En el marco de la conmemoración del Día Internacional contra los Ensayos Nucleares, fechada el 29 de agosto por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la resolución 64/35, se muestra la manifiesta y buena voluntad de algunos Estados para concientizar al mundo acerca de los efectos de las explosiones de ensayo de armas nucleares. La autora nos invita a analizar está voluntad más allá de las formas legales que adquiere.
El interés y la preocupación de la comunidad internacional por el mal uso de las armas nucleares radica en la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerzas armadas estadounidenses detonaron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, Japón, el 6 y el 9 de agosto de 1945, respectivamente, lo que evidenció los efectos de la radiación en el ambiente y las consecuencias adversas en la salud de las personas. Desde entonces, el arte de la guerra, la carrera armamentista, las relaciones y las interacciones entre las naciones cambiaron completamente, porque el ser humano mostró su capacidad para destruir su propio mundo.
Los resultados negativos de las negociaciones de la posguerra dejaron heridas y rencores que hoy buscan cobrar factura. El nuevo orden mundial obligó a limitar el desarrollo de la tecnología nuclear en pro de la humanidad. Para algunos países, este desarrollo considera su aplicación en la generación de energía, en diversas aplicaciones médicas, en la agricultura así como en la creación de armas. Aunque, en este último caso, desencadenando el enriquecimiento ilícito de uranio que, además, propicia la vulnerabilidad del statu quo.
Voluntad política internacional
Después del desenlace de la Segunda Guerra Mundial y el fin de la Guerra Fría, la comunidad internacional se comprometió a hacer realidad el desarme nuclear. Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha sido una pieza fundamental en el mantenimiento de la paz internacional, y su compromiso conciliador y esperanzador ha dado pie a la creación de varios organismos para acabar con los temores de que se produzca otro conflicto bélico de escala mundial.
Por lo anterior, en 1946, en el seno de la ONU, se vislumbró la posibilidad de crear una Comisión de la Energía Atómica, cuyo objetivo era asegurar la no proliferación de armas atómicas. Diez años después, tras largas y fallidas negociaciones, esa comisión se convirtió en el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) —gracias al beneplácito de los 81 países de la Asamblea General de las Naciones Unidas—, cuya finalidad es “promover la utilización de las tecnologías nucleares con fines pacíficos y en condiciones de seguridad tecnológica y física”.
Ante la amenaza de un nuevo conflicto bélico provocado por la crisis de los misiles en Cuba, en 1963 se firmó el primer tratado sobre la materia: Tratado para la Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares, el cual exige a los Estados parte que prohíban, prevengan y se abstengan de realizar ensayos con armas nucleares o cualquier otra explosión nuclear en la atmósfera, en el espacio ultraterrestre, bajo el agua o en cualquier otro entorno, debido a la preocupación de contaminación por elementos radioactivos.
Sin embargo, la voluntad política internacional se evidenció hasta 1967, cuando los países latinoamericanos y caribeños firmaron el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe, mejor conocido como Tratado de Tlatelolco, mediante el cual los países asociados promovieron el desarme nuclear en la región impulsado por el Estado mexicano.
Al año siguiente, en 1968, el ímpetu de las diplomacia multinivel logró que 191 países celebraran el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), el primer acuerdo multilateral en el que se establecieron las reglas acerca de la no proliferación nuclear con la finalidad de prevenir la propagación de las armas y promover el uso pacífico y el desarme de arsenales nucleares. Adicionalmente, los países poseedores de armas nucleares, también conocidos como países nuclearizados, entre los cuales destacan Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China, se comprometieron a ayudar a los países no nuclearizados en el desarrollo de energía nuclear para fines pacíficos y lograr de forma multilateral el desarme nuclear, con la condición de no fabricar ni adquirir dispositivos nucleares explosivos. La estrecha vinculación entre esos países obligó el buen uso de las nuevas tecnologías nucleares con fines pacíficos mediante la divulgación de sus investigaciones.
En 1996 el compromiso nuclear orilló a la firma del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, que promovía la destrucción de armas químicas y la prohibición de armas biológicas, pues ambas constituyen algunas de las amenazas más grandes que enfrentan todos los seres vivos. En primera instancia, el tratado fue firmado por la mayoría de los Estados, pero no ha sido ratificado por aquellos con capacidades nucleares importantes.
En el afán de hacer un uso pacífico de la energía nuclear se han presentado algunos accidentes, como el de Chernobyl, Ucrania, en 1986, provocado por un cúmulo de errores de parte de los trabajadores, y el de Fukushima, Japón, en marzo de 2011, causado por un terremoto y por fallas en el diseño del emplazamiento.
Nueva era, nuevos actores
Desafortunadamente, en el contexto de la Guerra Fría, y hasta 2006, se calcula que hubo 2,053 detonaciones atmosféricas o bajo tierra por parte de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: Estados Unidos, la Federación Rusa, el Reino Unido, Francia y China, que a su vez son los principales promotores del TNP. A lo anterior se sumó el surgimiento de nuevos actores en la esfera internacional: Pakistán e India, que iniciaron su carrera armamentista bilateral de carácter regional, así como Corea del Norte e Israel. Entonces, ¿cuáles han sido los avances en el desarme mundial? Si bien los organismos internacionales han evitado otra confrontación a escala mundial, los intereses de muchos países han permeado dolorosamente en el orden mundial y han representado una amenaza constante al statu quo desde 1945.
Por eso, en 2017 se firmó el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares —el cual entró en vigor en 2021— que desalienta a los países a “desarrollar, ensayar, producir, fabricar, adquirir o amenazar con usar armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares”, beneficiendo el desarme multilateral y el mantenimiento de la paz.
Con la llegada del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el mundo evidenció sus despropósitos en cuanto a seguridad internacional se refiere, cuando la nación que promovía el multilateralismo se retiró de varios acuerdos internacionales en pro del mantenimiento de la paz. En 2018 abandonó el Plan de Acción Integral Conjunto entre la República Islámica de Irán, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Alemania y la Unión Europea, como consecuencia del descubrimiento, en 2002, de la construcción de varias instalaciones nucleares en las ciudades de Natanz y Arak, en Irán. De igual manera, al año siguiente se retiró del Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio que signó con Rusia, en el que ambos países se comprometían a la destrucción de sus misiles.
Han pasado 77 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la humanidad no ha aprendido del todo de sus errores, pues ha perdido la sensibilidad con el paso de los años. El desconocimiento de la historia hace que esos errores se repitan a mayor escala. La ambición y el poder han sido la peor combinación de nuestros líderes, pues han propiciado que las estrategias sean más radicales donde el sometimiento a otros países no es la fórmula adecuada.
Entonces, ¿los ensayos con armas nucleares se llevan a cabo en beneficio de la humanidad al promover el desarrollo tecnológico y apoyar fines pacíficos como el abastecimiento de energía eléctrica en el mundo? Porque desde que inició la invasión de Rusia a Ucrania, en febrero del año en curso, el presidente ruso Vladimir Putin ha sido persistente con sus declaraciones intimidantes acerca de una posible guerra nuclear, mediante la cual atacaría ciudades estratégicas de Ucrania en las que se ubican importantes centrales eléctricas de energía nuclear. También se debe considerar que en Transnistria, un territorio autónomo entre Ucrania y Moldavia, se localiza el mayor arsenal de la Guerra Fría, del cual se desconoce el tipo y la cantidad de armas que se almacenan allí.
Por lo anterior, proteger los mecanismos de cooperación multilateral que existen en la actualidad debería ser una prioridad para garantizar nuestro futuro, recurriendo a la diplomacia y a la voluntad política de todos los países, con la finalidad de encauzar las negociaciones y evitar un conflicto nuclear de grandes proporciones. En esa tarea, los tratados internacionales deberían ser un tributo a todas las víctimas de exterminio que ha padecido la humanidad.
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Fuentes de consulta:
Asamblea General de las Naciones Unidas (2010), “Resolución 64/35. Día Internacional contra los Ensayos Nucleares”. Disponible en https://documents-dds-ny.un.org/doc/undoc/gen/n09/463/96/pdf/n0946396.pdf?OpenElement.
Goldschmidt, Bertrand (s. f.), “Los orígenes del Organismo Internacional de Energía Atómica”. Disponible en https://www.iaea.org/sites/default/files/19401281219_es.pdf.
Organismo Internacional de Energía Atómica (s. f.). “El OIEA y el Tratado sobre la No Proliferación. Disponible en https://www.iaea.org/es/temas/el-oiea-y-el-tratado-sobre-la-no-proliferacion.
Organización de las Naciones Unidas (2017), “Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares”. Disponible en https://treaties.un.org/doc/Treaties/2017/07/20170707%2003-42%20PM/Ch_XXVI_9.pdf.
Organización de las Naciones Unidas (s. f.), “El final de los ensayos nucleares”. Disponible en https://www.un.org/es/observances/end-nuclear-tests-day/history.The Comprehensive Nuclear-Test-Ban Treaty (s. f.), “Nuclear Arms Control and Non-proliferation. Disponible en https://www.ctbto.org/fileadmin/user_upload/pdf/Sipri_table12b.pdf.