Alberto García Villatoro reflexiona sobre las protestas y las movilizaciones sociales contra las política impopulares del gobierno, como un parámetro para medir qué tan democrático es un gobierno.
En conversación con el lector o la lectora, las ideas que a continuación expongo no son nada nuevas para quienes se movilizan y protestan, puesto que, al organizar un conjunto de modos y conocimientos que pongan en movimiento una protesta motivada por una decisión política impopular, podemos estar a la vanguardia de toda lucha por los derechos civiles.
La existencia de una gran diversidad de intereses configura varias inquietudes y aplica a una gran cantidad de personas, dando pie a “movimientos pluralizados con raíces en toda la sociedad”. Esta existencia de líneas paralelas en los intereses de muchos, con enfoques distintos, constituye un núcleo de valores similares que incitan a pensar individual o conjuntamente “si es que se puede hacer algo para cambiar eso que quiero, que queremos, que no siga así”, es decir, el ánimo que crea una intención de poder ayudar, aprender, comprender cómo defenderse contra el poder y así extenderle la mano a alguien más; entonces, si ya existe un núcleo común de preocupaciones que constituyen la base de toda protesta, y asumiendo que a las personas les importa, ¿qué es lo que está faltando?1
Sin duda, se busca propiciar cambios al protestar: ¿cómo estamos protestando? Pareciera que en el ciberespacio existe una intercomunicación más directa, una integración por medio de chats y grupos, pero la colaboración para ser parte de una protesta tendría que ir más allá de las facilidades digitales. Tal vez regresando a aquellas asociaciones de personas y de organizaciones, a aquellas juntas vecinales o nacionales, y con la construcción de medios de comunicación alternos serios y distanciados de los medios tradicionales del control privado comercial, se pueda dar un primer paso. Si se considera que no existen, lo lógico es crearlos.
Porque debemos crear los medios que nos ayuden a acercarnos a la verdad; originarlos debería ser nuestra prioridad. Sí, con la ayuda de la tecnología digital, pero, ¿por qué no regresar a la organización de las reuniones, los conciertos, los debates y las manifestaciones? Movilizar las protestas.
Con lo anterior podemos hacer frente a las decisiones políticas impopulares de nuestros días, aquellas decisiones que parece que se hacen con objetivos comerciales y mediáticos, en los cuales la verdadera política, “aquella de decisiones sobre las características fundamentales de nuestra vida social y económica”, sea por la que podamos urgir su pronta ejecución.2
Cuando decidimos ver el mundo de una manera diferente y afrontar las decisiones políticas impopulares de formas distintas, ponemos en evidencia la posición del poder ante las protestas, y también, en cierto modo, podemos tantear, en términos democráticos, a nuestros gobiernos.
En las décadas de 1960 y 1970, durante la guerra de Vietnam, cuando los objetivos no eran claros, las personas determinaron que ese nivel de coerción y de control no iba a funcionar, por eso el movimiento “antiguerra” funciona como un gran ejemplo que sirvió como un impedimento a la alineación bélica, pues miles de personas intentaron rodear el Pentágono para bombardearlo con flores, muchas de las cuales terminaron en los cañones de los fusiles de la policía.3
El movimiento pacifista fue esencial para el término de la guerra y de la invasión.4 Al acercarnos a la idea de actuar para no reconocer las políticas de nuestros gobiernos en cuanto a las violaciones de los derechos humanos y a las guerras, lo hacemos con la certeza de que tienen que voltear a vernos y escucharnos.
Si usted piensa que lo anterior fue correcto, que protestar contra la alienación bélica y contra las diversas violaciones de los derechos humanos fue lo más pertinente, no debería molestarle que diversos monumentos y oficinas gubernamentales fueran bombardeados con flores, con pintura o con pancartas. Como ejercicio crítico, según usted, ¿vale más la pena defender un monumento que defender una causa?
Esto puede servir como un parámetro para saber qué tan democráticos son nuestros gobiernos. Un parámetro para que entender hasta qué punto nuestras libertades políticas y ciudadanas están siendo respetadas. De este modo también podemos medir los niveles de coerción que los gobiernos estén dispuestos a utilizar cuando las causas por las que protestamos son los derechos y las garantías que los propios gobiernos reconocen y otorgan. Habrá que cuestionar severamente el papel coercitivo del Estado, si al movilizarnos y protestar por la defensa de los derechos humanos, responde con el despliegue de cuerpos de seguridad para silenciar e imponer un “miedo” o “inseguridad” en quienes protestan; pues, entonces, ¿qué reconocen, qué respetan y qué garantizan?
Ciertamente hay que cuestionar y poner en tela de juicio la posición política de aquellos que están en los altos mandos del gobierno. En cualquier momento que se necesite, estar en contra de la “decisión impopular” requiere que ataquemos críticamente sus posiciones ideológicas y políticas. Valdría la pena preguntarles, y que ellos mismos se pregunten, en relación con su impopular raciocinio: ¿para qué tomaron esa decisión? Esperemos que no resulten decisiones utilitaristas con fines personales.
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Notas:- Noam Chomsky, Chomsky esencial, trad. Jorge Vigil, Editorial Austral, México, 2020.[↩]
- Slavoj Zizek, Primero como tragedia, después como farsa, 2a ed., trad. José María Amoroto Salido, Editorial Akal, España, 2012, p. 21.[↩]
- Disponible en https://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20171021/432184615612/guerra-de-vietnam-decada-de-los-60-estados-unidos-manifestaciones-pacifistas-ano-1967.html.[↩]
- Véase https://www.muyinteresante.es/historia/32112.html.[↩]