A la luz del proceso electoral para la presidencia de Brasil, Paulina Palencia Méndez realiza un análisis contextual de lo que ha ocurrido en los últimos años en el país sudamericano y los posibles candidatos para ocupar el mandato. En el texto surgen interrogantes importantes sobre el impacto que podrían tener en la región.
El autoritarismo ha ganado mucha influencia en el nuevo orden mundial al minimizarlos logros que ha procurado la democracia a la humanidad: el voto popular, los derechos humanos, las instituciones autónomas, las protección al medio ambiente, entre otros. Aunque muchos ciudadanos libres perciben la democracia como un error, optan por regresar —mediante el sufragio— a viejas prácticas tiránicas, olvidando el principio básico de que la democracia no es perfecta sino perfectible porque va evolucionando de la mano de la sociedad.
El populismo latinoamericano ha ascendido desde la década de 1990 ante un panorama de desigualdad y crisis económicas. Parte de esta doctrina es perceptible en Colombia, Argentina, Bolivia, México, Honduras y Chile, este último convertido en el más reciente, con Gabriel Boric a la cabeza, al ganar las elecciones presidenciales en marzo de 2022. No obstante, hay países cuya suerte es más complicada pues viven en un autoritarismo que no da cabida a las libertades, como Venezuela, Nicaragua y Cuba.
El turno en la agenda internacional le corresponde a Brasil, debido a que se debate sobre una de las elecciones presidenciales más cerradas de su historia, que pone de relieve una eventual amenaza global a la democracia, por los múltiples señalamientos, por parte del actual presidente Jair Messias Bolsonaro, a las instituciones jóvenes nacidas de las libertades que apenas se están consolidando.
Los éxitos de Brasil
En 1964 en Brasil se produjo un golpe de Estado que perduró hasta 1981 con una dictadura militar, razón por la cual una de las prioridades políticas que enfrenta ese país es conservar la democracia para reencauzar su camino como el baluarte del federalismo latinoamericano en los procesos de integración, como el Mercado Común del Sur, considerado un acuerdo emblemático en el que la desconfianza y la rivalidad entre los Estados miembros (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) desafiaron la lógica de integración por la coyuntura regional de 1991.
En 2003, Goldman Sachs acuñó el término Grupo BRIC a Brasil, Rusia, India y China como potencias emergentes del mundo. El panorama esperanzador se sustentó en las múltiples reformas que impulsó el presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), lo que dio como resultado la influencia regional que concatena con algunos acuerdos internacionales: la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio en 1960; la cooperación económica de Brasil con el Pacto Andino en 1982 y, por último, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en 2010. Con lo anterior, Brasil logró la aprobación de otros países en su ardua labor por la reestructuración del sistema regional, como la inclusión de América del Sur. En el sistema internacional Brasil es reconocido por su liderazgo como un país mediador en los conflictos internacionales, así como por su activa participación en los foros: G5 o Grupo de los Cinco; G8+5 o grupo de las ocho potencias el mundo, más las potencias emergentes, y G-20, también llamado Cumbre de los Líderes.
Por lo anterior, Brasil logró obtener la sede de dos eventos internaciones de gran relieve. En primera instancia, la Copa Mundial de Futbol 2014 y, posteriormente, los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016.
Corrupción e ¿injusticia?
Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas. En 2015 dio inicia el proceso de impeachment a la presidenta en turno, Dilma Rousseff, por abuso de autoridad y corrupción en Petrobras.1 El proceso de destitución finalizó el 31 de agosto de 2016. En breve, Michel Temer se desempeñó como presidente de la República Federativa del Brasil hasta 2018, tras ocupar el cargo de vicepresidente. Actualmente es investigado por cargos de corrupción.
En ese año, Lula da Silva fue acusado de recibir sobornos por parte de la constructora Odebrecht, además de que fue señalado por tres cargos de lavado de dinero y corrupción. El ex mandatario pudo obtener su libertad 19 meses después de ser encarcelado gracias a la decisión del Tribunal Supremo, el cual no emitió una sentencia per se, sino que lo exoneró por falta de pruebas. Sin embargo, en 2021 un juez de la Corte Suprema de Brasil anuló todas las sentencias dictadas contra el ex presidente, quien recuperó sus derechos políticos y civiles para abrirse paso como candidato a las elecciones presidenciales de 2022.
Elecciones
La opinión pública coloca como punteros de esta elección presidencial a dos de 10 candidatos: a Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores/izquierda) y al actual presidente Jair Bolsonaro (Partido Liberal/derecha). ¿Cuáles son las peculiaridades de cada uno?
Como se mencionó antes, Lula da Silva logró posicionar a Brasil como un país emergente, mejorando la vida de millones de personas, catapultado años después durante una crisis económica —provocada por el desempleo— y social por la inseguridad en las favelas y por la transición política de Dilma Roussef a Michel Temer.
Por su parte, Jair Bolsonaro actualmente es cuestionado por sus políticas antiambientalistas que ha destruido de manera irreversible gran parte del Amazonas por la tala inmesurada y los incendios forestales. Además, el sistema de salud colapsó por la crisis en el manejo delCovid-19, provocando que Brasil ocupe el segundo lugar de mortalidad a nivel mundial, después de Estados Unidos.
En 2018, al percibirse mucha polarización e incertidumbre política, su aprobación fue inducida por un atentado mientras realizaba un mitin, donde fue apuñalado en el estómago. El accidente lo impulsó como el ganador de las elecciones presidenciales de ese momento. Pese a lo anterior, su popularidad ha ido en decadencia por las escandalosas declaraciones que ha emitido durante su mandato, por sus expresiones misóginas y sexuales cuando se le pide su opinión sobre las mujeres, por su desconocimiento y su escepticismo en relación con la ciencia, por su rechazo a la comunidad LGBTQ+ a la que demuestra su homofobia a través de insultos y burlas, por su nulo compromiso con el Acuerdo de París (2015), en el que los Estados se comprometieron a limitar el incremento de la temperatura por debajo de 2° C y, por último, porque, conforme se aproximan las elecciones, ha cuestionado el funcionamiento del sistema de votación, anunciando un eventual fraude perpetrado en su contra dado que, según él, las urnas electrónicas1 son susceptibles al hackeo. Lo anterior ha desencadenado una fuerte inestabilidad, aumentando la violencia política y social, donde la tolerancia no forma parte del debate, haciendo dela doctrina populista algo más radical sin diferenciar la ideología entre la izquierda y la derecha. En ambos casos, Brasil no contiene por un populismo antiliberal sino, probablemente, por uno ¿antidemocrático?
Derivado de lo anterior, el 2 de octubre una de las democracias más pobladas del mundo vivirá un parteaguas en su historia al desarrollarse la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Si no se logra una mayoría de votos está prevista una segunda vuelta para el 30 de octubre. Cabe mencionar que en esa ocasión también se elegirá al vicepresidente, gobernadores, vicegobernadores, Congreso Nacional y Cámara Legislativa del Distrito Federal.
Conclusiones
¿Realmente los 148 millones de electores votarán por convicción a favor de la izquierda le otorgarán el voto de castigo por su mala gestión dela pandemia a la derecha, los altos índices de corrupción de su administración, la inseguridad y el incremento de la desigualdad en los sectores salud y educativo? ¿Podrá el pueblo brasileño confiar, de nueva cuenta, en Lula da Silva tras sus múltiples escándalos de corrupción? En caso de que gane, ¿le tenderá la mano a su homóloga, Dilma Roussef? ¿El derecho al voto de los extranjeros será un factor importante para la elección presidencial? ¿El abstencionismo será el protagonista? ¿Jair Bolsonaro será capaz de dar un golpe de Estado gracias al respaldo del ejército? ¿Qué es lo que más le conviene a Brasil? ¿La influencia malintencionada de los medios digitales repercutirá en la toma de decisiones? Las interrogantes se multiplicarán hasta que no se obtengan los resultados finales. Lo ideal es que surja una inclusión simbólica en la política del país que beneficia a todos los habitantes.
Hoy en día es más notorio cómo el mundo está gobernado por autocracias. La historia nos explica las razones por las cuales ese régimen no es el óptimo. No obstante, la humanidad está empeñada en ceder sus derechos y sus libertades ante el engaño del populismo.
Notas:- El Supremo Tribunal Federal de Brasil rechazó el uso de boletas impresas por problemas de privacidad.[↩]