible mientras prevalezcan la corrupción y la ineptitud en el ámbito público.
Los eternos problemas de México: corrupción e impunidad… ¿Cómo combatirlos?
Diego Valadés – La corrupción no se acaba con expresiones de voluntarismo. La impunidad generalizada es uno de los más poderosos motores de la corrupción y de la violencia. Los gobernantes de varios sexenios se han rehusado a escuchar opiniones independientes para resolver el problema de la impunidad jurídica y política de sus colaboradores. Ellos lo han pagado con su propio desprestigio y los gobernados lo estamos pagando con desigualdad e inseguridad.
Además de que hoy en día las opiniones críticas que se atreven a señalar esa corrupción automáticamente son descalificadas, cuando no perseguidas.
Diego Valadés – En México no hay censura formal, lo que hay es intimidación y aniquilación sin consecuencias. La impunidad de quienes asesinan periodistas tiene un efecto inhibidor que afecta la libertad de los comunicadores y el derecho a la verdad de la sociedad. Además, en muchos estados se vive en condiciones de caciquismo y eso también es una amenaza para la libertad y la información. El caciquismo es la expresión local del presidencialismo nacional. Antes la corrupción existía, pero al menos se reconocía; ahora la corrupción existe pero se niega.
Caciquismo en colusión con la delincuencia organizada…
Diego Valadés – Decirlo ya es un lugar común. Lo alarmante es la incapacidad del Estado para contener este problema. México padece un déficit creciente de gobernabilidad cuyos síntomas más evidentes son el desbordamiento de la delincuencia, la desigualdad social y la corrupción.
En este sentido, ¿qué opina de la participación de las Fuerzas Armadas para combatir este problema?
Diego Valadés – El esfuerzo por desmilitarizar la política llevó décadas. Lo que ahora vemos tal vez tenga una explicación: que se haya pensado que las Fuerzas Armadas tienen una mayor capacidad de dar resultados en el corto plazo. En materia de seguridad la militarización parte de un error que comenzó en 2006 cuando se empezó a utilizar a las Fuerzas Armadas para hacer frente a la violencia delictiva. Las evidencias indican que se cometió un error en el que, a pesar de las evidencias, se persiste. Por lo demás, en México predomina la convicción de que el poder político debe ser civil. No dudo que el Estado volverá a la ruta civil que desde el siglo XIX postuló Benito Juárez. De lo contrario, nos expondríamos a transitar de la militarización al militarismo.
Tomando en cuenta su experiencia como diplomático, ¿cómo ha visto la reacción de México frente a la invasión de Rusia a Ucrania?
Diego Valadés – Me sorprende que la decisión del gobierno de la República, expresada por voz del propio presidente, sea de una gran ambigüedad. México siempre levantaba la voz frente a este tipo de atracos; lo hizo particularmente en la Segunda Guerra Mundial y fue el primer país que protestó, entre otras cosas, por la invasión a Austria por parte del ejército alemán. Ahora ni siquiera ha extendido, vamos, ni como gesto, una invitación a la población que está siendo perseguida en Ucrania para que quienes quieran venir a nuestro país lo puedan hacer.
Se trata de un abandono de la política humanitaria que ha tenido México de manera tradicional desde que Lázaro Cárdenas acogió a los españoles perseguidos por el franquismo, y en el orden de la defensa de los principios democráticos, es evidente que México no puede ver de manera tan abstracta la invasión de una potencia por un vecino, cuando justamente esa potencia, que es la invasora, la Federación Rusa, está afectando la independencia, la integridad y la vida de ciudadanos ucranianos. En la ONU México ha tenido una posición acertada, por lo que resulta desconcertante que nuestro país no haya adoptado medidas para recibir a refugiados ucranianos.
¿México ha perdido el liderazgo que tuvo, al menos en América Latina?
Diego Valadés – Desde hace largo tiempo México ha volteado la espalda a la América nuestra. Tratamos mal a nuestros hermanos del continente. En este país se victimiza sin consecuencias a los inmigrantes y se maltrata a los turistas centro y sudamericanos. No hay liderazgo sin solidaridad.
Como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española, ¿qué piensa del uso —o abuso— del lenguaje inclusivo?
Diego Valadés – Las variantes del lenguaje inclusivo son un asunto polémico, si bien traducen una realidad: impugnar la tradicional invisibilización de la mujer. Pero con independencia de los usos lingüísticos, en el feminismo militamos todos los que queremos una sociedad igualitaria y justa. Esto implica adoptar medidas que aseguren una mayor presencia de las mujeres en posiciones de dirección política. Hay un hecho lacerante: los feminicidios y la violencia doméstica contra la mujer en México son una vergüenza para la civilización.
¿El lenguaje puede ofrecernos esa “solución” que buscamos a los grandes problemas nacionales?
Diego Valadés – La fuerza de la palabra acaba por prevalecer siempre. Nuestra comunicación es palabra; somos palabra. Las razones y las sinrazones siempre se verbalizan. Y es muy peligroso que, más allá de la polarización, haya vocación por el enfrentamiento, planteada desde el poder mismo.
En México y en todas partes del mundo, en toda la historia conocida, el gobernante es una especie de paradigma que influye en la conducta no sólo de sus seguidores, sino, en general, de la sociedad. Y cuando existe, además, una estructura hegemónica de poder, tiende a generar la replicación de sus propias actitudes por parte, sobre todo, de quienes quieren quedar bien con él. La forma como habla el presidente la están replicando gobernadores, integrantes del gabinete, legisladores… Estamos atestiguando el reflejo de la retórica presidencial.
En este momento estamos viviendo en una sociedad polarizada, pero temo que muy pronto estemos viviendo en una sociedad enfrentada. La polarización simplemente es escisión, esto es, tensión. El enfrentamiento es lucha, y hay el riesgo de que vayamos hacia allá.
Sin embargo, también me siento muy orgulloso de la ciudadanía mexicana porque hasta este momento, después de más de tres años de estar escuchando cotidianamente expresiones de desafecto para una gran cantidad de mexicanos, todavía no hemos sufrido una tragedia. Esto quiere decir que la mayoría de los mexicanos pasa por el filtro de la razonabilidad las expresiones de irascibilidad, y espero que así siga ocurriendo.
¿Es usted optimista con respecto al futuro?
Diego Valadés – Sí, muy optimista. Ya hemos vencido otras inercias negativas y otras adversidades. El desbordamiento del absolutismo presidencial ayudará a que se retomen las ideas y los objetivos de reformar al Estado. Necesitamos un Estado constitucional democrático, social, ambiental y de servicios. Si no lo hace esta generación, lo hará la próxima. La tendencia será hacia un poder político serio, responsable, controlado y eficaz. Lo demás son accidentes pasajeros. Incluso democracias consolidadas como la británica y la estadounidense han tropezado con la demagogia.
¿Qué riesgos hay en el camino?
Diego Valadés – Son muchos. La inercia es uno de ellos. Ahora mismo se habla de la sucesión presidencial como si se tratara de un cambio de amo. El personalismo es una rutina muy negativa. Otro riesgo: que sobrevenga el triunfo del discurso rancio que ahora descalifica a los pobres como “chairos” o a la clase media como “fifís”. Habrá que evitar éstos y otros peligros y buscar soluciones institucionales, no personales; conciliatorias, no discriminatorias. Habrá que tener cuidado para que una intolerancia no sea sustituida por otra.
¿Cuáles son las opciones?
Diego Valadés – En plena lucha por la Independencia, Morelos dijo: “México siempre contará con los dirigentes adecuados en el momento necesario”. En nuestro tiempo esos dirigentes no deben ser los que busquen imponer sus dogmas sino los que entiendan a la sociedad plural, constructiva y dinámica que somos hoy. Estoy convencido de que hay una nueva generación de dirigentes políticos en gestación: mujeres y hombres jóvenes, entusiastas, liberales, competentes, con ideales democráticos, principios éticos y convicciones sociales, con sentido de patria y con aptitud cosmopolita. Los necesita un pueblo con hambre y sed de libertad, igualdad, bienestar, honradez, democracia, justicia y paz.