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La libertad bolivariana

Ante los resultados de las elecciones en Venezuela, ¿qué queda por hacer para que el pueblo alcance su libertad? María Solange Estrada Maqueo se aproxima críticamente a la democracia del país latinoamericano.


El régimen chavista inició hace más de 20 años. Fue una promesa de libertad y de esperanza. Hugo Chávez, como cualquier mandatario carismático, prometió poner ante todo a los pobres y hacer de Venezuela un país con mayores oportunidades. Hoy, el panorama que enfrenta esa nación es muy distinto.

Tras las elecciones celebradas el domingo 28 de julio del presente año, el actual presidente Nicolás Maduro ha sido el foco del escrutinio público, así como del cuestionamiento internacional. Todo indicaba que los venezolanos no querían la reelección de Maduro, el sucesor de Chávez, que ha buscado dar continuidad al llamado “chavismo” y, en cambio, ha generado una de las mayores crisis económicas, políticas y sociales que actualmente se han producido en América latina.

Venezuela, que era un país próspero, en vías de convertirse en una potencia petrolera y con una de las economías americanas más boyantes, hoy es una sombra de lo que fue. Hoy, nuestros hermanos venezolanos huyen de su tierra en búsqueda de oportunidades. Tan sólo desde 2015 aproximadamente siete millones de personas de esa nación han emigrado a otro país. La condición de migrante, que siempre presenta múltiples complicaciones, es la opción más viable para no permanecer bajo un régimen que desprecia al trabajador y sólo enriquece a los más leales al poder en turno. 

Después del fallecimiento de Hugo Chávez, presidente de 1999 a 2013, Nicolás Maduro, a la sazón vicepresidente chavista, asumió el papel de mandatario interino hasta en tanto se celebrarán nuevas elecciones. En vida, Chávez solicitó a sus seguidores que votaran por Maduro, en caso de que él ya hubiera fallecido, lo cual hicieron. “No soy Chávez, pero soy su hijo”, dijo el actual presidente venezolano, quien ha procurado continuar con el proyecto de su predecesor, tan popular entre sus conciudadanos. 

Nicolás Maduro no es Hugo Chávez; no es igual de popular ni tiene la fuerza política que tenía éste. Al contrario, Maduro depende de la fama de Chávez para conservar la escasa popularidad que aún le queda. Estas elecciones lo demostraron. La gente en Venezuela está cansada de los excesos de sus mandatarios, de vivir en la pobreza y con miedo a la represión política. Por lo anterior, después de años de lucha la oposición por fin ha recibido un gran apoyo popular. Su error fue creer que las elecciones se llevarían a cabo con limpieza y honestidad.

Todo indicaba que si bien el candidato de la oposición, Edmundo González, tenía el apoyo del pueblo venezolano, Maduro no tenía planes de dejar el poder tan fácilmente. Con el aval de las instituciones cooptadas por el régimen, muy probablemente Nicolás Maduro será declarado ganador. 

¿Qué queda por hacer? ¿Sucumbir en la desesperanza? El pueblo venezolano nos ha demostrado que nunca lo ha hecho. Y sabe que lo último que hará será resignarse. Pues rendirse ante lo ocurrido sería darle en bandeja de plata la elección a Madura que claramente se robó. Hoy Venezuela está luchando por salir adelante, por conseguir elecciones justas bajo el mando de quien ha sido una de las principales voces de la oposición, María Corina Machado.

Creo que hay muchas cosas que aprender de Venezuela. Desde los peligros que siempre nos advierten que se avecinan si seguimos el ejemplo de sus gobernantes nefastos, hasta las voces de libertad que se alzan con tanto fervor. México no es Venezuela, pero no es inmune al peligro que hoy ha sentado sus reales en el país de Bolívar.

Escuchemos a nuestros hermanos, apoyémoslos, aprendamos de sus voces de libertad. No caigamos en la trampa del carisma y el populismo que hoy los tiene hundidos y sigamos luchando como ellos continúan haciéndolo.

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