El nuevo mejor detective de Londres

Esta es una breve introducción al género detectivesco y a su historia para invitar al lector a familiarizarse con la obra de Robert Galbraith, quien a juicio de Rafael Ruiz III es el maestro contemporáneo del género.


En el género de misterio o relato detectivesco (que no es lo mismo que novela negra) hay una clara —yo diría indiscutible— sucesión de detectives ilustres de ficción. Casi se podría decir que una estirpe. Primero tenemos a C. Auguste Dupín: el primer detective ficticio, el gran precursor, la piedra fundacional del género. Un oscuro y brillante genio de la deducción que aparece por primera vez en 1841 en el relato de Edgar Allan Poe, “The Murders in the Rue Morgue”. Aparece solamente en tres cuentos más: “The Murders in the Rue Morgue”, “The “Mystery of Marie Rogêt” y “The Purloined Letter”. Se trata de piezas tan perfectas que aunque sean tan pocas fueron suficientes para iniciar una tradición literaria, un género. Nunca está de más, para poner las cosas en perspectiva, decir que los traductores de Poe han sido ni más ni menos que Baudelaire, Cortázar y Borges.

El segundo en la línea, más célebre y conocido por todo el mundo, desde luego es Sherlock Holmes. Él es, digamos, el rey de los detectives. Si bien Poe inventó el método, Arthur Connan Doyle lo perfeccionó y lo utilizó para crear el canon homlesiano. A diferencia de Poe, los relatos de Holmes son, si bien no suficientes, al menos numerosos: cuatro novelas y 56 relatos. Hay que recordar que el último libro de la saga The Case Book of Sherlock Holmes fue escrito gracias a cientos de lectores que presionaron a Doyle para que lo reviviera. Doyle lo resolvió de una forma magnífica y elegante: no lo revivió (eso hubiera sido inverosímil), pero escribió relatos que se ubican antes de la muerte de Sherlock en la línea temporal en la que transcurre la saga. Debemos estar agradecidos con el pueblo inglés, que con su férrea voluntad y justificada devoción le exprimió hasta la última gota a ese genio que fue Conan Doyle.

Eso me recuerda mucho a Cormoran Strike, quien a mi juicio hoy ocupa el lugar central en la línea de la tradición detectivesca. Comoran Strike es el mejor detective de Londres. Robert Galbraith acaba de publicar The Running Grave (la séptima novela de la saga) y un hombre escribió esto en Twitter:  ‘’Señor Galbraith, tengo 80 años, por favor no tarde mucho en publicar los demás libros’.’

La literatura es forma y contenido. El género detectivesco es básicamente un puzzle, un truco de magia. Inventar un secreto y revelarlo. Por eso en el relato de detectives el andamiaje es mucho más importante que en otros géneros. Ahí la excelencia narrativa se logra cuando el cruce de calidad entre forma y contenido es de idéntico valor. Para una novela de detectives podría bastar un andamiaje bien elaborado, esto es, un laberinto entretenido. Una tarea más compleja es la creación de un acertijo aunada a la belleza del lenguaje y a la profundidad y el carisma de los personajes (algo que logran con creces los autores citados en los párrafos precedentes).

Partiendo de la descripción que acabo de hacer de lo que implica la alta literatura detectivesca, posiblemente se trate del tipo de texto en el que es más difícil alcanzar la excelencia. Por eso la línea sucesoria de los detectives ficticios ilustres es tan clara. Un maestro del género (Chesterton, Doyle, Larson) logra un trabajo contundente.

Hoy en día el mejor detective de Londres y, probablemente, del mundo es Cormoran B. Strike.

Cormoran es el nombre de el gigante de una leyenda irlandesa. El Cormoran de Robert Galbraith también es un gigante, en sentido literal. Un hombre muy alto, a quien Galbraith describe con apariencia de boxeador, nariz torcida y un cabello horroroso que parece vello púbico. Un veterano de guerra que en Afganistán se dedicó a investigar crímenes de guerra. Hasta que en un auto un bomba minada explotó y le voló la pierna derecha. Mutilado, decide dejar el ejército y volver a Inglaterra, no a Cornwall (su pueblo natal) sino a Londres, donde, con dinero de su padre Jonny Rokeby (por cierto, el autor ha dicho que está basado en Mick Jagger) funda una agencia de detectives bastante precaria, donde duerme pues el negocio es nuevo y el dinero sólo le alcanza para el alquiler del despacho o el de un piso. Solicita a una agencia que le envíen a una secretaria temporal: Robin Ellacot (su Watson, que con el paso de los libros pasa de ser un mero Watson a una socia en términos iguales, lo cual ya constituye un paso muy trascendental dentro del género)

Durante la saga, entre Robin y Comoran se desarrolla paralelamente una relación amorosa, compleja y honda. Llena de malos entendidos, de frustraciones, de mutuas inhibiciones y de oportunidades perdidas. En verdad es una línea paralela que hermosamente recorre las tramas cada vez más cruentas y macabras de los casos. Por favor, no se dejen engañar: no es una boba historia de amor. Es el estudio profundo de una relación humana a través de los años, de adversidades y de los casos que resuelven y que los ponen a prueba, como detectives, como personas, como socios.

Hasta ahora, Galbraith ha escrito siete libros. El autor no parece tener freno. No mengua ni la calidad del estilo ni la imaginación ni el asombro en cada entrega. Muy al contrario, cada libro es una hazaña. Como lector es algo increíble de presenciar. Nadia Comaneci es el único símil no literario que me parece justo para describir la progresión de la saga.

El último tomo publicado es The Running Grave. Galbraith ha dicho que tiene previsto escribir al menos 10. Me parecen pocos. Espero que si en un momento dado quiere parar seamos capaces, como sociedad, de ejercer sobre Galbraith la presión suficiente para que continúe escribiendo. Tal como pasó con Doyle en su momento.

A diferencia de Holmes, Comoran Strike es un personaje que en cada libro cumple años, que cambia, que envejece, que se transforma y madura… Es un personaje con corazón humano, no un mero dispositivo narrativo. Y lo mismo se puede decir de Robin.

Hay un énfasis deliberado en que Londres sea meramente el escenario donde se desarrolla la trama. Los lugares, las rutas, todo está descrito con precisión. En sitios en internet fanáticos de la serie han recopilado los lugares que frecuenta Comoran, a tal grado de que se han creado rutas turísticas con la temática de Cormoran B. Strike.

Algo que me resulta fascinante de la saga Cormoran B. Strike es que es un exhaustivo estudio sobre la maldad. Los antagonistas no son los cándidos pillos que perseguía el padre Brown o Holmes. Se trata de asesinos seriales, médicos líderes de sectas, psicópatas y pederastas que hielen la sangre. Robert Galbraith dijo que en el proceso de escritura de Troubled Blood tuvo pesadillas como consecuencia de tener que describir con tanta minuciosidad y verosimilitud los aberrantes crímenes de un feminicida. El villano de “The Ink BlacK Heart” es un logro literario sin precedentes. Nunca había sentido tanta repulsión por un personaje de ficción desde Jason Compson de “The Sound and the Fury”. Y, en general, a lo largo de las novelas hay críticas muy pertinentes respecto de la moral social de nuestra sociedad actual, a la manera de Dostoievski o Dickens.

El exhaustivo trabajo de documentación del autor es evidente; los personajes son entrañables y memorables; los casos son más que intrigantes, y su resolución, magnífica y sorprendente. En aquellas novelas uno encuentra emoción, inteligencia y momentos conmovedores. Pero tal vez lo que hace de esta saga algo tan profundamente bello, es la integridad moral de Comoran B. Strike, cuyos valores son la verdad y la justicia. Y la bondad y la valentía de su brillante socia, Robin Ellacot.

Leer las novelas de Robert Galbraith es imperativo para quienes disfrutan el bello arte de la literatura detectivesca o de la literatura en general.

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