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O somos demócratas o no lo somos

Vivir en democracia implica la interiorización de diversos valores, como la tolerancia. El diálogo respetuoso fundado en argumentos sólidos desempeña un rol central. Sin embargo, no todas las personas que defienden la democracia, ponen en práctica estos valores. ¿Somos o no demócratas?


Transcurridas las históricas elecciones generales donde las mexicanas y los mexicanos eligieron a la primera mujer que estará al frente del Poder Ejecutivo federal han surgido en la agenda nacional diversos discursos y opiniones de varios integrantes de la sociedad que más allá de abonar a un necesario debate sobre lo ocurrido en las elecciones sólo confirman los notables contrastes de desigualdad, polarización, clasismo, racismo y desinformación presentes en nuestro país.

Pasada la medianoche, la consejera presidenta del Instituto Nacional Electoral (INE), Guadalupe Taddei, se presentó en cadena nacional para comunicar a todo México los resultados preliminares de la elección y dar a conocer a la virtual presidenta electa que el pueblo de México había elegido. Un resultado que para algunos no fue una sorpresa pues la candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum, se perfilaba para ganar la elección por un amplio margen. Sin embargo, el resultado completo de las elecciones fue una sorpresa para todos, ya que nadie estimaba que Morena se llevaría el carro completo en los cargos en disputa y, más aún, que hubiera conseguido la mayoría de curules en el Congreso de la Unión.

Al día siguiente de la elección, algunos despertamos con desilusión y preocupación por las consecuencias que podrán tener los resultados de los comicios: un retroceso hacia un partido hegemónico en el poder sin ningún contrapeso y el proyecto de nación de la presidenta electa que incluye una serie de reformas que representan un debilitamiento de las instituciones y de los órganos garantes de diversas garantías de los ciudadanos. Ésta no es la visión que compartimos varios mexicanos. Sin embargo, esta diferencia de visiones es la que ha dado pie a una de las grandes problemáticas que tenemos como sociedad: la polarización y la intolerancia presentes en nuestra forma de solucionar nuestras controversias.

Desde que se dieron a conocer las tendencias favorables a la candidata del oficialismo (Claudia Sheinbaum), y después de conocidos los resultados, un particular sector de la sociedad y los propios actores de la oposición iniciaron un discurso de clasismo, arrogancia y desfachatez hacia la decisión de la mayoría de los mexicanos de otorgarle el voto a Morena en las elecciones.

Es indignante ver argumentos sobre negarles propina a meseros, al “viene, viene”, o a los “cerrillos”, por presumir que ese sector fue el que le dio su sufragio a Morena y, de esa forma, castigarlo por su decisión “ignorante”. No hay mayor muestra de falta de conciencia de clase que el actuar de aquel sector que, previo a la jornada electoral, incentivó el voto por considerar relevante la opinión de todos. El actuar de este sector de la población (mayoritariamente partidarios de la candidata de oposición) muestra algunos de los factores por los que su candidata resultó vencida: una clara arrogancia, un equívoco sentido de superioridad hacia las clases bajas, falta de conciencia de clase y desconocimiento de las diversas realidades que existen en nuestro país.

Asimismo, son las mismas personas que salieron a las plazas en todo el país a defender al ine quienes ahora lo atacan y cuestionan la veracidad de las mismas elecciones que en el transcurso del domingo aplaudían y celebraban por la participación ciudadana, augurando la victoria aplastante de la candidata del Partido Acción Nacional. Y quienes ahora claman por un supuesto fraude electoral. Por eso debemos preguntarnos: ¿somos demócratas o no lo somos?

A estas personas les resta recordarles que el voto de unos cuantos no vale más que el de los demás, aun cuando se considere equivocado, sin importar su nivel académico, social o económico. En una democracia como la nuestra, la opinión de todos vale lo mismo. Esperemos que concientizar sobre el privilegio de unos pocos, por poco o mucho que sea, les permita salir de la burbuja en la que viven, abriéndose paso a la pluralidad de opiniones y situaciones de vida del resto.

Respecto de los partidos de oposición, su caso es particular. Es necesario que realicen una clara y profunda reflexión, realizando todos los cambios que sean necesarios, renovando los liderazgos y abriendo paso a los perfiles ciudadanos, genuinamente ciudadanos. De igual forma, es indispensable que abandonen su arrogancia, su egocentrismo y su complejo de superioridad. Gran parte de sus dirigencias representa todo lo contrario de la realidad de muchos mexicanos y si desean atraer el voto de otros sectores de la población deberán realizar un cambio importante.

Entre los factores que condujeron a una clara derrota de estos partidos está el hecho de haber llevado a cabo una pésima campaña que estuvo alejada de la realidad mexicana, mayoritariamente desde las redes sociales, pues se enfocó en la división y en la extrapolación de propuestas, recurriendo a los característicos y mal acostumbrados baños de pueblo para después regresar a celebrar en zonas exclusivas donde son ajenos a conocer el México verdadero. Si la clase política no trabaja fuera del privilegio, en el que vive gran parte de la sociedad, está destinada a perecer.

La actual oposición se encuentra plagada de personajes impresentables que participan en el juego político. Como ciudadanos también debemos pedir un cambio en la estructura de estos partidos. No debería elegirse entre la opción “menos peor”.

Claro está que, como resultado de los comicios, el régimen político del país ha cambiado y sus efectos tendrán consecuencias trascendentales, a las que algunos pueden considerar como vicios del pasado: el regreso de un partido hegemónico, el presidencialismo sin contrapesos y el control del Congreso de la Unión por un solo partido. La mayoría ha elegido una clara vocación de un Estado con un presidencialismo de poder absoluto.

Todos aquellos que no coincidimos con estos resultados tenemos el deber de entender de mejor manera la sociedad en la que vivimos, con todas sus aristas y sus necesidades, y desde allí concientizar y convencer a los demás sobre nuestra visión de país.

Ese fue el compromiso de los ciudadanos en las elecciones del domingo, que han sido testigos de casos de orgullo donde los propios ciudadanos arriesgaron su vida para defender el voto ante los intentos para evitar que emitieran su sufragio. Es así que, en mi caso particular, tendré dos recuerdos envidiables de estas elecciones: el primero, lo sucedido en Irapuato, donde la funcionaria de casilla se presentó a primera hora del domingo transportando el material electoral en una carretilla, y el segundo, lo ocurrido en la Ciudad de México, donde la policía pretendía cerrar una casilla de elección alegando una supuesta amenaza de bomba y los vecinos se opusieron a que lo hiciera.

La sociedad respondió al llamado y dejó clara su decisión: México eligió y debe respetarse esta decisión. Eso es vivir en democracia.

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