Eréndira Cruzvillegas: una Consejería Jurídica con perspectiva social


Platicamos con Eréndira Cruzvillegas, titular de la Consejería Jurídica y de Servicios Legales de la Ciudad de México, sobre su experiencia en la Unidad de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Cultura y sobre su visión en su nuevo encargo en la administración de Clara Brugada en el gobierno local.


Usted tiene una amplia trayectoria profesional y académica en materia de derechos humanos. En su transición de la Unidad de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Cultura del Gobierno federal a la Consejería Jurídica y de Servicios Legales de la Ciudad de México, ¿qué huella ha dejado?

Eréndira Cruzvillegas – Sería muy soberbio de mi parte decir que he dejado una huella en la Unidad de Asuntos Jurídicos; que eso lo evalúen otros servidores. Yo considero más bien que a mí mucho me dejó el tránsito por ahí como una abogada, hija y hermana de artistas, cuya familia ha luchado para que la cultura sea vista como un derecho humano y no como algo de la élite o como una cuestión superflua.

Yo soy una mujer hija de la migración de la Ciudad de México; mi padre era un indígena purépecha, y mi mamá, una líder social. Yo, desde antes de asumir la cultura como mi propia identidad, de sentirme orgullosa de pertenecer a un barrio popular y de ser de sangre purépecha, la pensaba como algo toral, porque la entendía con una lógica de lo cotidiano, y no sólo como lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos a través de su artículo 27.1

Está muy claro que la cultura, como un derecho humano, nos ayuda a prevenir la violencia y a resignificar y transformar nuestra realidad. Esa es la enseñanza que me dejó haber estado en la Unidad de Asuntos Jurídicos con una gran líder, como es mi querida Alejandra Frausto, y con un presidente que marcó la historia con la Cuarta Transformación. Para mí no se trató solamente de hacer trámites y tener amigos aliados, como el maestro Adame, sino de poseer una visión que me permitiera entender que lo cotidiano tiene un significado de dignidad: la comida, las cocinas tradicionales, el arte popular mexicano, las lógicas que impiden que las personas sean plagiadas a nivel internacional, la repatriación de bienes culturales.

También me dejó una huella profunda poder ser parte de una alianza importantísima y original, que es la que tenemos con los pueblos originarios para vender y promover su arte popular; no sólo lo utilitario, sino también los textiles y los demás productos. Esta alianza con la gente de las comunidades y los pueblos nos ha permitido implementar semilleros creativos en más de 573 municipios, que son los más pobres, y donde más violencias hay, haciendo que el derecho humano del artículo primero constitucional adquiera otro significado a través de la cultura; es decir, no reducirlo a la visión tradicional del derecho, sino entenderlo como un derecho que amplía la dignidad de las personas. Para eso son el derecho, las normas, las instituciones.

Haber sido abogada de la Secretaría de Cultura también me enseñó que el palco tenemos que llevarlo a la vida cotidiana, que los fideicomisos y la participación de los artistas se tienen que ampliar para que no se concentren en tres municipios, como en las alcaldías Cuauhtémoc, Benito Juárez y Coyoacán, o en el ayuntamiento Nicolás Garza García; sino que lleguen a los 300 municipios más pobres del país. Pocas veces los abogados y las abogadas vemos la cultura con base en esta dimensión toral, transversal, desde una perspectiva en que la cultura determina cómo uno entiende la realidad.

Apropiarnos de espacios públicos, como en el que están aquí ahorita –Los Pinos–, para que vengan más de 100,000 personas los fines de semana, de las colonias, de los barrios, es parte de las visiones novedosas, generadoras de la transformación verdadera, de un derecho que antes la gente sentía lejano.

Cuando estuve en la Facultad de Derecho tuve el honor de que me dieran la oportunidad de promover dos materias obligatorias: la primera, sobre género y derechos humanos; la segunda, sobre indígenas. Fue muy importante porque para mí es indispensable que se formen cuadros adecuados de acuerdo con la realidad. México se dice de 69 formas diferentes. La cultura me ha enseñado que México tiene muchas miradas, que es un país pluricultural, pluriétnico, y que ahora, con la reforma constitucional que se acaba de aprobar a los artículos 2 y 4 constitucionales, esta visión de la cultura se fortalece.

La cultura es algo muy profundo, una raíz necesaria que lamentablemente los abogados y las abogadas no vemos, y entonces se trivializa. Como maestra de derecho formo cuadros para que en este país haya una visión diferente y las abogacías se pongan los lentes lilas del género y los lentes multicolores de los pueblos indígenas de este país; para que reconozcan que hay una cultura profunda que ocupa uno de los primeros 10 lugares de importancia en el mundo. Esto implica esta transformación: ver la cultura no como algo trivial, no como un accesorio, sino como un derecho.

¿Cómo va a llevar esta visión tan amplia del derecho a la cultura hacia la Consejería Jurídica y de Servicios Legales? 

Eréndira Cruzvillegas – Debo decir que para mí es un honor tener jefas, porque antes había tenido jefes; primero la secretaria de cultura, Alejandra Frausto, y ahora Clara Brugada, con la oportunidad y el honor que me brinda de formar parte del gabinete de una ciudad transformadora. Es importantísimo dar continuidad a algo que inició nuestra presidenta, Claudia Sheinbaum, cuando fue jefa de gobierno, al sembrar la importante visión de una ciudad de derechos.

Esta lógica de una ciudad de derechos me obliga a reconocer dónde viví de niña, que provengo de un barrio popular, donde todo era irregular, donde había personas que son hijas de la migración y que viven en un contexto con un índice de pobreza muy alto; mi mamá, que era una líder comunitaria, y mi papá, que era maestro de la Universidad Autónoma Metropolitana, se fueron a vivir ahí como un acto de transformación en las décadas de 1960 y 1970. Soy hija de la lucha; orgullosamente soy hija de la gente que busca la dignidad para todas las personas y me siento orgullosa de poder servir a mi ciudad al lado de una mujer maravillosa como Clara.

Digo esto porque en mi comunidad había personas mayores y niños que no tenían actas de nacimiento; sacarlas era un problema porque tenían que caminar una hora y hacer filas y trámites para poder acceder a sus derechos humanos básicos, como el de la identidad; ahora tendré la fortuna de que esa área dependa de mí, por lo cual combatiré todo lo que no me gustaba de niña, lo que me hacía sufrir y lo que me molestaba; tendré la oportunidad de hacer accesible para la gente pobre este y otros servicios, como la defensa pública: tengo muchas amigas y amigos que, lamentablemente, por la pobreza o porque sus familiares son monolingües, no tienen defensa. Tendré la oportunidad de que se les pueda dar una atención correcta e integral a través de las defensorías públicas.

Podría narrar área por área las cosas que lamentablemente tenemos que ir transformando, pero dejaré claro el sentido de los cambios, como lo ha dicho la jefa de gobierno: los servicios serán cálidos, rápidos y cercanos. Y para eso estoy. Con el propósito de generar certezas jurídicas para quienes nunca la han tenido porque no tienen el dinero que las garantiza. Los trámites siempre requieren mediaciones; ahora la oportunidad que me brinda la vida es acercarlos a la gente. Muchas personas se preguntan qué es la Consejería Jurídica, para qué sirve, con qué se come… Están alejadas de esta institución. Yo estoy muy contenta de poder participar en esta lógica que fomenta la dimensión de derechos cercanos a la comunidad para que podamos servir bien a la gente.

He aprendido, en el largo lapso de mi vida como militante y como activista, una cuestión muy importante: nunca olvidar de dónde provengo, ni quién soy, porque desde ahí uno se construye para el bien de la gente. Qué mejor que esto sea con una gran líder, como Clara Brugada, y en un contexto histórico en el que hay una mujer presidenta. Las mujeres esperamos 200 años para tener una presidenta en este país y eso me da mucha, mucha esperanza, porque además quien está es mi compañera de lucha. Yo estuve en el movimiento del Consejo Estudiantil Universitario. Esta mujer de 54 años que tienen enfrente, estudió derecho como tercera carrera porque su familia no quería que estudiara esa licenciatura debido a que la asociaban con la corrupción. Eso es lo que lamentablemente vivimos quienes venimos de movimientos de izquierda, de movimientos de lucha y de esfuerzo. Yo provengo de ahí y no se me olvida quién soy. 

Con esta visión tan plural, ¿cómo va a acercar la Consejería Jurídica y de Servicios Legales a la gente?

Eréndira Cruzvillegas – Es la oportunidad para que los aliados, como ustedes, me ayuden a difundir esto, para tener más adeptos, porque solitos no vamos a poder. Necesitamos notarios, gente convencida, escuelas, universidades. La propuesta que traemos con la licenciada Clara Brugada es que acotemos espacios y tiempos; además, ella nos ha instruido para que vayamos a la periferia; es decir, a los barrios populares, para que las personas como mis vecinas y mi propia mamá, que tenían que tomar un camión, caminar, ir al metro, y a veces sin dinero, para poder llegar, ahora tengan todo a su alcance. Hay que ir a las comunidades, a los barrios populares, a la periferia.

No se nos olvide que la Ciudad de México tiene una parte muy lejana y rural, como Xochimilco, Milpa Alta, Tláhuac, Magdalena Contreras y Cuajimalpa, por citar algunos ejemplos. Es necesario tener estos mecanismos de proximidad y, conjuntamente con Tomás Pliego, que va a ser el secretario de Participación Ciudadana, promover espacios descentralizados de integración de servicios y de atención, además de incluirlos en las utopías junto a su dimensión de los procesos de cuidados, que es fundamental para el desarrollo de las mujeres y para todas las luchas feministas con las cuales hemos venido trabajando, para que ahí también puedan ofrecerse esos servicios.

A la luz de las utopías a las que se refiere y del proyecto de transformación al que se suma con Clara Brugada, la nueva jefa de gobierno, ¿cómo hacer que la Consejería Jurídica y de Servicios Legales ayude a construir en la Ciudad de México una utopía? 

Eréndira Cruzvillegas – La utopía tiene un sentido muy profundo; yo provengo de la teología de la liberación y de grandes teólogos como Jon Sobrino, así como de autores como Eduardo Galeano. Muchas personas luchamos por que la utopía fuera posible aquí y ahora; la utopía es el sueño, lo que queremos. Un proceso de utopía tiene una claridad muy puntual; aquello que siempre quisimos, como que la gente que no tiene dinero, las personas que trabajan cinco jornadas, las mujeres que son trabajadoras y que salen muy temprano de sus hogares mientras sus madres cuidan a sus nietos, y que además llegan a hacer de comer y tienen que dejar la comida hecha para el día siguiente, y que nunca se han ido a atender, o tienen problemas emocionales, puedan acceder a lavanderías baratísimas que se pueden pagar con programas sociales, y mientras se lava la ropa, ir a nadar, ir al yoga, ir al spa, ir a recibir atención con una psicóloga o con una abogada si su pareja la violenta, asistir a talleres donde a los papás les enseñan cómo hacer trencitas y cómo leerles cuentos a los niños. Las utopías son muy interesantes porque son un paquete integral. A mí me hubiera gustado que las señoras de mi barrio pudieran acceder a éstas utopías.

Para mí las utopías son eso: tener una justicia que se abrace con la verdad; para mí, es que las niñas no dejen de estudiar porque tienen que trabajar, que puedan viajar, que puedan definir y hacer lo que quieran, que no tengan que casar pequeñas para salir de sus casas por la violencia. Para mí, la utopía es garantizar que eso no se repita.

Maestra, ¿algún tema que considere importante abordar?

Eréndira Cruzvillegas – Quiero agradecer a la Universidad Nacional Autónoma de México porque la universidad pública facilita que la gente que provenimos de extractos sociales diferentes podamos estudiar juntos. Eso es muy bonito porque si no fuera por esos espacios no conviviríamos, ni habríamos conocido a mucha gente. Esto me hace sentirme muy orgullosa de mi universidad, de mi facultad.

Un reto muy importante ahorita es la reforma judicial: es un desafío claro como la voz sabia de 35 millones de personas que esperan que la justicia sea cotidiana; que la justicia esté cerquita de ellas. Por eso también es importante mi trabajo desde la Defensoría Pública, porque es fundamental para que hagamos alianzas con muchos actores que puedan ayudarnos para que esto suceda.

Le digo a mi gremio que no tengamos miedo al cambio, que el cambio es necesario, pero que necesita su voz y su experiencia. Es el momento histórico de revisar un poder que había sido intocable, que jamás se había cuestionado; es el momento de que podamos hacer lo que soñamos. Nosotros nos hemos atrevido y nos ha costado vidas. Los derechos en el mundo no se han otorgado por gracia de nadie. Empezando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, después de Hiroshima y Nagasaki, se han conseguido con la sangre. La Revolución, la Independencia, los derechos de la diversidad, los derechos de los pueblos indígenas, los derechos de las mujeres, los derechos de las personas mayores, lamentablemente han costado mucha sangre. Ya no queremos que nos cueste sangre: queremos que sean institucionales y que las instituciones estén a la altura de la transformación.

Notas:
  1. Artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: 1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten. 2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.[]

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