Karla Pamela Ramos Guerrero analiza críticamente el resultado de las elecciones en Venezuela. La democracia en el país latinoamericano podría estar en riesgo.
El pasado 28 de julio se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Venezuela con el fin de elegir a un representante para los próximos seis años. La fiesta democrática era la esperanza de todo un pueblo para lograr un cambio, para revertir la situación en la que se sumergió su país. Sin embargo, los inesperados resultados y la toma arbitraria del poder se convirtieron en la destrucción de la esperanza de que cientos de venezolanos volvieran a ver a sus familiares.
El pueblo venezolano y la comunidad internacional han alegado la injusticia de los resultados electorales que declararon ganador a Nicolás Maduro. La serie de cínicas irregularidades que se han descubierto en el procedimiento electoral ponen en duda la transparencia y la libertad bajo las que se ha llevado a cabo el proceso electivo.
El Consejo Nacional Electoral, encargado de la logística de las elecciones presidenciales, declaró ganador a Nicolás Maduro con 51.2 por ciento de los votos. Sin embargo, los resultados no han sido reconocidos por la comunidad internacional ni por el pueblo venezolano. Ante a esta situación, el gobierno de Maduro inició una serie de represiones, utilizando la violencia contra quienes cuestionan la legitimidad de los comicios y declaran como vencedor de la contienda a Edmundo González Urrutia. Por su parte este último se adjudican el triunfo haciendo públicos los resultados que lo favorecen mediante la publicación de las actas correspondientes con la finalidad de que Maduro le ceda el poder. Frente a la injusticia, miles de venezolanos han salido a las calles para mostrar su rabia y su inconformidad con el resultado de las elecciones, desde niños pequeños hasta adultos mayores.
A pesar de que las mayores manifestaciones tuvieron lugar durante los días inmediatos a las elecciones, no han cesado los movimientos internos que desconocen a Maduro. La situación ha escalado al grado de que inclusive los grupos armados han dirigido diversos mensajes a Maduro para que deje la presidencia.
A pesar de lo anterior, civiles inocentes, con hambre de tener una verdadera democracia, han sido catalogados como parte de “grupos de delincuentes instrumentalizados” por salir a manifestarse. Los videos en redes sociales han demostrado las agresiones por parte del gobierno, pero también la unión del pueblo venezolano; unión que trasciende las barreras territoriales, pues han hecho evidente su presencia desde cualquier lugar en el que se hallen y se han ganado la empatía de diversos países de la comunidad internacional.
Tarek William Saab, fiscal general de Venezuela, aceptó públicamente que se han registrado 25 muertes a raíz de las protestas por los resultados de las elecciones: “Hasta ahora, todas estas muertes pueden ser atribuidas a los grupos delincuenciales instrumentalizados”. Las palabras del fiscal sólo demuestran la irresponsabilidad del gobierno ante esas muertes y su afán de exculparse del clima de violencia que ha propiciado.
Por su parte, Estados Unidos no ha dejado de manifestar su repudio a la situación y ha lanzado un ultimátum, exigiendo la transición pacífica y democrática por medio de una serie de negociaciones; sin embargo, Maduro continúa firme en su postura de erigirse como ganador de la contienda electoral.
La esperanza del pueblo venezolano se encuentra en la renuncia de Maduro. Los próximos días serán esenciales para establecer los fundamentos de la democracia venezolana. Todos esperamos lo mejor para ese pueblo.
