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La Cantata criolla (“Florentino, el que cantó con el diablo”) de Eduardo Mata con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar

Se ha hablado y homenajeado mucho la figura de Eduardo Mata en nuestro país por medio de artículos, conciertos, orquestas fundadas con su nombre, y un largo etcétera, pero poco se ha expresado, a mi parecer, en cuestión de su legado discográfico que, en la actualidad (dadas las pobres propuestas discográficas existentes), resulta tan valioso como los conciertos que permanecen en la memoria sonora de los afortunados que pudieron disfrutar su arte.


Grabado bajo el sello de Dorian, el cual realizó algunas de sus mejores producciones tanto técnica como artísticamente, en Venezuela, esta interpretación de la Cantata criolla (1954) de Antonio Estévez, con texto de Alberto Arvelo Torrealba, y de Chôros No. 10 “Rasga o Coraçao» (1926), de Heitor Villa-Lobos, sin duda alguna, ha superado el paso del tiempo. La música de dos de los grandes compositores latinoamericanos como Antonio Estévez y Heitor Villa-Lobos existe de manera muy audaz, y no es casualidad que sean de países cercanos, como lo son Venezuela y Brasil.

Los sonidos que escuchamos nos anuncian que nuestro continente ha tenido grandes figuras musicales innegables a los ojos y a los oídos de todos. La maestría de la orquestación, así como las sonoridades y las interpretaciones de ambas piezas, son tan espectaculares como las producciones posteriores de los ingenieros de Dorian. La obra maestra de Estévez, titulada «Florentino, el que cantó con el diablo», cuenta la historia de un concurso de canto entre un vaquero venezolano y Satanás, con Florentino victorioso recitando los nombres de los santos. El trabajo tiene tres partes concisas y dura un poco más de media hora. La tercera parte, el concurso real, está ambientada en una especie de arreglo de zamba. La mezcla de géneros populares está presente a lo largo del disco con esas piezas emblemáticas de la creación contemporánea latinoamericana. El sentido rítmico y, al mismo tiempo, el tratamiento melódico de las percusiones, los alientos y el coro nos ofrecen una visión muy amplia del entramado dramático y de la visión del compositor.

La interpretación musical es un acto fuera de serie, tal como la dramaturgia de la obra exige de sus intérpretes. En este primer caso con dos solistas sensacionales (particularmente el tenor Idwer Álvarez, como Florentino), un gran y entusiasta coro y la resplandeciente Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, todos bajo la batuta de Eduardo Mata. El trabajo de ensamble, camerístico y de diálogos entre los músicos es impecable. En el caso de Chôros No. 10, de Villa-Lobos, con 13 minutos de duración, el trabajo interpretativo es igualmente bello y profundo, pues guía al oyente del disco en un discurso narrativo muy corto para los estándares actuales, pero con una calidad que ya no se encuentra en grabaciones de obras de nuestra región. Aquí he sido testigo de uno de esos discos que deberían pertenecer a todas las colecciones de música coral. Por eso deseo con ansias que los mejores grupos corales se aventuren con esta pieza en lugar de hacerlo con su habitual dieta triste de misas, réquiems y Mesías.

Me despido de 2023 con esta reseña de uno de los discos que más me ha causado alegría e inspiración. Ojalá en estos tiempos de sequía productiva cultural vuelvan estos proyectos sonoros que tanto hacen falta.

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