La resolución de conflictos de manera pacífica no es exclusiva de la abogacía. Responde, más bien, a una visión cultural sobre las controversias y las prácticas sociales. Esta visión se aprende del entorno y se entiende en las aulas. Las instituciones educativas deben construir espacios libres de violencia para promover la cultura de paz. Al respecto escribe Karla E. González.
El gran desafío de los centros educativos es llevar a cabo estrategias y acciones que permitan la construcción de relaciones pacíficas entre maestros, alumnos y padres de familia. Promover la cultura de paz se debe traducir en aumentar los niveles de compasión humana, introduciendo en la educación el aprendizaje emocional y social entre la infancia.
Para la construcción de espacios libres de violencia en las escuelas a través del diálogo es fundamental encauzar las habilidades emocionales desde edades tempranas, cuando se les enseñe a los niños los cuatro aspectos básicos de la capacidad emocional: la autoconciencia, la autogestión, la convivencia social y la gestión de las relaciones.
La autoconciencia es el conocimiento propio de nuestras emociones, reacciones, puntos de oportunidad y debilidades. La autogestión es la canalización útil o productiva de nuestras emociones, reacciones y sentimientos. La conciencia social es la habilidad de empatizar con los demás, es decir, de considerar no sólo nuestros sentimientos sino los de los demás, y que las decisiones sean tomadas desde este punto. La gestión de relaciones constituye una capacidad social porque una vez que nos conocemos podemos utilizar la empatía con los demás para hallar puntos en común y tejer redes para fortalecer a la familia o alcanzar determinados objetivos sociales.
Ante un conflicto primero debemos tener en cuenta cómo se percibe el problema. Sin duda es preciso detectarlo. Una forma de hacerlo es identificar cómo lo ven los involucrados, desde sus perspectivas, y cómo se sienten ante él, que son dos cosas distintas. Para ello se debe enseñar al alumno a hablar del problema sin juzgamiento, con base en la forma como lo ve y como lo está sintiendo. Implementar el diálogo asertivo es muy importante para saber qué ocurrió y cómo el alumno está percibiendo el conflicto.
A este hecho debemos sumar una escucha activa, pues muchas veces escuchamos para responder, con una actitud defensiva o de confrontación cargada de creencias que encubren los miedos e impiden identificar las eventuales soluciones a un problema.
Otro paso importante para avanzar en la solución del conflicto consiste en que el alumno identifique cuál es su interés y buscar soluciones acordes con ello. El hecho de que el alumno pueda expresar sus peticiones de manera asertiva le concederá protagonismo, seguridad y destreza para afrontar una situación en la que se siente en desventaja y no recurrirá a la imposición del poder o la fuerza, sino que recurrirá a la acción cooperativa para plantear diversas propuestas de solución.
La capacidad emocional es un elemento clave para la educación actual y para la educación del futuro y sirve para alcanzar la anhelada cohesión social. Esta habilidad constituye una pieza clave del rompecabezas que es la compleja convivencia humana justa, en la que, desde la infancia, los individuos pueden ser capaces de gestionar sus emociones mediante estrategias de comunicación asertiva que contribuyan al sentido de comunidad, no como un espacio físico, sino como un sentimiento de percepción.
La mediación escolar y los círculos de justicia restaurativa contribuyen al diálogo y a la buena comunicación entre los miembros de las escuelas. Precisamente estos mecanismos ayudan a instruir a los miembros de la sociedad a emplear formas pacíficas de solución de conflictos. Cuando una persona se identifica como miembro de la comunidad, desarrolla un sentido de pertenencia y responsabilidad de sus actos que redunda en beneficio de la sociedad.
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