La trampa revocatoria

México ha sido testigo de un drama político durante las semanas previas a la revocación de mandato. Las acciones y declaraciones del Presidente de la República –como lo fueron recientemente en el contexto de las discusiones en torno a la reforma eléctrica– exigen que la ciudadanía esté atenta. Óscar Gastélum, en este sentido, ofrece algunas razones por las cuales no será partícipe en la “falsa revocación de mandato”.


“Y no me vengan con el cuento de que la ley es la ley” – Andrés Manuel López Obrador

No sé si reír o llorar cada vez que alguien repite en tono desencantado: “López Obrador y su partido por fin se quitaron la máscara”. Porque ni el demagogo ni la pandilla de rufianes que lo rodean se han molestado jamás en ocultar la clase de escoria que son, y la lista interminable de crímenes y vilezas que han cometido en estos tres largos y pesadillescos años, debería haber extinguido a los “sorprendidos” hace mucho, mucho tiempo. Pero quizá sea inevitable, y hasta conveniente, que la gente decente no pierda la capacidad de asombro y se siga escandalizando ante los constantes despliegues de indecencia y cinismo que caracterizan a Obrador y su secta. Pues no podemos normalizar que esta gentuza deplorable viole descaradamente la ley y además se jacte públicamente de hacerlo para congraciarse con su execrable líder. 

Y eso es precisamente lo que han estado haciendo en las últimas semanas al promover el inútil y dispendioso plebiscito con el que Obrador busca saciar su narcisismo y ocultar sus innumerables fracasos mediante un baño de falsa aclamación popular. Y la cúspide de este carnaval de impudicia fue la grotesca postal que nos regaló el Secretario de Gobernación, al viajar en un avión de la Guardia Nacional acompañado por el comandante de dicha institución, varios legisladores y el líder nacional de la secta, para hacer proselitismo partidista a favor de su líder, exhibiendo su desprecio por la ley y las normas democráticas, y ofreciéndonos un ominoso anticipo de lo que veremos en 2024. Es por eso que decidí escribir este texto explicando las razones por las que no viajaré a México para participar en la falsa revocación de mandato:

1) Por sentido común:

Lo primero que tenemos que preguntarnos es ¿quién gana con esta opereta? ¿Cui bono? La respuesta es muy sencilla: ganan quienes llevan años promoviendo la mal llamada “revocación”, quienes la elevaron a rango constitucional, quienes juntaron y falsificaron firmas para llevarla a cabo, y quienes no dudan en violar la ley para promoverla. El demagogo es un hombre profundamente limitado intelectualmente, pero es un yonqui adicto al poder y por ningún motivo se expondría a perderlo. En pocas palabras: No hay cucaracha que falsifique firmas para que la aplasten con un zapato.

2) Por convicción democrática:

Como ciudadano comprometido con la democracia liberal, rechazo tajantemente el directismo populista y sus simulacros pseudodemocráticos que tanto daño le han hecho al país y al mundo en los últimos años. No es casual que este tipo de  consultas sólo existan en esos faros civilizatorios que son Venezuela, Bolivia y Ecuador, y que no haya una sola democracia avanzada en el mundo que exponga a su jefe de Estado a semejantes circos. Las razones sobran: es imposible gobernar con seriedad un país y tomar decisiones difíciles si un berrinche popular puede mutilar el periodo de gobierno a la mitad. Ese modelo premia a los demagogos que viven en campaña permanente y castiga a los líderes que aspiran a transformar a sus países comportándose como estadistas. Y aunque se supone que este tipo de mecanismos existen para involucrar a la ciudadanía, abriéndole espacios de participación, está demostrado que casi siempre terminan secuestrados por poderes fácticos, o por autócratas capaces de movilizar clientelas y con acceso a las arcas del Estado.

3) Es ilegal:

Además de que la secta obradorista se ha cansado de violar la ley para promover el capricho del gran líder, es importante recordar que la Constitución se reformó hasta después de que Obrador fuera elegido como presidente, y como la ley no es retroactiva, la consulta de “revocación” debería empezar hasta el próximo sexenio, pues quienes votaron por el peor enemigo de los niños con cáncer lo hicieron por un período constitucional de seis años, sin posibilidad de revocar. En el absolutamente improbable caso de que el demagogo perdiera y de que la consulta resultara vinculante, cualquier acólito obradorista podría impugnar el resultado y seguramente ganaría.

4) Los dados están cargados:

Todo en la consulta está diseñado para beneficiar a Obrador. La pregunta, por ejemplo, está redactada para que en lugar de revocación se trate de una ratificación y, como quedó demostrado en una encuesta levantada hace un mes por el periódico El Financiero, tan sólo ese detalle le da 10 puntos de ventaja al papá de José Ramón López Beltrán. Además, el hermano de Pío mutiló el presupuesto del INE, y no sólo lo hizo para golpear al árbitro electoral, con miras a capturarlo antes de 2024, sino también para que al instituto le resultara imposible instalar suficientes casillas. Y sin suficientes casillas es imposible que el 40 por ciento del padrón electoral, indispensable para que la consulta sea vinculante, logre votar. Y por último, no hay que olvidar que los ciudadanos de a pie no tenemos a nuestra disposición todos los recursos del Estado, ni podemos acarrear clientelas, por lo que en este caso la cancha está totalmente inclinada en nuestra contra.

5) Participar beneficia al régimen:

¿Qué busca Obrador con esta farsa? Relanzar su gobierno y recargarlo de legitimidad. Porque la legitimidad es un combustible indispensable para cualquier gobernante, y sólo hay dos maneras de obtenerla: a través del voto y con buenos resultados. Pero los demagogos populistas son totalmente incapaces de solucionar problemas o mejorar la vida de sus gobernados, y Obrador no es la excepción. Hoy por hoy el país está infinitamente peor, en todos aspectos, de lo que estaba cuando asumió lo presidencia. Casi veinte millones de mexicanos perdieron acceso a la salud. Cerca de 700, 000 murieron gracias a la gestión criminal de la pandemia. Cientos de niños enfermos de cáncer han muerto porque el suegro de Carolyn Adams produjo un catastrófico desabasto de medicamentos que no se limita a los tratamientos oncológicos. La economía está en recesión y la inflación por las nubes. La violencia está totalmente fuera de control y los criminales actúan con la desfachatez de quien se siente protegido por el poder. La educación está en ruinas. Las instituciones autónomas capturadas, destruidas o bajo ataque constante. Hay millones de nuevos pobres y pobres extremos. La corrupción sigue devorando al país desde las entrañas. Por nombrar sólo unos cuantos temas en los que el régimen obradorista ha fallado miserablemente.

Así pues, tres años después de que el 53 por ciento de los votantes cometieran el irredimible error de catapultarlo a la presidencia, y dos y medio antes de que intente perpetuarse en el poder a través de un pelele, y lastrado por escándalos constantes y fracasos colosales, Obrador necesita la recarga de legitimidad que su desastroso récord no puede ofrecerle. Pero para que su plan funcione, la pantomima “revocatoria” debe resultar creíble y estar más o menos concurrida. Es por eso que los votos opositores serán sumamente contraproducentes, pues inflarán la participación y barnizarán un ejercicio ilegal, tramposo y pseudodemocrático de credibilidad. Está en nuestras manos arruinar esa sesión de onanismo en la que el hermano de “Martinazo” ha invertido tanto tiempo, energía y recursos. Lo único que tenemos que hacer es ser pacientes (2024 está más cerca de lo que parece), usar nuestro domingo para algo más placentero y productivo, y esperar al lunes por la mañana para verlo echando espuma por la boca, sabiendo que nosotros provocamos su entripado…

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