Gerardo Ramírez Vidal (ed.)
Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM
2024
La oratoria es una competencia esencial de los abogados para presentar sus argumentos de manera persuasiva en el ámbito judicial. La destreza oratoria permite a los juristas comunicar de manera clara y convincente los argumentos legales y captar la atención de los llamados “operadores jurídicos”. Además, la habilidad para articular de manera efectiva las ideas no sólo refuerza la credibilidad del abogado, sino que además contribuye a la construcción de narrativas convincentes que pueden inclinar la balanza a favor de su cliente. Una oratoria bien ejecutada no es fundamental sólo durante las audiencias, sino también en negociaciones, en presentaciones ante clientes y en la comunicación entre colegas.
A pesar de lo anterior, la oratoria fue desterrada junto con la retórica durante mucho tiempo debido al predominio cientificista que persiguieron los seguidores del positivismo jurídico. Este libro busca exhumar la tradición oratoria nacional y revivirla. Se trata de un estudio introductorio y de una antología cuidadosamente editados por Gerardo Ramírez Vidal —quizás la voz más autorizada para hablar de retórica en nuestro país—, quien acuñó el concepto retórica jurisdiccional al lado del fallecido magistrado Antonio Muñozcano Eternod.
En el siglo xix mexicano, la oratoria forense desempeñaba un papel central en el estudio del derecho, marcando una época donde la elocuencia, el pensamiento y la persuasión eran herramientas imprescindibles para la labor de abogados y políticos, es decir, para quienes encarnaban la figura hegemónica del letrado. Los discursos judiciales se caracterizaban por el oficio verbal y el diseño elaborado, a menudo influidos por corrientes literarias y discursivas de la época. Los abogados se esforzaban por construir argumentos de manera persuasiva, utilizando recursos estilísticos y apelando a la emoción y a la moralidad para influir en jueces y jurados.
En este libro, se agradece que el editor se detenga y desmenuce el extinto juicio de jurados. En aquellos tiempos, los juicios eran eventos públicos y la oratoria forense no se limitaba sólo al estrado judicial, sino que muchas veces se mezclaba o se extendía a los discursos políticos y a los debates que moldeaban la opinión pública. Figuras como Ignacio Ramírez y Vicente Riva Palacio —por mencionar dos nombres, que por cierto no se incluyen en la antología, puesto que son anteriores al Porfiriato—, destacaron por su maestría en la oratoria forense, contribuyendo así a la formación de una rica tradición en la materia.
El libro de Gerardo Ramírez Vidal es de una importancia sustancial para comprender diacrónicamente la tradición de la oratoria jurídico-política y los discursos en sede judicial que se desarrollaron en la formación del Estado-nación. No es casualidad que la antología inicie en 1881 y finalice en 1902, esto es, en los años anteriores a la época en que se produjeron los primeros gérmenes revolucionarios, con las huelgas de Río Blanco y Cananea. Con la inminente llegada de la Constitución de 1917, el derecho procuró cambiar su fisonomía conservando, en la medida de lo posible, los rasgos del legado de 1857. Este cambio intentó decir el derecho de otro modo, precipitando a la postre una pugna cultural en el interior de la Escuela Nacional de Jurisprudencia que ha sido estudiada con tino por Víctor Díaz Arciniega en Querella por la cultura “revolucionaria” (1925) (1989).
No existe una antología de textos de finales del siglo xix centrado en la oratoria judicial. Por eso Ramírez Vidal llena un vacío en los estudios de retórica jurídica que, debido a la oralidad procesal, están en ascenso en la academia contemporánea. Su corpus está compuesto de textos escritos por figuras de la talla de Ignacio Manuel Altamirano, Jacinto Pallares y Agustín Verduzco. En “Autores y textos de este volumen” desdobla una ruta crítica en torno de las piezas presentadas. En general, su aportación es significativa pues son poquísimos los estudios sobre retórica forense del siglo xix mexicano y persiste una urgencia por contextualizar historiográficamente esta época dorada de la elocuencia legal. Esto lo logra a cabalidad la presente obra.
Otro libro que permite entender la oratoria usada por los abogados de esa época es El poeta, el marqués y el asesino (2001), de Claudia Canales, citado por el editor. En esta obra se desenvuelve una investigación sobre el asesinato de Manuel Bolado en 1874, cuando Guillermo Prieto tomó la palabra defensora en el foro. Con la siguiente cita, se observa cómo literatura y estilo están presentes en su alegato de clausura: “Con mi corazón despedazado, presiento, señores, toda la influencia del misterio que han querido que envuelva a esta causa, todo el poder inmenso de la grita tan explotada por la prensa, tan exagerada por el atractivo de la difamación, todo lo presiento, y no obstante, confío en que al fin resplandecerá la justicia. Señores del jurado, pendiente está de vuestros labios la salvación o muerte de los hombres presentes a vuestros ojos”.
Sin duda, esta antología puede ser de suma utilidad para comprender en perspectiva histórica la asignatura de “Oratoria forense y debate jurídico” de la licenciatura en derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México y de las demás materias de las universidades públicas o privadas que han incorporado recientemente el estudio de la retórica en sus planes de estudio. Espero que los alumnos de las facultades de derecho de mi país la consulten, la lean y la atesoren.