Mariana Mazzucato
Penguin Random House
2022
La imagen del Estado está bajo ataque. Es común que se nos diga que tenemos que hacer al Estado más pequeño y que el sector privado en el “mercado” sea más grande porque es lo que realmente impulsa el crecimiento y todo lo que debe hacer el gobierno es corregir las fallas del mercado donde surgen.
El Estado debería limitarse a financiar escuelas, hospitales, carreteras y ese tipo de cosas que son importantes porque son necesarias, pero aburridas. Incluso cuando el Estado empieza a intervenir de manera más activa que reactiva, los economistas suelen compararlo con el Leviatán hobbesiano. Así que el Estado es el gran monstruo. Incluso tenemos la idea de que la labor estatal siempre es lenta y burocrática, sin innovaciones ni cambios.
La conclusión a la que llegan los economistas es que, para tener grandes empresas como Google, Facebook y Amazon, deberíamos reducir el Estado y agrandar al mercado.
Pero en realidad esta idea ha sido sostenida por razones ideológicas. Y ha producido un gran daño en términos de cómo los economistas entienden el papel del sector público en la economía capitalista.
En este libro, El Estado emprendedor, la autora se dedica a desmentir esta imagen. Por ejemplo, en el capítulo más extenso de la obra afirma que si se desarma un iPhone y se analiza cada una de sus partes, descubriremos que cada una fue financiada por el Estado. Así, éste no sólo financió escuelas y hospitales, sino a los trabajadores que hicieron la investigación del iPhone y a la tecnología de comunicación detrás del iPhone, como internet, el GPS y la pantalla táctil. También financió directamente —a través de una especie de esquemas de capital de métrica pública, como el esquema de innovación de pequeñas empresas en Estados Unidos—algunas de las empresas más innovadoras, de manera que Compaq, Intel y Apple recibieron su financiación inicial del Estado, no de capital de riesgo privado.
Mariana Mazzucato sostiene que el capital privado es mucho menos arriesgado de lo que a menudo se afirma. Porque es el capital público el que invierte en investigaciones tecnológicas cuando éstas aún son inciertas y el capital privado únicamente invierte cuando se trata de probabilidades, esto es, cuando el avance de la investigación inicial hace que disminuya la incertidumbre y el riesgo.
Encuentra la obra, El Estado emprendedor, en este enlace.