En ciertas ocasiones, de manera discreta, la justicia se mira al espejo y no le gusta lo que ve. Se refleja un rostro ajeno, quizá desconocido, a veces deformado, que aparece guardando silencio, haciendo muecas o sonriendo de forma extraña, casi socarrona.
Algunos jueces, encargados de hacer valer las leyes, guardianes de la justicia, depositarios de la razón jurídica, fieles intérpretes de la Constitución, también usan el espejo que, esporádicamente, les dicta su sentencia silenciosa. Los jueces se asoman con valor o con timidez para contemplar su imagen, y guardan silencio también.
Eso sucedió con el joven juez Steven Hardin (Michael Douglas) que un buen día se hartó del reflejo y de las grietas de las leyes, de las goteras por las que entraba el agua sucia que algunos abogados bebían a fuerza y luego usaban de arma para conseguir la libertad de sus defendidos, aunque éstos fueran verdaderos criminales.
¿La ley es una tabla rasa en la que se filtran las luces oscuras? ¿Qué hacer para castigar a los culpables del delito que, por las argucias de los abogados, no reciben la condena que merecen? ¿Los jueces y los abogados, por sus caminos torcidos, están condenados de antemano?
Para responder estas preguntas y otras más, el director y guionista Peter Hyams (Nueva York, 1943), escribió, junto con Roderick Taylor, la historia para la película Los jueces de la ley (The Star Chamber), realizada en 1982 y estrenada al año siguiente. Un golpe seco a la conciencia social.
Hyams, nieto del empresario teatral Sol Hurok, comenzó su carrera en el periodismo, la fotografía y la televisión; su ópera prima, el largometraje Manos sucias sobre la ciudad (Busting), de 1974, trata sobre la tarea antivicio a cargo de la policía.
Antes de Los jueces de la ley, en 1979, dirigió su propio guión, Pasión y sacrificio (Hanover Street), una historia de amor inconfesable, con Harrison Ford, Lesly-Anne Down y Christopher Plummer, con la Guerra Mundial de marco histórico. Su cinta más reciente es Cerco al enemigo (Enemies Closer) de 2013.
Los jueces de la ley sienta en el banquillo de los acusados a la ley misma y a sus especialistas, abogados defensores, fiscales, jueces y aprendices de brujo en la batalla contra la injusticia.
¿Pueden los jueces formar un pequeño grupo de cruzados para tomar la justicia en sus manos y decidir el destino de un acusado? ¿Pueden los jueces suplantar, en el nombre de la sociedad, del pueblo, a la “ciega justicia”?
Planteada como una crítica a las normas establecidas, a la estructura social construida a lo largo del tiempo, Los jueces de la ley se transforma poco a poco en una cinta de acción, de suspenso policiaco, de acertijo y persecución.
Al margen de la ley, los encargados de hacerla valer, quienes han jurado solemnemente defenderla, se erigen en una especie de cofradía secreta como autoridad suprema que decide la vida y la muerte, el castigo o el perdón.
¿Quién tiene el derecho absoluto para ejecutar una sentencia sumaria? Y la ley, con parsimonia, se mira al espejo. Detrás de ella, la sociedad.