A la luz de la publicación de La austeridad mata (Planeta, 2024), platicamos con Nayeli Roldán sobre las implicaciones que tuvo la política de austeridad en la vida de las personas y sobre el impacto económico que tuvo.
¿Por qué hablar de austeridad? ¿Cuáles fueron las implicaciones de esta política?
Nayeli Roldán – La política de austeridad fue una de las principales estrategias promovidas por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Es importante saber cuáles fueron las consecuencias de esta política, sobre todo porque en realidad lo que ocurrió no fueron gastos efectivos o el ahorro prometido, sino recortes presupuestarios en materias fundamentales como la educación, el mantenimiento de las carreteras, la ciberseguridad, las políticas de género y, sobre todo, la salud, que es uno de los temas en el que más abundo en mi libro por ser un asunto que determina la disyuntiva entre la vida y la muerte.
¿Podemos hablar de que realmente hubo austeridad en este gobierno?
Nayeli Roldán – No. En realidad no hubo austeridad en este gobierno. Cuando el presidente nos prometió que iba a acabar con los gastos suntuosos y con los lujos que vimos en otros sexenios, por supuesto fue una buena noticia: nadie podría estar en contra de acabar con esas comitivas de 100 personas en París como la que llevó Enrique Peña Nieto. El problema es que se dedicaron menos recursos públicos a los servicios directos a las personas. Y aquí insisto en uno de los casos más dolorosos fue respecto de la salud. Pero, por otro lado, en realidad hubo una austeridad selectiva, pues mientras hubo recortes en cuestiones tan importantes como las escuelas de tiempo completo, o las estancias infantiles, o la investigación de delitos cometidos en contra de las mujeres, o los servicios básicos de los hospitales… Mientras ocurría eso, el presupuesto se destinaba a las obras faraónicas del presidente, como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la Refinería Dos Bocas y el Tren Maya, que incluso terminó costando tres veces más de lo que se había pensado. No hubo recortes, no hubo ahorros, no hubo austeridad, sino una prioridad en el gasto; el presupuesto público se concentró en Petróleos Mexicanos y en los programas sociales. Hay indicadores muy interesantes: en 2024 las personas terminaron gastando incluso más en la compra de medicinas de lo que gastaron en 2018. Ni siquiera con los programas sociales alcanzaba para solventar una demanda de servicios de salud. El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, aún con este discurso de ahorro y de austeridad, terminó gastando más de 20 por ciento más que el del presidente Enrique Peña Nieto. En realidad, no hubo ahorros, ni mejor gasto: Sí hubo 29 por ciento más de gasto en la compra de medicinas; sin embargo, predominó el desabasto.
¿Cuál es el estado del sector salud casi al final del sexenio?
Nayeli Roldán – El presidente López Obrador nos prometió que una de las cosas que cambiaría y mejoraría sería el sistema de salud; se atrevió, incluso, a prometer que México tendría un sistema de salud como el de Dinamarca. Es cierto que teníamos un sistema de salud muy precario. En México nunca hemos tenido un sistema de salud perfecto ni eficaz. Pero durante este sexenio no solamente no hubo mejoría, sino que hubo retrasos porque se redujo la atención; por ejemplo, se dejaron de hacer medio millón de cirugías y 20 millones de estudios de laboratorio. Esto tiene un fuerte impacto en los servicios que reciben las personas: si a alguien no le pudieron hacer un estudio de laboratorio, una de dos: tuvo que haberlos pagado en un laboratorio privado, o de plano, si no tenía posibilidades de hacerlo, no se los hicieron y tal vez eso influyó en que se retrasara una cirugía o en que de plano no se hiciera, por ejemplo. O si no les hicieron esos estudios, no detectaron un padecimiento, y no detectar un padecimiento, por supuesto, provoca una afectación para la persona, porque se retrasa su tratamiento, pero también hay afectación para el sistema de salud. No es lo mismo tratar un padecimiento en sus inicios que cuando ya es más grave, digamos, con el paso del tiempo. Entonces, yo insisto en que el sistema de salud mexicano no era perfecto, pero era funcional. Y lo que pasa hasta este momento es que hay menos atención en muchas cosas: en operaciones, en estudios, en tratamientos contra el cáncer y contra otras enfermedades catastróficas. O sea, hay menos atención en este sexenio, al final de este sexenio, que al final de 2018.
¿Esto que mencionas es algo generalizado de este sexenio? ¿O la pandemia también fue una variable importante?
Nayeli Roldán – La pandemia fue una variable importante, por supuesto. Ningún país en el mundo estaba preparado para enfrentar algo como lo que vimos con la propagación del Covid-19. Y, efectivamente, tuvo un impacto significativo en nuestro sistema de salud. Sin duda alguna, pero el problema está en cómo se abordó y cómo fueron los primeros dos años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en materia de salud. Repito: teníamos un sistema que no era perfecto, pero las primeras decisiones del presidente sobre el tema sí fueron determinantes en la forma en que afrontamos la pandemia. Pongo un ejemplo. La vacunación bajó en todos los países a raíz de la pandemia, pero en 2019, en México, empezamos a observar una reducción significativa del cuadro básico para los niños: vacunas contra el sarampión y la tuberculosis, etcétera. Habíamos tenido una cobertura de vacunas para recién nacidos de 98 y 99 por ciento hasta 2018. Y en 2019 bajó a 73 por ciento, un decremento que no se registraba desde la década de 1980. O sea que en ese decenio teníamos ese nivel de vacunación, 73 por ciento, y habíamos llegado a 98 por ciento en 2018. ¿Qué pasó? Que el presidente López Obrador no compró las vacunas para recién nacidos en 2019, justamente procurando utilizar ese ahorro en 2020, lo cual significó que en los primeros dos años de gobierno de López Obrador seis millones de niños no fueron inoculados con las vacunas del cuadro básico. Eso significó que durante la pandemia la cobertura de vacunación tuviera un descenso mayor. Si ya había una cobertura de 99 por ciento, con 79 por ciento en relación con la población de recién nacidos en 2018, esa cobertura se redujo a 73 por ciento en 2019 y a 30 por ciento en 2020. Esa disminución no se vio en ningún país de Latinoamérica como en México. Por ejemplo, Brasil la disminuyó a 80 por ciento y Chile la mantuvo en 99 por ciento La baja a 30 por ciento en México se explica no sólo por la pandemia, sino también por la reducción que ya se venía dando desde antes. Entonces, ese tipo de indicadores, y haber cambiado el modelo de compras desde 2019, implicó retrasos en 2020. Luego vino la pandemia y eso agravó la situación. La pandemia recrudeció las malas decisiones que comenzaron a tomarse en materia de salud de este sexenio desde 2019.
¿Qué impacto tuvo el Tren Maya en la vida del país en este contexto?
Nayeli Roldán – Bueno, el Tren Maya es una de las prioridades del presidente que terminó costando tres veces más de lo que se supone que iba a costar. Allí no hubo recortes, allí no hubo austeridad, allí se aplicó todo el presupuesto necesario. Además, se ha demostrado que la obra ni siquiera tuvo un análisis de impacto ambiental que cualquier obra de esta naturaleza debía tener. Y realmente no sabemos cómo se ha gastado el presupuesto, porque el López Obrador emitió un decreto para hacer que toda la información de estas obras, del Tren Maya, del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, de la Refinería Dos Bocas, sea considerada información de seguridad nacional, lo cual implica que no podamos ni siquiera hacer solicitudes de información acerca de esos contratos.
Como señalas en tu libro, la ciudadanía ha jugado un papel importante para contrarrestar los descuidos del Estado. ¿Cómo ha intervenido la ciudadanía en la protección y la garantía de los derechos de las personas en México?
Nayeli Roldán – Eso es muy importante, porque ante la ausencia del Estado, ante el abandono del Estado en algunos rubros, sobre todo en salud, ha surgido, como siempre, la sociedad civil solventando esas carencias. Por un lado, por ejemplo, hay organizaciones como Justicia contra el Cáncer, un grupo de abogados que trabajan pro bono en todo el país, tramitando los amparos para las personas que necesitan medicamentos, una cirugía o atención médica y se los niegan. Entonces los abogados tramitan esos amparos, gracias a los cuales cientos de personas han logrado tener la atención o las medicinas. Esta organización surgió justamente a raíz del desabasto. Es decir, se vuelto necesaria, como muchas otras organizaciones de su tipo, justamente porque existe el desabasto. No es que en los sexenios pasados no existiera la tramitación de amparos, pero en este creció 600% por la demanda de medicinas. Entonces, se trata de un fenómeno sistemático, no de casos aislados. Por el otro lado, también las madres de niños con cáncer descubrieron que se tenían que constituir en una asociación civil justamente para poder conseguir medicamentos y donativos en dinero o en especie para sus hijos, con el fin de financiar los tratamientos que el Estado no les ha brindado. También hay organizaciones más chiquitas, digamos, de madres que hacen grupos en Facebook, a través del cual informan dónde consiguen las vacunas del cuadro básico para sus niños y para sus niñas. Siempre, en la historia de este país, ha quedado de manifiesto que, ante la ausencia del Estado, hay una parte de la sociedad civil que resuelve, y en el caso de la salud hay varios ejemplos de esto.
En este sexenio, la experiencia de los periodistas ha tenido sus peculiaridades. ¿Cómo han vivido la coyuntura estos profesionistas?
Nayeli Roldán – En este país nunca han existido las condiciones idóneas para ejercer el periodismo. Cada sexenio ha tenido su complejidad y sus retos; el reto en éste es lo que significa que el presidente ofrezca una conferencia matutina todos los días ante cientos de personas, donde emite un mensaje, a veces para desacreditar a los periodistas y a los medios de comunicación. Su mensaje es tan poderoso, porque proviene de la figura más importante de la política en este país, que la gente lo retoma y lo replica; eso es justamente lo que hemos estado viviendo los medios y los periodistas en este sexenio. Cada vez que publicamos una investigación periodística sustentada, la respuesta del presidente es una serie de adjetivos para descalificarnos, los cuales son replicados por muchas personas, sobre todo en las redes sociales. Hay violencia digital permanente en contra de los periodistas, pero las mujeres además sufrimos violencia misógina porque las agresiones y los insultos también tienen que ver con el género.
Hay algo muy importante que me gusta dejaría en claro. Los periodistas en la Ciudad de México vivimos literalmente en la burbuja, o sea, hacemos periodismo y realizamos investigaciones en condiciones mucho más seguras y controladas que en las lo que pueden hacerlo nuestros compañeros de los estados de la República. Ellos sí viven una situación más vulnerable, mucho más precaria, mucho más complicada, y justamente los adjetivos que lanza el presidente en contra de la prensa tienen un impacto determinante diferente en nuestros compañeros que están haciendo periodismo allá. Si para nosotros es difícil afrontar la violencia digital, que se queda en esa esfera, en los estados la violencia proviene de los actores de toma de decisiones, de los municipios y de los gobiernos estatales, donde el nivel de riesgo aumenta y las agresiones, que tienen su origen en las figuras de poder de los lugares donde viven los periodistas, son más enconadas.
A la luz de tus investigaciones y de tu experiencia como periodista, ¿en qué debemos fijando en la actualidad?
Nayeli Roldán – Parte del objetivo del periodismo es proporcionar información verificada, sustentada, que muestre la realidad con datos oficiales para que las personas se informen y tengan insumos para tomar decisiones y para exigir sus derechos. Por ejemplo, hay situaciones a las que la gente se ha enfrentado en carne propia en las clínicas, en los hospitales, en la farmacia de un hospital, donde no encuentran las medicinas que les recetaron o donde se les ha aplazado una cirugía y tienen evidencia directa de esa situación.
El periodismo ha demostrado fehacientemente que se trata de cuestiones sistemáticas, no casos aislados, que son consecuencia de decisiones de nuestros funcionarios públicos. Una vez teniendo claro esto, las personas pueden reconocer que su caso no es único, que es consecuencia de las decisiones de esos actores públicos, y que tienen derecho a exigirles cuentas. Entonces podemos decirles a nuestros gobernantes, a nuestros políticos, que necesitamos servicios de calidad, que queremos que no haya impunidad en este país, que necesitamos que ya no haya corrupción. Esto se aplica a cualquier gobierno de cualquier bandera política, independientemente de sus siglas. La exigencia de rendición de cuentas por parte de la ciudadanía debe ser permanente. Así como ocurrió con Fox, con Calderón, con Peña Nieto, con López Obrador, tiene que seguir habiendo esta exigencia, porque eso es lo que podría ayudar a que las cosas mejoren, a que la ciudadanía reclame e impulse cambios, y a que la clase política, nuestros funcionarios públicos, se vea obligada a corregir lo que se ha hecho mal.
Y ese también es el objetivo del periodismo: evidenciar lo que está ocurriendo, y si hay algo mal, pugnar por que se corrija. Entonces, independientemente de quien gane, esa tiene que ser una obligación de cualquiera que asuma el poder. Por su parte, ciudadanía tiene la obligación de enarbolar la permanente demanda de rendición de cuentas.