Presentación – Abril 2022

La agresión de Rusia a Ucrania, que continúa hasta la fecha en que escribimos estas líneas —mediados de marzo—, ha dominado la conversación durante las últimas semanas. Y no podría ser de otra manera. La condena es unánime: se trata de una guerra injustificada para la que cualquier adjetivo se queda corto. Pocas voces se atreverían a defender lo indefendible. Basta con mirar las fotos, escuchar los testimonios y las crónicas, pesar en la balanza la “amenaza que representa la expansión de la OTAN” contra las vidas y los proyectos cercenados para, con un poco de sentido común, tomar una posición inflexible de condena a la guerra ordenada por Vladimir Putin.

“La brutal invasión de Ucrania, emprendida el pasado 24 de febrero, cruzó todas las líneas imaginables y pasará a la historia como uno de los peores errores estratégicos jamás cometidos. El yerro es tan colosal que muy probablemente marcará el principio del fin del corrupto y sanguinario régimen putinista. E incluso si el ejército ruso logra arrancarle una victoria militar pírrica al feroz y valiente pueblo ucraniano (algo que cada día parece más improbable), Vladimir Putin ya perdió esta guerra, pues unió y fortaleció a sus enemigos en la OTAN y la Unión Europea, despertó a Alemania de su comodino sopor, restableció el papel de Estados Unidos como líder del mundo libre tras la pesadilla trumpista y transformó a su país en un Estado paria y limosnero de China, aislado de la comunidad internacional y arruinado económicamente.” Es éste el contundente pronóstico de Óscar Gastélum, analista político cuyas reflexiones —que vale toda la pena leer en su totalidad— publicamos en días pasados en la página web de abogacía.

Por su parte, el sistema institucional internacional —el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la Asamblea General, la Corte Penal Internacional, la Corte Europea de Derechos Humanos y la Corte Internacional de Justicia— ha respondido con toda celeridad, mediante resoluciones, investigaciones, procedimientos judiciales y medidas cautelares. Desafortunadamente —así lo advierten Víctor Corzo y Ernesto Corzo en el análisis que publican en esta edición— nada de esto será suficiente para detener el conflicto. ¿Hasta dónde llegará esta guerra? ¿Cuáles serán los resultados de las “negociaciones” entre ambos países? ¿Cuánto dolor, destrucción y muerte dejará tras de sí esta página negra de la historia del siglo XXI? ¿Tiene alguna relevancia o impacto el marco jurídico internacional, construido especialmente a partir de la devastación europea de mediados del siglo pasado, frente a las obsesiones mesiánicas? ¿Qué lecciones debemos aprender de todo esto y extrapolar a nuestra propia realidad?

Hace un par de años Noam Chomsky advertía que vivimos el momento más oscuro y trascendental de la historia, en el que confluyen graves crisis: la amenaza de una guerra nuclear, el cambio climático, la pandemia, la contracción económica y los disturbios raciales. Un momento, sin duda alguna, que requiere decisiones urgentes, a la altura de las circunstancias. Porque esta guerra tendrá consecuencias no sólo para los países que directamente la viven o para la Unión Europea. En México la inflación, el alza en los precios de los energéticos y de los insumos del sector agrícola, el abastecimiento de granos y el valor del peso son algunos de los temas que más comienzan a preocupar.

No terminamos de dejar atrás los devastadores efectos de la pandemia por Covid-19 y ahora debemos hacer frente a este nuevo desafío, producto de absurdas decisiones políticas. En ese sentido, qué atinadas aquellas palabras de Albert Einstein —que nuestro colaborador Andrés Delgado recupera en su artículo sobre el tan necesario y urgente desarme nuclear—: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro.”

Es momento de aprender las lecciones que la historia nos enseña y, de la mano del orden jurídico que hemos construido con tanto esfuerzo, luchar incansablemente por que el Derecho prevalezca, más allá de los caprichos políticos. Convocamos a la comunidad legal de nuestro país a asumir este compromiso. El futuro de nuestra sociedad nos va en ello.

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