El destacado jurista y catedrático italiano Francesco Carnelutti (1879-1975), en su libro titulado Metodología del Diritto (1939); incluyó un texto conmovedor, en el que reconoce su escepticismo como una consecuencia inevitable de las pretensiones objetivas de su pensamiento.
En la breve reflexión que aquí traemos, Francesco Carnelutti revela abiertamente el carácter divino que reconoce en la ética, en la justicia, y en cada gesto de alteridad del que podemos participar como seres humanos; aceptando lo que para él será la intervención de un orden superior.
“La verdad es que los fenómenos del derecho no sólo obedecen a las leyes lógicas, psicológicas, biológicas, físicas y económicas, sino también, y sobre todo, a leyes éticas.
Aún cuando todas las otras reglas sean escrupulosamente respetadas, la obra del legislador nada vale si no responde a la justicia.
No sabemos, y creo no sabremos nunca, cómo ocurre esto, pero la experiencia nos enseña que no son útiles ni duraderas, las leyes injustas: no son útiles, porque no aportan la paz; no duran, porque tarde o temprano, en vez de conducir al orden, desembocan en la revolución.
Hay pues otras reglas que el legislador debe observar; y si no las observa, el precio es terriblemente caro; y nunca como en esto se demuestra en que vacuidad se resuelve su jactanciosa omnipotencia.
Así pues, también es tarea de la ciencia del descubrimiento de esas leyes, que son las más altas y las menos aprensibles y a propósito de las cuales se comprende cómo la naturaleza que las erige, no es otra cosa que orden divino.
Hago enmienda así, al final de mi camino, de aquella especie de agnosticismo ético, que me pareció por largo tiempo, característico de la ciencia del derecho.
Esa fue el principio, y por largo tiempo ha sido, la consecuencia inevitable de las corrientes de pensamiento que han dominado mi educación; años y años de experiencia y meditación han transcurrido antes de que haya podido liberarme de esas ligaduras; y si esta verdad no me hubiera costado tanto esfuerzo, tampoco me habría proporcionado tanta alegría.”