Jorge Valdés Díaz-Veléz, Secretaría de Cultura de Coahuila, 2014.
No es arriesgado reconocer que la obra de Jorge Valdés Díaz-Vélez ha llenado de emotividad a la poesía mexicana. Perteneciente a una generación de poetas notables como Vicente Quirate, Victor Manuel Mendiola, Coral Bracho, Javier Sicilia y Francisco Hernández, por mencionar sólo algunos nombres, la obra de Jorge Valdés destaca por la intensidad de su lenguaje, su originalidad y su emotividad, lejos de cualquier artificio verbal.
La obra del ganador del Premio Nacional de Poesía Aguscalientes 1998 logra conducirnos por el recuerdo de la vida, por lo que se ha perdido con el paso de los años pero pervive en nuestro ser, en nuestra memoria y en nuestra alma. El poeta se desnuda para entregarnos una poesía que, según Carmen Alardín, “es capaz de conmovernos… (y también) de mostrarnos la más radiante luz donde menos la esperábamos”.
De ahí que Nudista recoja lo más selecto de su gran trayectoria poética. Más de dos décadas de poesía pura, de un lenguaje que nos transporta a través de las ciudades, de los recuerdos y de los años. Poesía que vuelve a Ítaca y que nos hace “degustar el sexo de los higos/la pulpa del dátil, el cálido resplandecer de la aceituna”. Poesía que rememora los paseos en el Parque México con el “olor dulce a primavera”, con “la esperanza del resplandeciente violáceo y tenue de fugacidad”. Poesía que evoca a otros hombres, como a Villaurrutia en “Los sonámbulos”, a Nerval en “Negro sol”, así como al poeta italiano Ungaretti. Poesía que rinde homenaje a Borges en el poema “Ginebra, verano de 1986”, o a Octavio Paz con “S.T.T.L.”
Uno de los grandes aspectos a favor de esta antología es su variedad de temas y de formas líricas, pues lo mismo podemos encontrar poemas en alejandrinos como “pro nobis” que oscilan entre lo surrealista y lo fantástico, que formas orientales tradicionales, como los haikús que componen “Flor abierta”; breves pinceladas líricas que aluden al deseo y que nos brindan una variada visión de esa temática.
Debemos agradecer tanto al poeta, como a la Secretaría de Cultura de Coahuila por editar este excelente trabajo de uno de nuestros grandes escritores mexicanos. Esta antología es una prueba más de que nuestra poesía vive un gran momento y de que, a diferencia de lo que piensan muchos, la lírica mexicana no carece de sentimientos y que nuestros poetas no son máquinas de poetizar. Más bien, son artistas de la palabra.
Eder Elber Fabián Pérez