Carlos Arellano García: «Los postulados del abogado»

El inolvidable maestro don Carlos Arellano García, derivado de años de estudio, reflexión y práctica profesional, nos ofreció lo que a su saber, deben ser los principios rectores de la actividad del abogado.

Para tal propósito, Carlos Arellano García apunta que la idea principal y lo que lo inspiró a redactar una guía para el ejercicio profesional de la abogacía, fue que toda profesión requiere de teoría y práctica, que en la noble profesión del abogado se ha incurrido en el abandono de la enseñanza de lo pragmático jurídico y que detectó que existía la necesidad de libros que difundieran la lecciones que la vida real imparte al profesional, además de que, como él lo menciona, era su deseo el “coadyuvar a la atención de ese requerimiento”.

El doctor estaba convencido de que, en el terreno de lo práctico, la vida era la mejor maestra. Sin embargo, ello no era obstáculo para meditar que todos los días se puede ser mejores y más útiles.

«Los Postulados del Abogado», mismos que se contienen en su obra Manual del Abogado, vieron la luz por primera vez en 1979. Luego fueron publicados siete años después en la Revista de la Facultad de Derecho de la UNAM, específicamente en el número 148, para que la comunidad jurídica tuviese acceso a ellos.

Teniendo presente la vigencia del pensamiento del doctor Carlos Arellano García, transcribimos en su totalidad dichas máximas en los siguientes términos.


“A las máximas establecidas se les denominó Postulados porque un postulado es una proposición cuya verdad se admite sin pruebas y que es necesaria para servir de base en ulteriores razonamientos. Al enunciarse cada proposición, a continuación se establecen los razonamientos inmediatos:

“I. Actualiza permanentemente tus conocimientos. El Derecho es dinámico, no debes empezar a desconocerlo. Quien se empolva, muere lentamente como profesionista. Realiza los esfuerzos necesarios para enterarte de los nuevos ordenamientos, de las reformas, de las adiciones, de la nueva jurisprudencia y participa en la tarea exegética.

“II. Capacítate a través de los estudios de posgrado. La vida es corta para alcanzar el pensamiento pleno, pero debes expandir tus conocimientos a través de estudios de especialización, de maestría y de doctorado. Si no te es posible, por lo menos ilústrate en las obras jurídicas.

“III. Proscribe la pereza. Haz fructífera tu vida profesional cotidiana. Programa tus tareas con tiempo suficiente. En particular, recuerda que eres esclavo de los términos que para ti vencen un día antes. Que la lentitud de los asuntos no te sea imputable.

“IV. Cumple irrefragablemente tus deberes. Si adquiriste algún compromiso, aún si es cuesta arriba, harás honra a él. No requieres de presiones, basta el dictado de tu conciencia. Eres libre para no adquirir obligaciones, pero adquiridas, como abogado que eres, no puedes soslayar su acatamiento puntual.

“V. Rechaza las tentaciones. No estás en venta. Tu capacidad y tu preparación pertenecen al bien. Ninguna moneda puede adquirir desviación alguna de tu rectilíneo camino. Puedes vivir modestamente y gozar de la retribución proporcionada y honesta. No sucumbirás a la corrupción. Tu rectitud no claudicará ni un ápice.

“VI. La austeridad es tu línea. No estudiaste para hombre enriquecido. No acumularás riquezas materiales, la abundancia espiritual será tu meta. No exagerarás el cobro de tus honorarios.

“VII. Asume tu responsabilidad. Se te han confiado elevados valores humanos y deberás rendir cuentas a tus patrocinados. No darás ocasión al descuido. Esmérate en la eficacia de tus esfuerzos. Medita profundamente el planteamiento de los asuntos antes de someterlos al juzgador.

“VIII. Proporciona permanente servicio social. Al lado de tus servicios remunerados guarda un lugar de honor para el servicio social. Devuelve al pueblo y a tu país algo del privilegio que recibiste como profesionista. Ayuda a los desvalidos.

“IX. Serás respetuoso al ejercer tu profesión. Te abstendrás del lenguaje denostante en tus escritos y en tus intervenciones verbales ante las autoridades, ante la parte contraria y ante tu cliente. No utilizarás fórmulas tortuosas o dilatorias. Repudiarás intransigentemente el cohecho y no violarás el secreto profesional.

“X. Dignifica tu profesión. Deberás apegarte permanentemente a los más exigentes principios jurídicos y éticos que rigen la abogacía: Que jamás te sea imputable el sufrimiento de persona alguna. Que nadie te reproche atentar contra los derechos del hombre”.

Carlos Arellano García

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