¡Extra, extra!: un estudiante de la Libre escribe un raro libro de poesía

Manuel Maples Arce, poeta estridentista mexicano, siendo estudiante de Derecho en la Escuela Libre de Derecho, escribió el libro de poemas con el que se iniciaría la vanguardia poética en México. Manuel de J. Jiménez nos traslada a los zapatos de Maples Arce y nos lleva por sus memorias en esta experiencia jurídica y poética del estridentista mexicano.


Hace 100 años, el 15 de julio de 1922, fue publicado un libro clave en la historia de la literatura mexicana y la vanguardia latinoamericana: Andamios interiores. Poemas radiofónicos. Un estudiante de la Escuela Libre de Derecho era su autor. Acudió a la editorial Cvltvra para entrevistarse con Rafael Loera y Chávez, quien también publicaría libros jurídicos, pues en agosto de ese año aparecería Definiciones sobre Derecho público, de Vicente Lombardo Toledano. El joven veracruzano buscaba que el tiraje fuera de 500 ejemplares, pero el editor —atento a las oportunidades de negocios— duplicó el número, garantizando que sería un éxito de ventas. Según Germán List Arzubide, “en dos semanas se agotó la edición, y Maples Arce recibió 300 cartas de mujeres”.

En aquellos años mozos, Maples Arce jugaba una doble vida: por las mañanas acudía a la escuela y por las tardes se dedicaba a ser poeta.

De ser cierto el dato de List, esas ventas son impresionantes para un libro de poesía hasta el día de hoy. Manuel Maples Arce había llegado a la Ciudad de México a principios de 1920 para alojarse en la casa del amigo de su padre, en la antigua calle de Cocheras —hoy Colombia— con una firme vocación: “Yo había ido especialmente para estudiar Derecho; tal era en aquellos días mi primer objetivo, pero tenía, además, otros móviles intelectuales”. Además de escribir en periódicos, su móvil esencial era la actividad poética. En el segundo tomo de sus memorias, Soberana juventud, recuerda su primera impresión de la Escuela Libre de Derecho, instalada en aquella época en la calle del Correo Mayor: “Mientras me anotaban en el registro y examinaban mis certificados, estuve observando el patio desde el barandal. El modesto local casi me decepcionó, pero recordé que la escuela había nacido de una rebeldía estudiantil contra el director de la Escuela Nacional y formaban su cuerpo docente los más notables profesores del foro mexicano. Todo el personal provenía de la escuela oficial, inclusive el portero, Alejo, que había querido seguir, con su numerosa familia, a los estudiantes en su movimiento. Pensaba, además, que podría recibirme en cuatro años, con lo cual estaría más pronto en aptitud de ayudar a mis padres; pero aquel año precisamente se modificó el plan de estudios y se alargó la carrera un año más”.

En efecto, Maples Arce se licenció el 28 de marzo de 1925 con la tesis “La cuestión agraria”, de acuerdo con el folio 159 del registro de ex alumnos de la escuela. Ayudaron al tesista el licenciado Antonio Díaz Soto y Gama, experto en la materia, y, para la resolución de los casos prácticos, el licenciado Alberto Vázquez del Mercado. Hay que remarcar que, en ese tránsito estudiantil, el oriundo de Papantla le dio forma al movimiento estridentista, con la publicación de Urbe —su segundo libro de poemas de 1924— y la conformación de un grupo interdisciplinar que le daría a México su verdadera aventura vanguardista. 

En aquellos años mozos, Manuel Maples Arce jugaba una doble vida: por las mañanas acudía a la escuela y por las tardes se dedicaba a ser poeta, aunque no escribiera un solo verso. Vagabundeaba por la ciudad, frecuentemente recorría el tramo que iba desde Santa Catarina a la esquina de Tacuba, perseguía chicas y, según dice, “en algunas ocasiones me dirigía a la avenida Madero para presenciar el desfile de coches que en ella se desarrollaba cotidianamente, al mediodía y al atardecer”. Si el poeta bucólico y romántico prefería el alba y el atardecer crepuscular, Manuel Maples Arce se contentaba con los automotores y las luces de los faros. Se asoma allí una poética que ya compartía con artistas, pintores y escultores en las tertulias. En los estudios de Ignacio Asúndolo o Guillermo Ruiz, abriendo círculos de bohemia, “leía allí mis poemas y hablaba de mi futuro libro”. 

¿Qué tanto influyó la vida de estudiante y pasante de abogado en la poética de Andamios interiores y Urbe? Yo diría que bastante, pero no por los temas legales y la exposición al lenguaje jurídico en el imaginario poético, sino por los traslados cotidianos. Por invitación del profesor Vicente Falco Treviño, quien era el director de la Escuela Correccional y Educativa para Varones de Tlalpan, Manuel Maples Arce trabajó como archivista. Para ello, se trasladaba del Zócalo a su centro de trabajo gracias al tren que corría por la calzada, conocido como los “rápidos”. Para él, “el viaje transcurría como un soplo”. Al finalizar su jornada, anhelaba el regreso a la soñada metrópoli; más que una delectación poética por el campo, reconocía que su “verdadero mundo estaba entonces en la ciudad que amaba”, percibida como “una vibrante abstracción”. Un año antes de la publicación de Andamios, el poeta de 21 años de edad reconoce su proceso de escritura lleno de voluntad y dinamismo: “Ni mis labores universitarias ni mi trabajo en la correccional me desviaban de la poesía. Mi espíritu inquieto no se detenía ni un momento. En los trayectos del tranvía, en la mesa, en mi cama, en los cafés, y principalmente en mis solitarios paseos, mi mente trabajaba”.

Cuando se publicó Andamios interiores, advino la fama. En sus memorias, el poeta dirá que “se trataba de un acontecimiento literario, la primera obra vanguardista […] El público lector se dividió: un grupo simpatizó con la nueva tendencia y otro salió despavorido sin saber en qué hueco refugiarse”. Gracias a Arqueles Vela, colaborador de El Universal Ilustrado, y su director, Carlos Noriega Hoppe, la obra trascendió y polemizó años antes del famoso debate sobre el afeminamiento y la virilidad de la literatura mexicana, protagonizado por Jiménez Rueda y Monterde. Los saludos afectuosos también llegaron de Santiago de Chile, de Lima y de la reseña que hizo Borges en la revista Proa. Germán List Arzubide afirma en El movimiento estridentista que la irrupción de la propuesta de su amigo ocasionó que El Nacional dedicara “su primera página para declarar su espanto ante este libro y la gente se apresuró a comprarlo, sintiendo por instinto que si asolaba a los periodistas era algo inteligente”. En otro texto, afirma que ese periódico “de Gonzalo de la Parra continuaba dedicándole páginas enteras injuriosas y banales en que se advertía el deseo de contener un entusiasmo que iba a prender rápidamente”.

Hace 100 años, el 15 de julio de 1922, fue publicado un libro clave en la historia de la literatura mexicana y la vanguardia latinoamericana: Andamios interiores. Poemas radiofónicos. Un estudiante de la Escuela Libre de Derecho era su autor.

La mecha prendió con celeridad, pues del otro lado estaban los amigos de El Universal Ilustrado que, de acuerdo con el estridentista poblano, “era una alta tribuna y desde ella iba a resonar el mensaje lírico y renovador”. De acuerdo con Arqueles Vela, “para comprender a Manuel Maples Arce hay que disgregarse. Hay que distender todas las ligaduras sensitivas. Hay que arrancarse el cerebro y lanzarlo al espacio”. Por su parte, List Arzubide elogió el innovador título del libro que clausuraba con sus primeras palabras la estética tardorromántica y modernista. Admitió que cuando leyó el libro por primera vez sintió “que allí se abría una gigantesca puerta hacia un horizonte desmesurado”.

Para Luis Mario Schneider, Andamios interiores inauguró “un lenguaje moderno, vanguardista, que nunca antes se había visto en las letras nacionales con un sentido tan orgánico”. Por su parte, Elissa Rashkin anota que una imagen recurrente en el poemario es el poeta insomne que describe la ciudad durmiente, deteniéndose en ciertos sitios y objetos. Allí se pueden colar escenas criminales trasmutadas, como sucede en estos versos del aclamado poema “Prisma”:

La ciudad insurrecta de anuncios luminosos 
flota en los almanaques, 
y allá de tarde en tarde, 
por la calle planchada se desangra un eléctrico.

Cuando se publicó Andamios interiores, advino la fama. En sus memorias, el poeta dirá que “se trataba de un acontecimiento literario, la primera obra vanguardista […]

Sin embargo, para Rashkin, “el verdadero tema de Andamios interiores es la subjetividad del poeta que se mezcla con el mundo objetivo que lo rodea”. El libro “plantea una batalla dialéctica entre las realidades interiores y exteriores del poeta”, ya sea a través del sonido y los colores. En un párrafo de Soberna juventud, Maples Arce expone el drama ontológico de la apariencia y los reflejos de su persona, cuestión que vale para clarificar los procesos emocionales que atraviesan el libro, comunes a cualquier estudiante universitario: “Un golpe fuerte de estos singulares instantes hacía vibrar mi espíritu, y las palabras que arremolinaban la imaginación traducían vivamente entonces los momentos gozosos o la delicia poética. Otras veces la piedad acudía a mi alma y me sentía desamparado, solitario, en medio del tránsito humano. Mi condición interior era un compuesto de aspiraciones trascendentes, de impulsos e inconformidades, de voluntad autónoma y de retenciones equilibradas. Entregado a estas especulaciones trataba de definir mi propia personalidad, pero la conciencia, infinitamente fugaz., sólo me comunicaba una porción de mí mismo, dejando a oscuras zonas inalcanzables de mi ser. Así vivía y circulaba entre el gozo y el pasmo de la vida”.

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