Estudiar y completar el ciclo hasta graduarse como abogado, ser miembro de una firma legal, tener el pasatiempo de correr e incluso prepararse para un maratón (y llegar a correr una decena de ellos) no parecerían grandes hazañas. Quizá sólo haga falta dedicación y disciplina. Pero hacer todo esto y mucho más cuando desde los tres años de edad se ha padecido hemiparesia es otro cuento. El protagonista de esta historia nos relata esta fascinante experiencia.
La gente con discapacidad no está limitada a soñar, evolucionar, crecer, aprender y, sobre todo a cumplir sus metas y sus sueños. La discapacidad no es una desventaja, sino una forma distinta de vivir.
Mi vida con una discapacidad no ha sido fácil, ya que siempre hay barreras, tratamientos médicos, terapias, frustración o prejuicios que no ha estado en mis manos controlar; no obstante, esas circunstancias me construyeron una mentalidad fuerte y ganadora, porque debí esforzarme más para superar cualquier obstáculo. A los tres meses de edad sufrí una embolia que me causó una hemiparesia y afectó la movilidad de mi brazo, mi pierna y mi pie derecho. Los doctores diagnosticaron que tendría que caminar con férulas el resto de mi vida. También, debido a mis condiciones físicas y neurológicas, veían complicado que pudiera correr. Igualmente diagnosticaron que tendría problemas para escribir, hablar y aprender otro idioma.
Tuve una niñez complicada. Todos mis días empezaban a las seis de la mañana y terminaban alrededor de las once de la noche. Iba al colegio, posteriormente a las terapias, y cuando llegaba a mi casa, a las diez de la noche, hacía mi tarea o estudiaba.
Jim Abbott
Solía perder varias semanas de clases cada año, ya que viajaba a la Clínica Mayo para que me revisaran; ausencias que suplía con mucho estudio y buenos amigos, quienes me ayudaban a tener una vida normal.
Sin embargo, a los once años de edad pasé por una situación que me afectó en la parte emocional e impactó en mi vida. Los problemas personales empezaron a crecer y yo no tenía control sobre ellos. Tuve problemas de obesidad y llegué a pesar hasta 90 kilos, cuando medía 1.60 metros de estatura.
Como consecuencia, reprobé quinto año de primaria; pude evitar repetir el año, ya que el colegio me dio la opción de ingresar a un grupo de niños con problemas de aprendizaje, no obstante que yo no tenía problemas de aprendizaje, sino familiares.
Tomé la decisión de repetir el año escolar y gracias al apoyo que me brindaron mi hermana y mi papá mi entorno empezó a mejorar. Continué con mis terapias, tuve las mejores calificaciones de la escuela y representé a mi colegio en concursos de ortografía. Además, superé mis problemas de obesidad pues bajé alrededor de 35 kilos.
A los 20 años me propuse correr mi primer maratón, con lo cual quería cambiar lo que me habían dicho a lo largo de mi vida: que era “un discapacitado que siempre iba a depender de los demás” y que “tus condiciones físicas y neurológicas no te permiten correr, menos un maratón”. No obstante, me preparé y corrí con mi familia y mis amigos el maratón de Chicago 2012, logrando algo que parecía imposible que pudiera hacer. Hoy me siento contento de decir que he corrido 10 maratones.
Por otro lado, siempre quise ser abogado, ya que provengo de una familia que tiene a destacados abogados en México. Gracias a mis papás me enamoré de esta profesión.
Por lo anterior, hice la licenciatura en derecho en la Universidad Iberoamericana, donde me titulé. Actualmente trabajo en una de las firmas de litigio más prestigiadas de México: Malpica, Iturbe, Buj y Paredes, S.C.
La vida me enseñó que no debo centrarme en lo que no tengo, sino agradecer por la vida que me tocó vivir. Por lo anterior, les quiero compartir las siguientes lecciones que he aprendido gracias mi discapacidad.
La discapacidad no es una enfermedad
Existe la idea de que una discapacidad es una enfermedad, lo cual no es verdad; es una lesión causada por diferentes circunstancias. En mi caso, fue por una embolia, que afectó todo el lado derecho de mi cuerpo.
Aceptarme a mí mismo
Para algunos “aceptarse a uno mismo” suena como un cliché, pero es lo más difícil que hay en la vida. Es más fácil ver nuestras adversidades y debilidades que nuestras fortalezas, virtudes y ventajas. Tienes que aceptarte tal como eres, con tus cualidades y tus limitaciones. No aceptarte constituye el atentado más grande hacia uno mismo.
En mi caso, tengo una discapacidad, pero puedo caminar, hablar; tengo capacidad de aprender, socializar, trabajar, escuchar y leer. Es decir, esa discapacidad es parte de mí. Aprendí a quererme y ver a mis adversidades no como un problema sino como armas que debían motivarme para salir adelante. Mi discapacidad no puede definir mi vida, pero me enseña a valorar lo que tengo.
Frustración
Cuando tienes una discapacidad, muchas veces sufres frustración por no poder hacer las cosas igual o con la misma rapidez que los demás. Aprendí a manejar la frustración. Comprendí que tengo un ritmo diferente; sin embargo, tuve que ser más inteligente para elaborar estrategias y estar al mismo ritmo que las demás personas y, en consecuencia, ser más exitoso y, sobre todo, más feliz.
Evolucionar
Tuve que aprender que no es mi culpa haber nacido con una discapacidad o que las personas piensen que no puedo realizar ciertas cosas, pero no es mi obligación cambiar el pensamiento de la gente. Hay circunstancias sobre las que no tenemos control y no podemos hacer absolutamente nada para cambiarlas; lo que sí es mi responsabilidad es construir una vida llena de éxitos, saber adaptarme y responder al entorno que me rodea y, fundamentalmente, ser feliz. A eso le llamo evolucionar. Y quizás por medio de mis acciones pueda lograr un impacto positivo en el pensamiento de los demás.
Revolucionario
Mi discapacidad me hizo ser un revolucionario, porque demostré que una persona con discapacidad es igual de competitiva que una persona sin ella. La discapacidad no me limita para realizar la vida que deseo.
Muchas personas me preguntan: “¿Por qué tú? ¿No habrías querido nacer con una mano y una pierna normal?” Pero siempre les respondo: “Estoy vivo y quiero vivir. Agradezco lo que tengo y mis adversidades sólo me hacen más fuerte”.
Voy a lograr las más cosas extraordinarias y me convertiré en el mejor abogado, porque mi discapacidad no me limita, no es un obstáculo, sino parte de mí, y gracias a ella he hecho lo que pocos seres humanos en mis condiciones físicas han conseguido.
Por último, gracias al apoyo de mi hermana, de mi papá y de mis amigos salí adelante, toda vez que nunca dejaron de creer en mí y en las capacidades que poseía para salir adelante.
Apenas tengo 30 años. Me falta mucho camino por recorrer, pero sé que voy en la dirección correcta; todo lo que me he propuesto lo he conseguido. Yo nací con un propósito: hacer cosas extraordinarias y ser un revolucionario, y en el camino quiero compartir mi experiencia y ayudar a quienes enfrentan la adversidad.
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