En esta conversación, se descubre el perfil del doctor Oscar Cruz Barney, un importante investigador mexicano, experto en los múltiples vínculos que existen entre el derecho y el vino. Adrián Regino y Jorge de la Cabada, desde Digesto, dialogan con él sobre algunos de los aspectos personales que en su vida lo han llevado a donde ahora se encuentra.
¿Por qué estudió derecho?
Oscar Cruz Barney – Mi padre, Rodolfo Cruz Miramontes, fue un gran jurista, escritor, abogado independiente y, en algún momento, director jurídico del Instituto Mexicano de Comercio Exterior de Aeroméxico y de Azufrera Panamericana. Había una vida jurídica muy clara en el entorno familiar, un entorno de libros, pues él tenía una biblioteca importante y las conversaciones versaban siempre sobre temas literarios o sobre arte, música y vino.
Aunque nunca me presionó para estudiar derecho, ni a mí ni a mis dos hermanos, ni a mis dos hermanas. Eso se lo agradezco infinitamente, porque muchas veces existe la idea de continuar la tradición y heredar el despacho. Dos de mis hermanos resultaron músicos; el mayor, que en paz descanse, ganó un Grammy al mejor ingeniero de sonido de música latina; el otro músico es doctor en acústica de salas y fue quien hizo el rediseño del Grand Palais de la Ópera Garnier en París y de varias de las áreas de la Filarmónica de esa ciudad.
Yo pensaba más bien estudiar medicina veterinaria; quizás, pero más por los temas de salud. Sin embargo, siempre fui un ávido lector, muy aficionado a los libros. Me acuerdo exactamente del momento en el que decidí estudiar derecho: fue en el Centro Histórico. En casa acostumbrábamos ir ahí a caminar casi cada fin de semana. Yo tenía 14 años y, saliendo de un estacionamiento público, me vino algo así como una iluminación, y se lo dije a mi papá. No volví a mencionar el tema. Dos años después trabajé un par de veranos en su oficina.
¿Siempre le gustó leer?
Oscar Cruz Barney – Sí. Influyó mucho mi entorno: había una gran biblioteca en la casa y mis padres y mis hermanos eran muy buenos lectores. Si había que comprar un libro, en mi familia no había limitaciones, la respuesta era afirmativa. Me enganché con la lectura después de haber leído las obras de Emilio Salgari, por ejemplo Los tigres de la Malasia. Eso me dio un muy buen ritmo de lectura. Mis lecturas predilectas eran las de literatura hispanoamericana y las de literatura costumbrista.
¿También es historiador?
Oscar Cruz Barney – No de formación, pero sí de práctica. Soy historiador del derecho desde que hice mi tesis de licenciatura sobre el régimen jurídico del corzo marítimo (claramente influido por la lectura de Emilio Salgari y por la idea de justicia). La tesis la dirigió mi maestro, que ahora es mi compadre, Alejandro Mayagoitia. Con él abordé el tema sobre cómo se justificaba la actividad de los corsarios conforme a las doctrinas de la justicia de la guerra del siglo xvi.
Ese trabajo, que me costó desarrollar cuatro años, se convirtió en mi primer libro, editado por el Instituto de Investigaciones Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Hay que decirlo, aprendí a leer y a escribir haciendo la tesis.
¿Qué hacía en sus tiempos libres?
Oscar Cruz Barney – He tenido la fortuna de contar con muy buenas amistades, con quienes salía durante las tardes a tirar con arco de poleas; éramos aficionados. Y los fines de semana entrenaba karate; tuve un gran maestro, Carlos Rivera Delgadillo, que nos enseñaba esa actividad en el Bosque de Chapultepec, donde está el monumento al Escuadrón 201, a las cuatro y media de la mañana.
Cuando empezó a trabajar, ¿qué hacía?
Oscar Cruz Barney – Comencé a trabajar con mi papá, en su despacho, como pasante. Veíamos temas de comercio internacional, registro de marcas y patentes, y litigio civil, mercantil y familiar; el litigio administrativo siempre lo trabajó él solo. Tenía una secretaria y dos pasantes. Cuando estuve ahí ellos me ayudaron mucho a formarme y a recorrer la ciudad.
Cuando llegó el momento de hacer mi servicio social, ingresé a la sala 14 familiar del Tribunal Superior de Justicia como proyectista, donde me tocó atender asuntos muy interesantes.
En ese tiempo publiqué mi primer artículo sobre la piratería en las aerolíneas.
¿Siempre se le dio escribir y publicar?
Oscar Cruz Barney – Siempre me ha gustado la idea de escribir. Mi sueño era escribir un manual de historia del derecho, aunque cuando le dije a Alejandro Mayagoitia que quería que esa fuera mi tesis, me mandó por un tubo. Y se lo agradezco muchísimo. El manual lo hice algunos años después. Lo que empecé a hacer fue que, cuando me asignaban tareas en la universidad, pensaba que esos trabajos se podrían convertir en un artículo y trataba de escribirlos lo mejor posible, con el mejor aparato crítico. Y efectivamente así surgió mi primer artículo, que publiqué en los Anales de Jurisprudencia, aun cuando no estaba titulado ni habá hecho el servicio social. Posteriormente, publiqué un segundo artículo sobre el reglamento de arbitraje de la Cámara Internacional de Comercio.
Ahí pude intervenir en la elaboración del facsímil de un tratado de derechos civiles de Agustín Verdugo. Habían publicado cuatro tomos, pero no se habían dado cuenta de que faltaba el tomo quinto. Yo les dije que había un tomo quinto. Por eso empezaron a confiar en mí.
Los trabajos que uno hace en la escuela a la postre siempre pueden servir. Eso yo lo entendí hasta que cursaba la maestría y la especialidad y puedo ofrecerlo como un consejo para los estudiantes jóvenes: siempre hagan un trabajo con toda la dedicación posible, porque uno nunca sabe cuándo puede resultar útil para realizar una obra seria en el futuro e, incluso, para nuestra profesión.
¿Quién más fue abogado en su familia?
Oscar Cruz Barney – Mi padre fue el primer abogado de la familia. Fue algo circunstancial para mí. Teniendo hermanos tan destacados en la música, consideré que a lo mejor yo también tenía ese don. Lo probé, pero no; tomé clases de flauta soprano y de flauta de pico durante ocho años y ofrecí breves conciertos en la Sala Nezahualcóyotl con un grupo de estudiantes. Luego cambié mi afición por el clarinete, pero lo hice por un error, pues le pregunté a mi hermano mayor por el instrumento que tocaban en una película y me dijo que era clarinete, pero en realidad era un oboe. Me encantaba, pero no era lo mío.
¿Cuándo empezó a dar sus primeras clases?
Oscar Cruz Barney – Empecé a trabajar como profesor sustituto de Alejandro Mayagoitia, en 1991, en la Universidad Panamericana. Me faltaban dos años para titularme. Posteriormente me dieron la clase.
Tiene un libro sobre el vino y el derecho. ¿De dónde proviene el amor por el vino y cómo se vincula con el derecho?
Oscar Cruz Barney – La familia Cruz Barney hizo vino en Chihuahua, hace muchos años, en conjunto con alguna familia italiana, cuyos descendientes todavía siguen haciendo vino en Italia. Por eso en casa hubo una especie de educación en torno del vino y siempre fue tema de conversación. Acostumbrábamos beberlo durante la comida, era parte de nuestra dieta alimenticia, pero también de nuestra cultura.
Una ocasión, en el Colegio de Abogados, en la Universidad Nacional, donde se acostumbraba dar una conferencia sobre temas jurídicos durante la cena de fin de año, yo ofrecí tres de esas conferencias cuyos temas fueron el vino y el derecho, el diablo y el derecho y la guerra con Estados Unidos y el derecho.
Sobre la primera, por gusto personal, seguí investigando, y descubrí que el vino y el derecho tienen una relación íntima y profunda. En el Digesto, con los grandes juristas romanos, encontré referencias al vino, como su definición y las bebidas que se preparaban entonces, en relación con cuestiones sucesorias y testamentarias.
En el mundo medieval, el jurista Bartolo de Saxoferrato opinó sobre el vino fino (un vino que podía durar más de determinado tiempo en una vasija en comparación con otros). A partir de de esa idea publiqué un artículo en el Anuario Mexicano de la Historia del Derecho, que luego desarrollé en un libro, el cual me tomó cerca de cinco años terminar. En el ínter falleció mi padre, mientras escribía un manual de comercio exterior, que a la sazón terminé y se publicó, luego de lo cual volví a trabajar sobre el tema del vino y el derecho.
Hice un libro sobre las diferentes cepas de uvas, sobre la cultura y sobre el vino, pues hay algo muy importante: el vino no sólo es una bebida embriagante: de hecho eso es lo último que es. El vino es alimento, es cultura. Constituye una relación con el entorno, con el paisaje; el vino es un producto que refleja las características de la tierra, del clima y, sobre todo, de la mano de las personas que intervienen en su creación.
También he abordado la historia del derecho vitivinícola en México, la regulación del vino y de su producción. He desarrollado el periodo del reinado hispano, el siglo xix hasta la fecha, a través de los tratados de libre comercio y del nuevo acuerdo con la Unión Europea, que aún no está en vigor. He escrito un capítulo importante de derecho comparado relativo a la regulación del vino en Francia, España, la Unión Europea, Estados Unidos, Argentina y Chile.
Actualmente, ¿qué hace?
Oscar Cruz Barney – Soy investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. También tengo un despacho, con mi socio, Alfonso Pérez Cuellar, donde atiendo consultas y litigo asuntos civiles, mercantiles y amparo. Además, sigo trabajando sobre temas de historia del derecho, de derecho del comercio exterior, de arbitraje y de solución de controversias. Sigo dando clases; ahorita, en posgrado.
En algún momento tuve la idea de hacer un manual de historia del derecho. A mí me inspiró mucho uno español, escrito por Francisco Tomás y Valiente; un texto fantástico, muy bien escrito, con un buen aparato crítico. Yo quise hacer un libro como ése.
Empecé a escribir mi Historia del derecho en México gracias al doctor Leonel Pérez Nieto. Don Leonel me invitó a desayunar un día para preguntarme qué estaba haciendo y le respondí que tenía la intención de escribir un manual de derecho. Él me sugirió que lo hiciera. Me comentó que estaban echando a andar la editorial Arla y luego Oxford University Press. Me pidió un primer capítulo, le gustó, y terminé haciendo una primera edición de 750 páginas.
Al libro le fue muy bien, pues al menos se utiliza como referencia en la mayoría de las facultades de derecho del país. Lo que hice fue tomar mi temario de la Universidad de Verona y lo mezclé con el de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Va desde el derecho prehispánico hasta el derecho emanado de la Revolución mexicana. Incluí capítulos sobre corsos, presas, derecho militar, derecho naval, y posteriormente le fui añadiendo apéndices bibliográficos. Alcanzó casi 15 reimpresiones. Luego vino una segunda edición, que creció, como a 1,000 páginas, publicada también por la Oxford University Press. Ese libro tuvo cuatro o cinco reimpresiones. Tras el cierre de esa editorial, Tirant lo Blanch me buscó para trabajar con ellos. La tercera edición, una edición revisada, corregida, aumentada, creció a 1,600 páginas.
¿Cuál fue su proceso creativo?
Oscar Cruz Barney – En mi caso no llegaron las musas cuando me puse a escribir. Quien quiera escribir, no debe esperar a que, de repente, llegue un momento de inspiración, con una copa de coñac o de whisky frente a la chimenea. La forma para aprender a escribir consiste en escribir, escribir, escribir y escribir; leer en voz alta y, sobre todo, leer y releer.
Leer a Rómulo Gallegos, la literatura latinoamericana, la mexicana y española, forma y ayuda mucho. Para mí es un tema de prueba y error.
Me leí toda la literatura costumbrista que nos daban: El Zarco, La Navidad en las Montañas y todo de esa generación. En la prepa tuvo un profesor fantástico, José Manuel Martínez Altamira Chepe, un historiador fuera de serie, que nos puso a leer obras como Paideia de Werner Jaeger y La sociedad feudal de Marc Bloch.
Eso me ayudó mucho a leer bien y a escribir de la manera más sencilla posible. Para eso la formación como abogado también ayuda mucho pues los argumentos deben desarrollarse sintéticamente, como se nos enseña en la licenciatura.
¿Algún libro que haya marcado su vida?
Oscar Cruz Barney – Hay muchas lecturas. Las memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar y El nombre de la Rosa, de Umberto Eco. La literatura costumbrista, como Doña Bárbara. Uno que me marcó mucho fue otro de Umberto Eco, La misteriosa flama de la reina Noana, una obra en la que una persona que está perdiendo la memoria, la reconstruye a partir de la relectura de las obras que leyó de niño.
¿Qué le recomendaría a los estudiantes de derecho?
Oscar Cruz Barney – El derecho es una pasión, una fuerza, una forma de vida, una forma de entender las cosas. Eso no quiere decir que se hable de derecho todo el tiempo. Hay mucho más: la literatura, la lectura, el arte, la pintura, la música, el vino; en fin, eso es lo que forma al jurista y lo hace más completo. Eso, y comprometerse con la profesión.