¿Qué tipo de abogados debemos formar para la realidad contemporánea, marcada por el incremento del uso de herramientas informáticas en la práctica jurídica, a la que el autor denomina Derecho asistido por ordenador (DAO)? El autor nos ofrece una respuesta a través de este artículo.
La informática jurídica representa el conjunto de técnicas de registro, recuperación y manejo de datos jurídicos para transformarlos en información, es decir, en datos útiles para un propósito específico. Al uso sostenido de la informática jurídica para mejorar el desempeño en diversas áreas del quehacer de los abogados podemos denominarlo Derecho asistido por ordenador (DAO).
El valor inherente al Derecho asistido por ordenador es la eficiencia. Esto justifica pronosticar su consolidación como una potente herramienta empleada en diversos ámbitos de la práctica del Derecho, con el propósito de lograr una solución justa a los problemas jurídicos, comprometiendo menos recursos.
«El valor inherente al DAO es la eficiencia. Esto justifica pronosticar su consolidación como una potente herramienta empleada en diversos ámbitos de la práctica del Derecho, con el propósito de lograr una solución justa a los problemas jurídicos, comprometiendo menos recursos».
Las preguntas que hoy nos planteamos en torno del DAO tienen que ver, sobre todo, con la velocidad y la profundidad de los cambios que provocará en la práctica jurídica: ¿será moderadamente innovador o francamente disruptivo? Creo que una clave para responder a esta cuestión se sitúa en el plano de la educación jurídica. En efecto, la adopción de técnicas informáticas tendrá ventajas para el acceso a la justicia y, en general, para la eficiencia del Derecho, siempre y cuando los abogados participen en el diseño de esas tecnologías y entiendan los verdaderos alcances y dilemas asociados a su uso. Entonces, ¿de qué manera habrá de diseñarse el currículum universitario para el ámbito del Derecho en los tiempos del Derecho asistido por ordenador ? Desde mi punto de vista, ese diseño debe tener claro un propósito: formar a los estudiantes para que adquieran habilidades adecuadas al uso y diseño de innovaciones tecnológicas basadas en las ciencias de datos, manteniendo un sentido crítico. En otras palabras, el abogado de los próximos decenios será una mezcla inteligente entre un analista que maneja las nuevas herramientas del Derecho y un arquitecto lógico habilitado para sistematizarlas, con la capacidad necesaria para distanciarse críticamente del proceso.
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El sentido crítico al que nos referimos es fundamental, pues significa una actitud filosófica y reflexiva respecto de la relación entre el Derecho y la informática basada en la distinción entre problemas jurídicos y dilemas jurídicos. Distinguir entre problemas y dilemas, entre soluciones únicas y mejores respuestas, permite comprender con claridad la complejidad del Derecho: la falibilidad que le es intrínseca, así como la necesidad de que sus operadores cultiven una serie de virtudes morales e intelectuales, en el contexto de la deontología profesional que les es propia.
«El sentido crítico es fundamental, pues significa una actitud filosófica y reflexiva respecto de la relación entre el Derecho y la informática basada en la distinción entre problemas jurídicos y dilemas jurídicos. Distinguir entre problemas y dilemas, entre soluciones únicas y mejores respuestas, permite comprender con claridad la complejidad del Derecho.»
Una reflexión final. No sin razón, para muchos el Derecho asistido por ordenador representa incertidumbre e incluso se interpreta como una fuente de amenazas. Sin negar la ambivalencia de cualquier tecnología, creo que nuestra actitud como profesionales del Derecho y como formadores de abogados puede descansar en una lúcida reflexión de Martin Heidegger: “Sin dejar de reconocer que sería necio arremeter ciegamente contra el mundo técnico, es imperativo mantener una posición radicalmente libre respecto del mismo; podemos decir sí al uso de los objetos técnicos, y podemos a la vez decirles no en la medida en que rehusamos que nos requieran de modo tan exclusivo, que dobleguen, confundan y, finalmente, devasten nuestra esencia”.