Kenya Cuevas es una reconocida activista y defensora de derechos humanos que ha incidido positivamente en su entorno, a pesar de las adversidades que implica la defensa de los derechos humanos desde la sociedad civil. En esta conversación se pone sobre la página su causa así como su experiencia en ese campo.
¿Quién es Kenya Cuevas y cuál es su lucha?
Kenya Cuevas – Mi nombre es Kenya Cuevas, soy activista por los derechos humanos y actual directora de Casa de las Muñecas Tiresias, A. C., una organización civil que nació en 2018. Pero Kenya Cuevas además es una mujer guerrera, una sobreviviente tenaz y una luchadora social que ataca todas las injusticias. Actualmente me dedico a defender los derechos humanos de las personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad, garantizándolos a través de acompañamiento. Abogo por su derecho a la salud, a la vivienda, al trabajo, a la identidad, a la educación y a los derechos que suelen ser vulnerados con suma frecuencia, ya sea personas trans o de integrantes de la diversidad sexual, personas que viven con vih, sujetos privados de la libertad, trabajadoras sexuales, personas que viven en situación de calle, consumidoras de sustancias estupefacientes e inclusive migrantes. La vulnerabilidad de todos ellos siempre requiere un acompañamiento para defender sus derechos, pues una población con estas características suele ser invisibilizada y criminalizada; por eso es necesario alzar la voz en su nombre. Kenya lucha por esos derechos.
¿Cuál es tu modelo de reinserción social y de justicia restaurativa? ¿Cómo lo llevas a cabo en tu asociación?
Kenya Cuevas – Desde el primer momento que surgió nuestra asociación decidimos hacer acompañamiento, no sólo a las instituciones sino a las personas en particular. Conforme fue pasando el tiempo, detectamos, a través de nuestros mapeos, las condiciones de vulnerabilidad en las que se encontraban las personas trans, principalmente, pero también toda la comunidad. Por eso decidimos abrir el primer albergue: Paola Buenrostro. Actualmente tenemos dos albergues para personas y uno para perritos, pues también estamos rescatando a estos animalitos en situación de calle. Estos albergues brindan un acompañamiento integral para la reinserción social, económica y laboral de las personas. Trabajamos con in modelo de tres etapas: ingreso intermedio, avanzado y de vida independiente, en cada una de las cuales los individuos se comprometen a cumplir tanto con el reglamento como con las actividades que se realizan dentro de la casa.
La casa se compromete a garantizar ciertos derechos humanos, así como la estabilidad emocional de las personas, para lo cual se les asigna un psicólogo. Se buscan sus documentos de identidad, sus documentos escolares; se investiga si tiene acceso a los servicios de la Secretaría de Salud para realizarles un monitoreo general, y si tienen alguna enfermedad crónica degenerativa o terminal, se les da atención prioritaria. El primer acercamiento con el área psicológica nos permite establecer un plan para salvaguardar la estabilidad emocional de los sujetos.
Posteriormente, los involucramos en un proyecto educativo: las personas se inscriben en el nivel en el que se quedaron rezagadas. Algunas llegan con conocimientos básicos de alfabetización; otras con primaria o con secundaria trunca. Después que detectamos el nivel de rezago, comenzamos a trabajar con ellos. Al mismo tiempo, ofrecemos diversos talleres de autonomía económica, culturales, deportivos, artísticos, digitales, de idiomas y de todos los temas que propicien la deconstrucción de la violencia. Asimismo, procuramos rescatar hábitos que suelen perderse en contextos de vulnerabilidad.
Después de que se adaptan al estudio, es obvio un avance en sus emociones y en su estabilidad. Entonces se les vincula al área laboral. Tenemos convenio con algunas empresas que garantizan el respeto a su identidad y a sus derechos laborales. Así empieza un proceso de ahorro: 80 por ciento de lo que ganan se va a una caja de ahorro y el 20 por cientos restante se lo quedan para su consumo personal, ya que la casa cubre su sustento integral. Al finalizar esta etapa, algunos cursan una licenciatura e ingresan a un área psicoemocional con el apoyo de un consejero de vida; se arma un proyecto a corto, mediano y largo plazos para que las personas adquieran un sentido de la responsabilidad. La última etapa de este proceso es la vida independiente. Con el dinero que ahorraron de su trabajo ya pueden rentar un cuarto y comprar una cama o una estufa.
Este modelo fue diseñado a través de nuestra historia de vida; a través, también, del expertise de cada uno de los integrantes de nuestra organización. Hemos creado un manual de reglamentos y de compromisos base para que las mujeres entiendan que el trabajo sexual no es la única fuente laboral a la que tienen acceso, ya que históricamente es donde se les ha arrojado: trabajo sexual, estilismo, labores domésticas. En los demás espacios sociales no participan porque ni siquiera se les ha permitido estudiar.
No obstante, con el avance que hemos tenido como activistas, consideramos que se ha abierto una brecha importante en torno de la revolución de los derechos humanos, lo que nos ha permitido incursionar en diferentes espacios socioculturales, así como en la educación, en el trabajo, en la vivienda, en la identidad, en la salud. Esos eran los primeros espacios donde se nos negaban nuestros derechos, pero también donde se violentaban. Entonces fue como tener acceso a una reeducación, con lo que hemos logrado un cambio importante en el país.
¿Qué pasa cuando una asociación no acepta tu género?
Kenya Cuevas – A mí me pasó. Cuando era niña viví en algunas casas-hogares. Estuve con el padre Chinchachoma, en la Casa Hogar Providencia y en la Casa Alianza. Por ser trans siempre había limitaciones a mi identidad. Entonces, por no asumir los roles tradicionales de esos lugares, terminaba en las calles. Aunque para una persona el género puede ser totalmente integral, para las personas de la diversidad sexual no lo es. Entonces cuando socialmente no reconocen tu identidad esa actitud de rechazo originar muchos procesos distintos en tu vida.
¿Feminicidio o transfeminicidio?
Kenya Cuevas – El feminicidio se construyó para buscar la interseccionalidad de las condiciones que enfrentan las mujeres día a día, por lo cual se le colocaba en el estatus de víctima. Este protocolo que define la terminología del feminicidio también nos ayuda a entender las situaciones fisiológicas, económicas, culturales y familiares que puede vivir una mujer. En el caso de las mujeres trans, no atravesamos los mismos procesos, pues, por ejemplo, no tenemos una pareja con quien podamos casarnos y no tenemos hijos; muchas no contamos con una familia que nos sirva como red de apoyo, ni tenemos un trabajo ni una profesión. En consecuencia, no tenemos las mismas experiencias de vida, aunque la violencia de género que padecemos es muy parecida.
Histórica y sistemáticamente, las mujeres trans hemos sido violentadas por nuestra identidad de género, porque no ha sido reconocida cabalmente. No se reconoce nuestra salud integral, ni nuestros procesos de vida. Tampoco se reconoce que estamos incorporadas al trabajo sexual, ni que enfrentamos problemas de consumo de estupefacientes; no se reconoce la criminalización específica de un feminicidio. Creo que, en nuestro caso, sí es necesario tipificar ese delito como transfeminicidio, precisamente para que acceder a la verdad y a la justicia sea efectivamente a través de la interseccionalidad en la que están involucradas las personas trans.
También hay que hablar del transhomicidio, que no es lo mismo que el transfeminicidio, ya que la violencia contra los hombres trans se recrudece porque ellos aún tienen vulva y el daño que sufren ante una agresión violenta es mucho más impactante. Por eso es importante que se reconozca nuestra identidad y los procesos de violencia de los que somos víctimas.
¿Qué piensas sobre la tipificación del transfeminicidio?
Kenya Cuevas – Existe un frente del feminismo mexicano que asegura que las mujeres trans no somos mujeres. Hay que entender que hay una necesidad muy particular de las personas trans, en todos los espacios socioculturales, y que debemos educarnos para poder crear empatía y respeto e instrumentar estrategias para garantizar nuestro derecho a la justicia. Por eso estoy de acuerdo en que se institucionalice el tipo penal de transfeminicidio.
¿Se necesita un movimiento para impulsar la tipificación del transfeminicidio?
Kenya Cuevas – La lucha ya se está dando desde hace siete años, por el asesinato de Paola. Por eso esa palabra está en el tendedero. Al asesinato de Paola siempre me referí como un transfeminicidio, aunque antes de la muerte de esta persona trans el término no se conocía. Incluso los titulares de los periódicos publicaron: “Joto, hombre vestido de mujer asesinado”. Creo que esto vino a dar una pauta a la lucha de las personas trans, de la cual se desprendieron nuevos conceptos para nombrar sus circunstancias y novedosos cuestionamientos. La lucha es muy puntual: el transfeminicidio ya está en la agenda legislativa. Se quedó en comisiones, pero vamos a insistir en que suba al pleno con el apoyo de la sociedad civil, porque creemos que es importante. Además, una ley sobre el tema ya se está discutiendo en muchos estados de la República; aunque yo no estoy encabezando esa lucha, lo importante es que permee a toda la República.
A partir de esta iniciativa se produjo la visibilidad de los transfeminicidios y de los transhomicidios, así como el reconocimiento de los movimientos de los colectivos y de las instituciones que abogan por el tema. Asimismo, se reguló el protocolo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que señala cómo juzgar con perspectiva de género sin violentar la identidad de género. La nuestra es una lucha constante que se debe fundar, más que en la confrontación, en la educación. Esa siempre ha sido mi estrategia: avanzar por medio de la educación. Es la única forma de entender, por ejemplo, que el concepto de mujer es una construcción social.
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En cuanto el trabajo sexual, hay dos vertientes: la teoría regulacionista, que pugna por regular esta actividad y reconocer derechos laborales a las sexoservidoras, y la teoría abolicionista, que propugna por la criminalización del sexoservicio. ¿Cuál es más factible?
Kenya Cuevas – Creo que no hemos entendido que el problema no es el trabajo sexual en sí, sino el problema sociocultural: el hecho de que no haya oportunidades para las mujeres trans o cisgénero. De acuerdo con mi experiencia como mujer trans trabajadora sexual, nadie se dedica a esa actividad por gusto. Nos involucramos por un acto de violencia, aunque después la normalizamos porque cubría ciertas necesidades por las cuales nos dedicamos a ella.
Entonces se convirtió en un trabajo, porque implicaba una remuneración económica. Aunque, por no estar regulado, el sexoservicio conlleva muchos problemas: trata de personas y diversas violencias que permanecen invisibilizadas, etcétera. Pero si dejemos el trabajo sexual a un lado, si realmente el Estado garantizara la educación y el trabajo para las personas trans, entonces éstas no verían en el sexoservicio una opción de vida. El problema no es el trabajo sexual; más bien, éste es una consecuencia de un Estado de doble moral que suele violentar los derechos humanos de los ciudadanos con base en el machismo, los usos y costumbres, las creencias religiosas, etcétera.
Yo siempre he dicho que es muy fácil despojarnos de nuestros derechos y cuestionar nuestra identidad, que es muy fácil tomar decisiones sobre asuntos que nos atañen exclusivamente a nosotras, pero si el Estado no va a garantizar mis derechos humanos, pues así como me discrimina por mi condición trans también debería discriminarme dispensándome los impuestos. Eso sería justo.
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¿Crees que el reconocimiento trans debe ser un tema de salud pública?
Kenya Cuevas – Sí, porque al Estado le sale más caro cubrir una enfermedad por la aplicación de biopolímeros y aceites que una automedicación con hormonas. Cuando se producen las trombosis, o las sobredosis hormonales, se requiere un tratamiento de por vida. Por su parte, una cirugía se realiza en tres horas, con un mes de revisión y ya. En contraste, la cirugía sería muy barata.
Por eso es improrrogable el reconocimiento jurídico de las personas trans, incluso si modifican su género. Debería instrumentarse una regulación integral, pues ni siquiera la Secretaría de Salud ha podido garantizar tratamientos hormonales y cirugías plásticas para no incurrir en procesos de automedicación o en el uso de biopolímeros y aceites que provocan que la expectativa de vida de las personas trans sea de 35 a 40 años de edad.
¿Crees que es justo que luchemos por una identidad y reconocerla en una ley cuando la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ya señala que todos tenemos derecho a una identidad?
Kenya Cuevas – No se tiene por qué exigir un derecho que ya se tiene.
Entonces debemos entender que los derechos humanos son para todos y que no son negociables. No es una cuestión de que el Estado sea buena onda o de que sea muy empático, porque hay mucha gente que piensa así. Más bien es una cuestión de garantizar los derechos humanos, para lo cual hay que modificar reglamentos internos, instrumentar protocolos e implementar todo lo que conlleve una capacitación continua y una educación constante para lograr esa garantía.
¿Qué le dirías a Kenya de ocho años?
Kenya Cuevas – Yo le diría a Kenya de ocho años que lo logramos, que hoy estamos tranquilas y totalmente realizadas y que lo que hemos obtenido nos lo ha dado el universo y ya nadie puede quitárnoslo.
¿Qué mensaje les darías a las personas que nos dedicamos al derecho?
Kenya Cuevas – Que cuando hagamos el compromiso y el juramento de legislar lo hagamos con convicción y no lo hagamos por creer que, por ser abogados, vamos a ganar mucho dinero y vamos a tener mucho poder o vamos a obtener los mejores puestos públicos, pues muchas veces los litigantes estudian derecho porque su papá es el mejor abogado de México y tiene el mejor despacho jurídico del país.
Ustedes no saben el daño que pueden hacerle a una persona cuando no cumplen con su juramento de acceder a la verdad a toda costa, aunque su representado sea culpable del delito por el que se le procesa. No saben cómo pueden influir en la vida de una persona cuando no realizan su trabajo de ética. Pueden destruirla. Inclusive hay muchos suicidios de quienes se sintieron defraudados porque no tuvieron acceso a un buen abogado o se toparon con un litigante corrupto.
Si nosotros acudimos a un abogado es porque lo necesitamos y lo que deseamos de él es que sea empático y respetuoso y que tenga la firme convicción de pugnar por la justicia.
La educación es un privilegio. ¿Qué opinas de tener ese privilegio y aun así corromperlo?
Kenya Cuevas – Yo quiero estudiar derecho. Aunque tengo poco tiempo de haber aprendido a leer y a escribir y apenas terminé la secundaria y voy a entrar a preparatoria.
Ahora que me he educado, que he aprendido a leer y a escribir, que puedo acceder a otro tipo de información, que tengo interés en diversos temas, me doy cuenta de muchas cosas. Ha habido algunas instituciones educativas que me han dicho que con lo que ya sé puedo obtener mi certificado en competencias laborales; sin embargo, yo les he dicho que no, porque yo quiero aprender bien esa carrera, y no es porque quiera quedar bien con nadie, sino porque me lo debo a mí.
La verdad es que me apasiona mucho el derecho. Yo estuve privada de la libertad casi 11 años, sin ninguna defensoría, porque la defensoría pública en este país no funciona. Nunca atiende los casos cuando llegan a los juzgados. Por eso aspiro a estudiar para subsanar esa carencia y que en el futuro las personas cuenten con una verdadera defensoría.
Con base en tu experiencia en el sistema penitenciario, ¿qué se debe hacer para mejorarlo?
Kenya Cuevas – Fíjate que cuando salí de la cárcel recibí una notificación que tuvieron que haberme entregado cuando aún estaba recluida. Imagínate: estuve presa de 2000 a 2010. Si hoy persiste la corrupción de los centros penitenciarios, en esos años era un flagelo invisible; nadie quería meter las manos en las cárceles, ni siquiera denunciar lo que ocurría en sus entrañas. Entonces aparece una Kenya Cuevas que habla en los medios de comunicación y cuenta con lujo de detalles cómo la violaban, cómo se deshacían de las personas con vih y cómo utilizaban a los reos como conejillos de indias. Entonces se produjo un cuestionamiento social, de muchas organizaciones, que ha propiciado que los centros penitenciarios estén en el ojo del huracán. Si revisaras exhaustivamente, los expedientes de todas las personas privadas de la libertad, por lo menos 80 por ciento de la población penitenciaria saldría libre. Históricamente, en las prisiones de México permanecen encerradas, de manera injusta, muchas personas, revictimizadas por su condición de pobre.
¿Qué opinas de los roles que se les asignan socialmente a las mujeres trans?
Kenya Cuevas – Vivo amenazada de muerte y he sufrido dos atentados. Cuando empecé a visibilizar los asesinatos de las personas trans, sus condiciones de salud, vivienda, trabajo, educación e identidad, mucha gente se enojó y enderezó agresiones en mi contra.
Fui testigo del transfeminicidio de Paola Buenrostro, que denuncié en los medios de comunicación durante más dos años, ante instancias a las que nadie me acompañó, ni siquiera una institución pública. En ese tiempo yo estuve en riesgo, sin dinero, sin trabajo, ni siquiera en el sexoservicio, que era la única opción que conocía desde los nueve años para sobrevivir económicamente. Andaba con miedo porque el asesino de Paola había obtenido su libertad.
Cuando empecé a dar conferencias y entrevistas me volví muy visible pues denuncié lo que ocurría en las cárceles. Entonces comencé a recibir amenazas vía WhatsApp y vía telefónica, a las que no les daba mucha importancia. Pero un día enviaron una corona de flores a mi casa, con mi nombre. Tuve una crisis de pánico pues creí que me iban a matar. Afortunadamente sólo fue una advertencia. Después, en el transporte público, tres mujeres trans me picaron, pero les otorgué el perdón y salieron ilesas del proceso penal que se les fincó, porque conozco los contextos en los que se desenvuelven… No obstante, tenía muy claro que alguien me quería matar. Posteriormente sufrí otra agresión, pero esta vez no supe quién fue el responsable, no obstante la gravedad del atentado, pues recibí tres impactos de bala.
Por si fuera poco, un día que volví de un viaje a Oaxaca, la policía encontró, muerta en mi cama, a una compañera trans que vivía conmigo. En ese tiempo la Fiscalía me había concedido medidas cautelares en mi calidad de testigo del crimen de Paola. Sin embargo, la Policía Ministerial se había negado a hacerlas efectivas porque temían el juicio de la sociedad por custodiar a una trabajadora sexual. Entonces, denuncié amparo y el juez sentenció: “Si es trabajadora sexual o no, no te incumbe; tienes que protegerla”. Desde entonces, finales de 2017, hasta el día de hoy, tengo una escolta.
Y después de siete años en busca de justicia…
Kenya Cuevas – No voy a parar. Y si tengo que morir en la línea, ni modo. Se dieron el lujo de despojarme del miedo. A mí, particularmente, una mujer sin miedo me da mucho miedo. Cuando ya no tienes miedo, te enfrentas a cualquier cosa.
Estás alzando la voz, rompiendo estereotipos, cambiando a la sociedad…
Kenya Cuevas – Y lo seguiré haciendo aun después de la muerte, porque desde que mataron a Paola me he dedicado a rescatar los cuerpos de muchas mujeres trans. En este país, por no ser familiar directo de una víctima, no te entregan su cuerpo; sin embargo, por medio de la asociación he buscado el reconocimiento de las familias elegidas para rescatar esos cuerpos. Los dignifico aun después de la muerte, reconociendo sus identidades, pero también recordando sus memorias.
Acabo de construir el primer mausoleo para mujeres trans en México y en el mundo. Este espacio tiene una identidad trans integral y cuenta con el reconocimiento de las autoridades.
¿Cuál sería tu mensaje para los jóvenes y cuál es tu expectativa en relación con las nuevas generaciones en el derecho?
Kenya Cuevas – Creo firmemente que vale la pena luchar por nuestros ideales y por nuestras convicciones. Y estoy segura de que existen muchos jóvenes con esta mirada nueva y fresca que ayudarán a erradicar esta situación que tanto daño nos ha hecho al violentar los derechos humanos.