Las empresas familiares mexicanas enfrentan retos para aprovechar las nuevas oportunidades del mercado. Federico Vázquez sugiere que la institucionalización es clave para su crecimiento.
En los últimos años, el mercado mexicano ha experimentado fenómenos económico-financieros que han acelerado su ciclo económico. Este artículo tiene como objetivo analizar las posibles consecuencias, favorables o desfavorables, que estos fenómenos podrían tener, con el fin de anticipar oportunidades.
Uno de dichos fenómenos más destacados fue el boom del sector Venture Capital en 2021. Ese año la inversión en empresas mexicanas en etapas tempranas superó los 4,000 millones de dólares, lo que representó un incremento de 294 por ciento respecto de 2020. Cuatro startups en México alcanzaron una valuación de 1,000 millones de dólares y se convirtieron en “unicornios”. Este suceso no fue exclusivo de nuestro país. Diversos factores globales impulsaron una inyección sin precedentes de capital en este activo alternativo. Aunque se puede debatir si fue un acierto o un error desde una perspectiva financiera, lo cierto es que esta inversión generó empleos, innovación y confianza en el mercado mexicano.
Paralelamente, México se ha visto beneficiado por el fenómeno del nearshoring impulsado por circunstancias globales como la pandemia de Covid-19, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el conflicto entre Rusia y Ucrania, las elecciones en el país del norte y el conflicto entre Irán e Israel. Este contexto ha desencadenado más de 100 proyectos de inversión en nuestro territorio, con un monto total estimado superior a 30,000 millones de dólares. El norte del país, junto con diversos sectores manufactureros, está experimentando un crecimiento sin precedentes que se calcula continuará durante al menos cinco años, ceteris paribus.
La acelerada captación de capital por parte de empresas mexicanas destaca la importancia de la institucionalización, ya que entre 80 y 90 por ciento de estas empresas son familiares, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Estas empresas, que suelen operar en los sectores de servicios, comercio y manufactura, concentran el control y la toma de decisiones en el núcleo familiar. Su estructura puede representar un obstáculo para aprovechar las nuevas oportunidades, ya que los inversionistas buscan transparencia y certidumbre en la toma de decisiones.
Para superar este desafío, la institucionalización de las empresas familiares es clave. El marco jurídico mexicano ofrece estructuras como la sociedad anónima promotora de inversión, la cual permite la participación de inversionistas minoritarios en decisiones fundamentales, facilita esquemas de desinversión eficientes y promueve mejores prácticas de gobierno corporativo. Aunque existen argumentos a favor y en contra de esta institucionalización, consideramos que las actuales condiciones del mercado nacional exigen un mayor nivel de sofisticación para maximizar la rentabilidad y la eficiencia de las empresas y fomentar un sector empresarial sólido y transgeneracional. Durante la segunda mitad de esta década, México podría experimentar un auge en las fusiones y adquisiciones por parte de fondos de capital privado, similar a lo que ocurrió en Estados Unidos entre 1982 y 1992. Las empresas que logren institucionalizarse serán el objetivo de estas adquisiciones y generarán riqueza y valor para las familias mexicanas.